Pablo Trapero dirige El Clan, la película producido por los hermanos Almodovar

"Si no afrontas la realidad, te explota en la cara". El director Pablo Trapero convierte El clan en una incómoda y aguda reflexión sobre la hipocresía, la memoria y la representación de la realidad. ¿Un ejercicio de psicoanálisis?

"Si uno no mira la realidad de frente, al final te pasa factura. Si no te atreves a afrontar lo que ocurre, lo siguiente que escuchas es una explosión". Pablo Trapero habla y uno no tiene claro si está escuchando las educadas explicaciones que un director siempre ofrece de su trabajo o la introducción a un curso de psicoanálisis. El acento porteño agudiza la confusión. "Bueno, los argentinos somos así. ¿Cuál es nuestra música nacional? Pues eso, el tango, una manera de psicoanalizarnos, de mirar a las heridas del pasado..." Y, resignado a su condición de cliché (como todos), se ríe.



El cineasta habla de El clan, la película producida por los hermanos Almodóvar que, tras batir todos los récords de taquilla en Argentina y más allá, consiguió el premio como mejor director en la pasada edición de Venecia. La cinta cuenta el extraño y a la vez completamente normal (en el oxímoron reside el ‘quid') caso de la familia Puccio. En la Argentina de los años 80, la de los 9.000 desaparecidos, la del Mundial de Kempes, la de la vergüenza; ahí, decíamos, ellos, con el patriarca Arquímedes a la cabeza, se dedicaron con la mayor "naturalidad" del mundo a secuestrar, torturar y finalmente asesinar. Era su medio de vida. No eran, y esto es relevante, una nueva versión de los Dalton ni muchos menos de Ma Baker y sus polluelos. No eran, para entendernos, criminales. Gozaban de la protección de la policía. Y no sólo eso. Afincados en el barrio bien de la capital, existían perfectamente integrados como padres de familia ejemplares, jugadores de rugby de prestigio (el hijo) o maestras con una contrastada devoción por la infancia (la madre). Eran, sencillamente, normales, patológicamente normales. Y Trapero convierte este suceso emblemático, turbador y cruel en un perfecto mirador desde el que contemplar la sociedad de su tiempo. Y más allá.



"Estoy convencido", reflexiona, "que todos los grandes crímenes, o gran parte de ellos, dicen mucho de la sociedad de su tiempo. ¿Por qué entra un loco en un cine y mata a no se sabe cuánta gente? ¿Es acaso una casualidad?". Y sigue: "Pero no creo que la película hable sólo de la Argentina de entonces. De alguna forma, el tema es la hipocresía. Y de este mal hay muy pocas sociedades libres de culpa. No sé, pienso en España y me viene a la cabeza la corrupción. ¿Por qué durante tanto tiempo hubo gente que consideró la corrupción completamente normal?". Trapero pregunta y el que está enfrente, en calidad de español recién citado, no sabe si cambiar los papeles y contestar, o simplemente dejar pasar. Hay cuestiones quizá que se responden solas. Cuenta el director que la idea de la película le asaltó cuando, apenas terminada Leonera, atisbó la posibilidad de hablar con el padre de familia por entonces aún vivo. "Cuando contaba la película que quería hacer, se reían de mí. Era casi un chiste. Era como si me empeñara en representar el cliché de director intenso con ganas de acabar su carrera cuanto antes. ‘Pero, ¿quién va a querer ver semejante monstruosidad?', me decían los productores", recuerda. El tiempo, sin embargo, acabó por darle la razón. "Creo en la capacidad del cine para interpretar la realidad, para rehacerla y ofrecérsela al espectador como algo nuevo y digno de reflexión". Y le creemos. "Me ha sorprendido que la gente acudiera a ver El clan como si fuera un entretenimiento. Hay gente (lo sé por Twitter) que la ha visto hasta cuatro veces... No sé, quizá los argentinos somos así, necesitamos entender las heridas del pasado para vivir el presente, para que no nos explote en la cara". Y ahí lo deja.



@luis_m_mundo