Jean Jacques Annaud. Foto: José Cuéllar
A sus 71 años, muy bien llevados, Jean Jacques Annaud (Draveil, Essone, 1944) lo ha sido todo en el cine francés y eso que solo ha dirigido doce películas. Aficionado a los temas exóticos, Annaud ganó un Oscar por su primer filme, La Victoire en chantant (1976), sobre la colonización francesa en África y desde entonces ha rodado películas tan conocidas como En busca del fuego (1981), El nombre de la rosa (1981) o El oso (1988), el precedente más claro de esta El último lobo de aliento igualmente ecologista. Basada en las memorias de un soldado chino destacado en la colonizada Mongolia que informaron sobre la masacre de lobos provocada por los humanos en ese país, la película es un bello canto naturista en el que Annaud aboga una vez más por la comunión del hombre con la naturaleza. Le entrevistamos a su visita a Madrid, donde se muestra muy risueño y elocuente. Es un hombre de respuestas generosas.- Ya lleva varias películas ambientadas en Oriente como El Amante o Siete años en el Tíbet. Ahora se va a China con El último lobo. ¿De dónde surge esta fascinación?
- No sé por qué, de pequeño estaba fascinado con la influencia de Oriente sobre Roma. La persistencia de ese mito de un ser medio humano medio animal es oriental. La cultura bizantina, que estuvo influida por la cultura mongol, es una fascinación de pequeño. En el curso de la vida he tratado de comprender mejor. Me he interesado en Grecia, la historia medieval... soy el típico intelectual francés con gafas. Esperaba al momento en el que pudiera profundizar en ello y para mí la manera de hacerlo es con una película. Tardé mucho tiempo en ir a Asia y rechacé invitaciones en festivales allí porque quería que cuando fuera tuviera un significado muy especial y mirarlo a través de los ojos de una película porque así es como veo el mundo. Con El amante (1992) fue mi primera experiencia, la película tuvo un gran éxito en Asia lo cual me hizo sentir muy bien acogido, después Siete años en el Tíbet no gustó en China.
- ¿Y qué le gusta de la cultura asiática?
- Poco a poco me he ido acercando a esta región en la que por un motivo extraño me siento bien. Creo que amo su sentido de lo social. Y me fascina la mezcla entre una modernidad rabiosa y unas raíces muy profundas en la tradición. En el cine hago lo mismo, me gusta utilizar las herramientas más modernas para contar historias muy tradicionales. Por hacer una metáfora, diría que son sociedades en que las raíces están en la tradición y el follaje en la modernidad porque esa parte está oculta a primera vista, es muy misteriosa. Insisto en que esos mitos mixtos medio animal, medio humano. En Occidente pensamos que la naturaleza está a nuestro servicio y no es lo que piensan en las sociedades orientales. A lo largo de los años he ido descubriendo cuánto tenemos en común con los animales.
- ¿Quería reflexionar sobre lo que distingue y lo que une a los hombres y animales?
- Hay muchas cosas en común: el sentido de la territorialidad, de la jerarquía, del dominio... Son instintos que son bárbaros. El hombre se distingue porque trata de dominar esa naturaleza salvaje. Algunos dicen que es el diablo pero no es el diablo, es la genética del ser humano, es nuestro pasado, está en nuestro ADN.
- La historia nos cuenta una clásica de iniciación, ese joven chino en tierra extraña durante los tiempos de Mao, un chico de ciudad que se descubre a sí mismo a través de su amor a la naturaleza.
- Es una historia que me resulta muy cercana y tenía ganas de contar una historia así. Yo creo en el cine como un espectáculo al que uno va a escapar, a pasárselo bien. Me gusta invitar a los espectadores a pasar dos horas conmigo muy lejos de lo cotidiano, en una situación que no se suele dar en la vida. Y me gusta estructurar eso con una historia emocional que me afecte a mí mismo y que sea universal. La historia del hombre contra la naturaleza es un tema eterno y en todas las épocas el hombre se ha comportado como un enemigo de la naturaleza y la ha destruido. Cuando uno destruye el medio ambiente, en realidad se destruye a sí mismo. Cuando uno ve un hermoso paisaje de campo y le dicen que va a construir una autopista de forma instintiva todos estamos en contra, eso es universal. Por eso creo que hay que contar estas historias a partir de sentimientos.