Image: El otro lado de la cámara: los actores ruedan

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Cine

El otro lado de la cámara: los actores ruedan

22 mayo, 2015 02:00

Leticia Dolera, Zoe Berriatúa y Daniel Guzmán

El éxito de Daniel Guzmán con A cambio de nada ha destapado una nueva generación de directores formados y afamados gracias a la interpretación. Los próximos estrenos de Requisitos para ser una persona normal (5 de junio), de Leticia Dolera, y Los héroes del mal, de Zoe Berriatúa, abonarán una tendencia que mezcla la vocación con la necesidad. Hablamos con los tres cineastas sobre su experiencia en esta metamorfosis.

"Cuando diriges y actúas, tienes un actor menos al que dar órdenes", dice Leticia Dolera medio en broma parafraseando a Woody Allen. Sin embargo, salta a la vista que las cosas no son tan sencillas, tampoco para Dolera, que estuvo dudando durante mucho tiempo si era buena idea ser la protagonista de su primera película. Zoe Berriatúa se siente incapaz de dirigir y actuar a la vez porque si actúa no puede quitarse de la cabeza su condición de director y como chico nervioso se reconoce incapaz de relajarse. Daniel Guzmán cree que escribir, producir y dirigir es ya presión suficiente. Eso sí, no descarta algún día escribirse para sí mismo "el papel de su vida", aunque de momento prefiere no confundir las cosas.

De Laurence Olivier a Mel Gibson pasando por Robert Redford o Clint Eastwood, la lista de actores que han triunfado como directores es extensa y casi tan larga como la propia historia del cine. En el último Festival de Málaga, escaparate del más reciente cine español, el fenómeno de los actores-directores, frecuente en las tablas desde hace algunos años, se visibilizó en las pantallas de cine con los sonados debuts de tres actores de largo recorrido. Daniel Guzmán ganó la Biznaga de Oro con A cambio de nada, un filme con tintes autobiográficos sobre un adolescente huido de casa; Leticia Dolera fue reconocida como guionista por Requisitos para ser una persona normal, cinta que cuenta la historia de una treintañera perdida en la vida y ansiosa por integrarse en la sociedad. La controversia llegó de la mano de Los héroes del mal, de Zoe Berriatúa, sobre un adolescente acosado en el colegio y el extraño triángulo que se forma alrededor de él.

Si por algo destacan las tres películas, de la comedia romántica naïf de Dolera al costumbrismo neorrealista de Guzmán pasando por el tono operístico de Berriatúa, es por tratarse de películas muy personales que cuentan historias que les resultan cercanas. "Mi personaje no tiene que ver conmigo pero conozco muy bien ese sentimiento que ella tiene de no encajar. Para crear, debes partir de algo auténtico con lo que tengas una verdadera conexión emocional", dice la actriz. Dolera imaginó a distintas intérpretes españolas para su papel protagonista y fueron los productores quienes la acabaron convenciendo. "Ha sido una experiencia muy enriquecedora. Es un poco raro eso de salir en una escena y ser tú misma la que también diga ‘corten'para terminarla. Me ha permitido tener más libertad para improvisar y arriesgar y también para jugar con los actores. Hay algo fantástico en dirigir una escena desde dentro y poder sorprenderles".

Daniel Guzmán y Zoe Berriatúa prefirieron olvidarse de su faceta como actores y colocarse solamente la gorra de director. Ambos han trabajado en sus películas con actores muy jóvenes, casi noveles, con los que fácilmente podían sentirse identificados al haber empezado ambos sus carreras muy jóvenes. "Me sentía un poco como Pep Guardiola -explica Guzmán-. Antes que entrenador fue jugador y sabe que necesitan respeto y cariño. Cuando llegamos a la escena cumbre Miguel (Herrán, actor protagonista) nos impresionó a todos porque llega hasta un lugar muy difícil para un actor. Para que eso suceda tienes que haber hecho antes un poco de hermano mayor. Actuar, como escribir, es un trabajo que consiste en una mezcla entre imaginación y experiencia, tiene que ser algo muy orgánico, muy vivo, para conseguir esa credibilidad. Es algo que sale muy de dentro y eso requiere también disciplina. En ese sentido, un actor se parece mucho a un atleta".

Zoe Berriatúa lleva 30 años actuando y se ve más intruso en el mundo de la interpretación que en el de la dirección. "Fui actor un poco por casualidad y de pequeño me gustaba porque me pagaban las pellas", dice. Ahora mismo, acaba de dirigir Los héroes del mal producido por Alex de la Iglesia y se siente muy afortunado de haber podido crear con total libertad: "Alex me dijo que quería ser el productor que le habría gustado tener como director y yo he querido ser el director que me habría gustado tener como actor". Película estruendosa con escenas de violencia y de un dramatismo intenso, Zoe cuenta que ha empleado "todas las armas imaginables que he ido conociendo como actor: el trabajo físico, el método, palabras evocativas... No creo en la composición del personaje, el mejor consejo como actor que he recibido en mi vida es tan sencillo como ‘no actúes'. Actuar no es falsificar".

Todos acumulan nutridas carreras y han aprendido sobre el terreno cómo se dirige una película. "Te vas quedando con cosas", dice Dolera. "Por ejemplo, Bayona rueda algunas escenas con música o Paco Plaza no para entre toma y toma y yo he hecho lo mismo".

Un camino de obstáculos

Berriatúa también ha aprendido actuando lo que no debe hacerse: "He trabajado con algunos directores muy famosos que dirigen las escenas sin ninguna pasión, podrían marcharse del plató y la película la podría hacer el director de fotografía o la script y no pasaría nada". El cineasta madrileño defiende con pasión un trabajo hecho a su medida: "Hay demasiado cine que parte de fórmulas. En Málaga me enteré de que mi película es vanguardista pero es muy convencional. Hacer cine de minorías lleva un trabajo ingente".

Para estos actores, escribir y dirigir también ha sido una manera de ahuyentar el fantasma de la inactividad. "Tengo un carácter inquieto y activo y no puedo quedarme en casa a esperar a que me llamen. Necesito hacer cosas e implicarme en proyectos. No voy a dejar de ser actor pero tampoco director". Para Dolera, ponerse a escribir fue una manera de canalizar "una creatividad que no desaparece. Comencé rodando cortos porque esa necesidad de expresarte sigue ahí".

Para Berriatúa dirigir siempre fue una prioridad: "Ha sido un camino de obstáculos porque los productores te decían que era una película imposible. Ahora nos enfrentamos a un panorama en el que, como en tiempos de la censura franquista, debes hacer proyectos que puedan comprar las televisiones y que al mismo tiempo aporten algo personal". Guzmán, sin embargo, quiere hacer una película "oscura", en la línea de Haneke o en la línea del cine danés, sobre un arribista que carece de escrúpulos: "Así es. Si quiero hacer una película más dura primero tengo que hacer una comedia".