La imagen de Atreyu a lomos del Fujur permanece grabada en la retina de varias generaciones de niños y adolescentes

A partir del 22 de julio, La historia interminable, el mítico filme basado en la no menos mítica novela de Michael Ende vuelve a las pantallas de cine de nuestro país, con una nueva y brillante copia que podrá verse en distintas ciudades españolas gracias al esfuerzo de la distribuidora 39 Escalones Films. Una oportunidad única para recuperar a lo grande un clásico del cine fantástico para niños de todas las edades.

A Michael Ende no le hizo demasiado feliz la adaptación de su obra maestra, firmada en 1984 por su compatriota Wolfgang Petersen -él hubiera querido a Kurosawa o Wajda-, quien había conquistado merecida fama internacional unos años antes con su espectacular drama bélico El submarino. No le faltaban motivos, especialmente el hecho de que la película basada en su libro no llegaba, en realidad, más allá de la mitad del mismo, aparte de algunos otros cambios y de un tono decididamente frívolo y pop -agudizado en la versión internacional, que incluiría en su banda sonora temas techno de Giorgio Moroder y el inmortal n° 1 de Limahl, mientras la alemana solo contaba con la música orquestal de Klaus Doldinger-, que no resultaba del todo fiel a la naturaleza filosófica, sofisticada y posmodernista de la novela bicolor de Ende. Es la historia de siempre, por supuesto. A casi ningún autor le gustan las adaptaciones cinematográficas de sus obras, pero el paso del tiempo pone todo en su justo lugar y suele confirmar algo que los críticos de cine tardan más en aceptar que la mayoría de los espectadores: que novela y película son dos cosas distintas, y que cuando, como en este caso, sus diferencias no perjudican a ninguno de ambos productos en sus propios términos, ocurre precisamente lo contrario: que se enriquecen mutuamente.



A Michael Ende no le hizo demasiado feliz la adaptación de su obra maestra, firmada por su Wolfgang Petersen

Hoy, poco más de veinte años después del fallecimiento de Ende, es imposible no reconocer que el filme de Petersen, que ahora vuelve a nuestras pantallas por todo lo alto, contribuyó de forma sustancial a dar a conocer su novela más importante y una de las mejores obras de fantasía de la segunda mitad del siglo XX, a la altura de Tolkien, Mervyn Peake o C. S. Lewis, y en la línea de los grandes clásicos de la literatura infantil para adultos de E. T. A. Hoffmann, Lewis Carroll o Matthew Barrie, por citar algunos ejemplos al azar. La divertida, colorista y ágil fantasía cinematográfica creada por Petersen, pese a sus infidelidades, no traicionaba en absoluto el sentido de la maravilla y la necesaria apología de la magia y la imaginación que son el corazón mismo de la historia escrita por Ende, y, por otro lado, proporcionó a varias generaciones una fábula de crecimiento, valor y fe en la fantasía, plagada de momentos y personajes icónicos, que surgían de un imaginario netamente europeo, contaminado de filosofía y simbología oriental, trufado de subtextos esotéricos y elementos surrealistas hoy lamentablemente ausentes de un cine fantástico excesivamente spielbergizado y colonizado por Hollywood.



El fenómeno interminable

Lo cierto es que pese al disgusto de Ende, quien quiso que su nombre fuera retirado de los créditos del filme e incluso intentó sin conseguirlo que cambiaran también su título, La historia interminable de Petersen se convirtió casi de inmediato en un fenómeno de masas, disparando las ventas del libro -que ya había funcionado muy bien, por supuesto- y haciendo tararear a millones de personas en todo el mundo la cancioncilla interpretada por Limahl, antiguo miembro de la banda neorromántica y techno-pop Kajagoogoo, con su imposible pelazo blanco encrespado. Protagonizada por un jovencísimo Noah Hathaway en el papel del heroico Atreyu, quien provenía ni más ni menos que de la serie televisiva original Galáctica, y por la todavía más joven -once años- Tami Stronach como la Emperatriz Infantil, el filme no solo fue la producción más cara en la historia del cine alemán, con un presupuesto de cuarenta millones de dólares -sí, lo sé: ahora parece ridículo, pero hablamos de hace tres décadas-, sino del cine europeo en general, dejando a un lado Rusia, y el esfuerzo por traducir en imágenes los personajes y escenarios fantásticos de Ende fue coronado con inusual éxito y carisma por un inabarcable equipo de técnicos en efectos especiales y visuales capitaneado por Colin Arthur -habitual también en el cine fantástico hispano, por cierto- y Jim Danforth de Industrial Light & Magic.
Su simbología y surrealismo hoy está ausente de un cine fantástico excesivamente spielbergizado
El resultado: criaturas increíbles que quedaron grabadas a fuego en la mente de varias generaciones, como la vetusta tortuga gigante Morla, el hombre-lobo Gmork, y, sobre todo y por encima de todas, el entrañable Fujur, el Dragón de la Suerte que se convirtió en compañero eterno de Atreyu… y de millones de niños y adolescentes, transformado en verdadero icono generacional.



La historia interminable no fue sólo un éxito de público y crítica en su momento, sino sobre todo y ante todo, un artefacto cinemágico que moldeó el imaginario colectivo del siglo XX y del XXI, permaneciendo en la memoria de distintas generaciones de espectadores, que lo disfrutaron primero como superproducción cinematográfica en la pantalla grande, después como éxito de videoclub -fue uno de los títulos más alquilados en la década de los 80 y parte de los 90-, más tarde en sus muchos pases televisivos… y quienes ahora, sin duda, lo recuperarán embargados por la nostalgia en este reestreno de lujo, que llega en pleno verano a batirse con los blockbusters de Hollywood a la moda.



Otra fantasía es posible

La lección que todavía puede ofrecernos y nos ofrece La historia interminable, la película original (de sus secuelas y franquicia mejor no hablar), es recordarnos que otro modelo de cine fantástico y de aventuras, diferente al actualmente codificado y masificado por la industria hollywoodiense es posible. Al igual que películas como Los héroes del tiempo, Cristal oscuro, Dentro del Laberinto, Legend e incluso El Señor de los Anillos de Bakshi, La historia interminable de Petersen carecía felizmente de la pretenciosidad impostada, la épica inflada y el exceso por el exceso de las superproducciones del género actuales. Frente a la triste fotografía oscura, monocroma y monótona de hoy -que algo parece tener que ver con el concepto de La Nada de Ende, que consumía implacable el reino de Fantasía-, estos títulos ofrecían color, brillo y matices. Frente al montaje a menudo desabrido y la dependencia de esos efectos digitales que funden y confunden malignamente imagen real y animación de ordenador, una narrativa transparente, ágil pero inteligible y efectos especiales mecánicos, con volumen, forma y contenido físico.

La película fue un artefacto 'cinemágico' que moldeó el imaginario colectivo del siglo XX y del XXI

Frente al dramatismo sentimentaloide, moralista y pretencioso, sentido del humor, alegría y exotismo. Más allá de la mera nostalgia, ir a ver hoy en nuestros cines La historia interminable, en lugar de, por ejemplo, la (per)versión perpetrada por Spielberg y la Disney de Mi amigo el gigante de Roald Dahl, es un gesto casi político, de resistencia frente a la maquinaria de un Hollywood mediocre, decidido a devorar la Fantasía.



Al parecer, el Auryn original de La historia interminable está ahora en una urna de cristal en las oficinas de Steven Spielberg… Un signo inquietante: no es difícil ver a Spielberg como un nuevo mago negro al servicio de la Nada y la Oscuridad, que ha secuestrado el símbolo mágiko (con la "k" de Crowley) por excelencia imaginado por Ende, para destruir definitivamente cualquier otra Fantasía que no sea la que diseñan él y sus aprendices de brujo desde su Mordor particular en las colinas de Hollywood. ¿Habrá algún Atreyu que se atreva a recuperar el Auryn? De momento, y por si acaso, veamos otra vez La historia interminable y, más importante aún, leamos de nuevo a Michael Ende, antes de que sus mágicas lecciones caigan definitivamente en el olvido.