Una imagen de El cuento de los cuentos

El director de Gomorra le da la vuelta a los arquetipos universales de los cuentos infantiles en una película cuya ambición no trasciende a la simpática rareza.

Su ambición no trasciende la simpática rareza, pero El cuento de los cuentos tiene la virtud de darle la vuelta a los arquetipos universales de los cuentos infantiles. Tras su presentación a concurso en Cannes, y su paso por el Festival de Sevilla, llega finalmente a las salas la primera producción internacional del autor de Gomorra, con John C. Reilley, Salma Hayek y Vincent Cassel en el reparto. El italiano traslada a la pantalla diversas fábulas de Giambattista Basile, precedente de los hermanos Grimm y Charles Perrault (quienes de hecho adaptaron varios de sus cuentos), si bien la importancia del lenguaje autóctono y barroco queda fuera de la ecuación, pues el filme está rodado en inglés, sin un anclaje cultural determinado. Uno se pregunta si no hubiera ganado en singularidad esta colección de relatos sobre princesas, ogros, castillos, brujas, bestias inmundas y demás fauna de los cuentos medievales y fantásticos si el cineasta hubiera respetado los orígenes napolitanos de los cuentos.



Puede parecer un gesto de reinvención esta película en la filmografía del italiano, si bien Garrone siempre ha buscado los contagios entre la realidad y la fantasía en sus trabajos. El viaje a los infiernos de la mafia en Gomorra, a pesar de su apariencia hiperrealista y semidocumental, se deslizaba por instantes en los territorios oníricos, y ya narró un cuento siniestro y moral con Reality, cuyo arranque en carroza de hecho señalaba ya ese territorio poético y féerico, pero lo cierto es que en El cuento de los cuentos ha puesto realmente en escena su particular fábula de ogros y princesas. Lo hace con acertada ironía, aunque sin caer en la distancia displicente, utilizando todos los elementos de estas fábulas morales para llenarlas de sordidez bien estilizada, de una crudeza que puede recordarnos a Pasolini y una estética de lo grotesco que puede herir las sensibilidades infantiles. Existe en todo caso una belleza congénita en las imágenes, una corporeidad inédita en este tipo de propuestas (con La princesa prometida como claro precedente), y los relatos cruzados de tres monarcas en sus reinos ejerce suficiente hechizo en el espectador.



Garrone agarra los estereotipos y los utiliza en su favor: hay reyes sátiros, heroicos y egoístas, hay brujas que seducen con su voz y ansían el hechizo de la juventud, hay una historia de príncipe y mendigo, hay bufones en la corte y vírgenes en el bosque... La populosa fauna de criaturas que desfilan por la pantalla tienen la capacidad de revelar los pliegues más sucios, oscuros y grotescos de un género asociado a la inocencia y la luz. El cuento de los cuentos se aleja afortunadamente de algunas series de televisión y producciones mainstream que han bebido en los últimos años de los hermanos Grimm, para imprimir un carácter realmente singular, una suerte de fantasía realista o realismo fantástico, a su propuesta. El guión de fábulas cruzadas -en las que priman las colisiones entre humanismo y perdición- está cosido con fuerza y el planteamiento visual logra crear un universo propio. Tampoco faltan las secuencias de impacto visual, como ver a Salma Hayek comerse un corazón de basilisco marino, un ogro escalar un escarpado precipicio con una princesa a la espalda, secuencias subacuáticas de alto voltaje onírico y hasta a una bestia desintegrarse en una mujer. Lo dicho, una simpática rareza.



@carlosreviriego