Una imagen de Berserker con Ingrid García-Johnson

Por su propia naturaleza, el cine audaz, inmune a los complejos, se manifiesta en los extrarradios del orden establecido por la industria. Un joven festival, alcanzada su quinta edición, sigue determinado en trasladar ese cine al centro de las preocupaciones creativas del cine contemporáneo. Se trata de un cine, y un festival, entendido como gesto de resistencia y espacio de reflexión.



Es tan genuina y necesaria la vocación de este certamen por conquistar su espacio natural entre la vasta oferta cinematográfica que, a día de hoy, es probablemente la única de las citas festivaleras que acontece simultáneamente en dos continentes -Madrid, Monterrey, Barcelona, Montevideo, Córdoba, México y Santiago de Chile- y en dos dimensiones: presencial y virtual, pues todas sus películas a concurso, a partir del día 13 de diciembre, podrán verse de forma gratuita por streaming, accediendo a la página del certamen.



Habrá 14 largometrajes a concurso, procedentes de siete países, si bien queremos destacar aquí dos títulos que participan fuera de concurso, en pases especiales: O futebol, de Sergio Oksman y Berserker, de Pablo Hernando. Dos títulos que se cuentan entre lo más fascinante que puede deparar el cine español este año, y que a su modo vienen a concentrar en sus imágenes varias de los intereses del cine más sintonizado con su tiempo, pero sin perder de vista la tradición experimental a la que pertenecen. Un cine que se preocupa por alumbrar los márgenes de la vida desde los márgenes del cine.



Sergio Oksman y Carlos Muguiro dirigen O futebol, una película realizada en Sao Paolo durante el pasado Mundial de Fútbol, cuya apariencia de cine íntimo, casi como un autorretrato paterno-filial, no debe distraernos de su fascinante discurso alrededor de las fronteras, definitivamente rotas, entre ficción y documental, entre fabulación y vida, entre construcción y registro. Uno de los directores, Oksman, se reencuentra con su padre Simao en su ciudad natal tras 20 años sin verse, y se plantean como objetivo -como "trama" de la película, en definitiva- ver juntos todos los partidos del campeonato mundial, como hacían en su infancia.



Pero eso solo será un punto de partida, una premisa situacional para poner en marcha la película y pautar su evolución. Como veremos, las fuerzas imprevisibles de la realidad intervienen hasta definir el curso de los acontecimientos y trazar los temas más pregnantes de la película: el desarraigo, la memoria, la ausencia, etc. Como hicieron en la obra maestra Una historia para los Modlin (2012), ganador del Goya a mejor cortometraje, Oksman y Muguiro parten de una planificación fílmica con la confianza de que la intervención del azar acabará construyendo el relato, es decir, una maniobra que nace en los márgenes para revelar el centro del discurso. En el proceso, este retrato íntimo de un padre y un hijo consigue algo realmente milagroso: controlar el azar.



El segundo filme de Pablo Hernando, Berserker, es otra de esas películas que, como ocurrió con Diamond Flash de Carlos Vermut, inoculan grandes esperanzas (y talento) en el cine español. La película se define a sí misma a partir de lo que aparenta ser pero no es, de sus contrasentidos cargados de sentido. Porque todo en ella parece girar alrededor de las apariencias, de los simulacros, de la puesta en escena. Es una película que se revela contra los supuestos pero se construye a partir de las suposiciones: cada paso en la trama es una pregunta sin respuesta. Un filme que, sorprendentemente, contagia tanta pasión por las ficciones bien articuladas como desconfianza y desencanto hacia toda forma de ficción. Como si la construcción de un relato ya no tuviera función alguna más que revelar la propia irrelevancia (o la muerte) del relato en el nuevo cine.



Algo así es lo que termina por averiguar el espectador a partir de cierto punto, cuando se verá obligado a tomar perspectiva (colocarse fuera) de una enrevesada ficción-investigación que se resiste a ser resuelta. Berseker nos coloca en la mente de un joven escritor, interpretado por Julián Genisson (miembro del colectivo Canódromo Abandonado), a quien se le acaba el plazo para entregar la novela y decide cambiar el argumento para investigar el caso de una desaparición real. Ni cine negro, ni comedia, ni retrato social, pero todo ello al mismo tiempo, su relato no habla de la crisis económica pero la película parece no hablar de otra cosa. Su estética diurna en HD, sus espacios desangelados, su luz tosca y natural, su trama sin resolución transmiten como ninguna otra ficción española que recuerde la sensación de habitar un mundo, una sociedad, una generación, a la que se le han caído todas las certezas y redes de seguridad, y cuyo futuro imaginable es el final del día.



De esa clase de márgenes quiere hablarnos el festival que arranca el 3 de diciembre en la Cineteca de Matadero. La cita con un cine que se expresa en los márgenes de la industria, pero que desde luego no se queda al margen de la vida.



@carlosreviriego