Anton Corbijn y Dane Deehan en un momento del rodaje de Life

El fotógrafo musical y cineasta holandés estrena Life, la película que ahonda en la relación de James Dean con el fotógrafo Dennis Stock y que llega este viernes a nuestras pantallas. "Todos nos identificamos en algún lugar profundo con su rebeldía", confiesa a El Cultural.

Anton Corbijn (Holanda, 1955) dice que nunca pensó en dirigir películas pero está claro que le ha cogido el gusto. Afamado fotógrafo de celebridades mundiales, muy especialmente del mundo de la música, tras dirigir algunos vídeos para U2 o Depeche Mode, con quienes les une una larga relación, debutó en el terreno del largometraje con Control (2009), en el que retrataba a un mito que le resulta próximo, Ian Curtis, el cantante de Joy Division fallecido prematuramente y mito del siglo XX. Después de El americano (2008) y El hombre más buscado (2014), el cineasta regresa al terreno del mito con el mito por excelencia, James Dean, interpretado en el filme por Dane Deehan. A partir de su relación con Dennis Stock (Robert Parrison), el fotógrafo de Magnum que retrató al actor de Al este del Edén o Gigante en sus icónicas imágenes neoyorquinas, Corbijn refleja el momento exacto en el que nace la leyenda, así como una "de esas relaciones que le cambian a uno la vida casi sin darse cuenta".



Pregunta.- ¿Por qué cree que James Dean ha tenido un valor simbólico tan enorme?

Respuesta.- La sociedad había cambiado y los modelos del cine seguían siendo los mismos, llevaban como mínimo una década estancados. James Dean simbolizó esos cambios generacionales, estuvo al frente de un fenómeno social. Representa a un hombre que muestra sus emociones y es muy auténtico, eso fue muy atractivo para mucha gente.



P.- Stock se queda fascinado con el potencial de Dean cuando aún no es una estrella ni ha estrenado su primera película, ¿suerte o intuición?

R.- Suerte, pero la suerte no es pasiva, es activa. Hay una parte clara de intuición y también de tener iniciativa, Stock tuvo la energía para hacer que sucediera. Al mismo tiempo, es cierto que la vida te tiene que dar esta oportunidad. Pero él sabe aprovecharla.



P.- En un momento dado, Stock dice que Dean es "agobiante", ¿se enamora del mito pero no de la persona?

R.- Creo que él en ese momento está tratando de parecer un tipo mundano con su editor. Es evidente que hay química entre ambos y que se gustan. La película trata sobre cómo, de forma insospechada, alguien puede cambiar tu vida. Stock capta muy rápido esa áurea de rebelde sin causa de Dean y el actor se siente agradecido de que alguien se implique tanto en su retrato y trate de entenderle también a él como persona.



Dane Deehan y Robert Parrison en una imagen de la película. Foto: Caitlin Cronenberg

P.- ¿Una sesión de fotos es capaz de crear un mito?

R.- Hay muchos elementos. Si James Dean no hubiera muerto tan joven esas fotografías habrían adquirido un significado distinto. Cuando mueres joven, tu recuerdo se mantiene más fuerte porque siempre queda la duda de lo que podrías haber conseguido. Las circunstancias también son muy importantes.



P.- Vemos a un James Dean menos guapo que se transforma ante la cámara, ¿es más cuestión de fotogenia que de belleza en bruto?

R.- Lo importante es el carisma, la belleza por sí sola no funciona con la gente. Cuando buscábamos un actor teníamos varias opciones y yo nunca quise un modelo aunque el actor no fuera tan parecido. Quería captar más el interior de Dean, su mirada, y para eso necesitaba un actor.



P.- Hoy existe la impresión de que la industria crea a las estrellas y en el filme vemos al actor luchar contra los estudios por mantener su integridad, ¿fue Dean el último mito espontáneo?

R.- La industria ayuda a gente pero no creo que pueda inventarla. En este caso, Dean era un hombre hecho a sí mismo, de un pueblo y sin conexiones con la industria, y trató de utilizar esa condición de outsider para su beneficio. En una industria que lo decidía todo, él consigue destacar.



P.- Hablemos de las fotos, ¿qué las hace tan especiales?

R.- Hay mucho que ver en ellas. Lo vemos como un hombre solitario, dispuesto a hacer su vida, a tomar sus propias decisiones. Es duro, tiene ese punto jazz, y es un hombre muy guapo, totalmente cool. Todos nos identificamos en algún lugar profundo con su rebeldía, es alguien especial.



Imagen de la película. Foto: Caitlin Cronenberg

P.- ¿Se puede saber con ojo clínico quién es una verdadera estrella?

R.- No estoy seguro. Me atrae la gente muy intensa, la que se entrega por completo en su trabajo. Esa actitud de jugárselo al todo o nada suele darse más en la juventud. Es la misma que intento tener yo con mi propio trabajo aunque me haya hecho mayor.



P.- ¿Hoy puede tener una fotografía la misma capacidad de impacto?

R.- El significado de una fotografía ha cambiado mucho. Antes la fotografía era una cosa excepcional, la veías en determinadas revistas. Hoy la fotografía está por todas partes, ha ingresado en el museo y el mundo del arte y en el mundo se hacen a millones. Hoy es mucho más difícil destacar, el impacto siempre será mucho más limitado.



P.- ¿Y el cine, al contrario, ha perdido espontaneidad como dice Wenders por haberse convertido en una maquinaria pesada?

R.- El cine es muy caro y es un negocio. La gente gasta muchos millones y no quiere perderlos. Todo está demasiado planeado, sí.



P.- Comenzó tarde a dirigir películas pero se le ve entusiasmado, ¿ha descubierto su vocación oculta?

R.- Es cierto que nunca pensé en dirigir películas. La primera surgió un poco por casualidad y sin creer demasiado en mí mismo. Lo veo como una gran aventura y me lo paso muy bien haciendo películas.



P.- ¿Sigue atento a las novedades musicales?

R.- No, ya no. Trabajo con mis amigos y me lo paso muy bien con las bandas. Hay otras cosas en mi vida, ahora mismo estoy muy interesado en trabajar con pintores.



@juansarda