Roberto Álamo y Antonio de la Torre protagonizan Que Dios nos perdone de Rodrigo Sorogoyen
El debutante Rodrigo Sorogoyen presenta Que Dios nos perdone un retrato del Madrid brutal y salvaje del verano de 2011, marcado por el eco de las protestas del 15M y la visita del Papa en su encuentro con la juventud.
Todos los madrileños recordarán el verano de 2011. Un verano marcado por la reciente protesta del 15M que colapsó el centro de la ciudad y la visita de cientos de jóvenes peregrinos para el encuentro mundial de la juventud con el Papa Benedicto XVI. Fue un estío caluroso, como todos los últimos, y agitado políticamente en el que aquella invasión de chavales contrastaba con una ciudad deprimida económicamente y agitada pot todo tipo de protestas.
En ese pasado reciente sitúa Rodrigo Sorogoyen su nueva película, Que Dios nos perdone, tras el éxito de aquella desoladora
Stockholm con la que ganó por sorpresa el premio Feroz que conceden los periodistas cinematográficos a la mejor película.
Con unos actores sobresalientes, Roberto Álamo borda su interpretación de un policía entregado y meticuloso pero violento en su intimidad y acosado por mil y un demonios.
Antonio de la Torre, siempre brillante, compone con sutileza su papel de lo contrario, defensor de la ley como Alamo pero apocado y tímido, con problemas de vocalización y tartamudeo, aunque esconde en su interior un hombre atormentado por su sexualidad.
Ambos son sin duda lo mejor de una película en la que las fuerzas del orden investigan unos siniestros crímenes en una película que la cámara de Sorogoyen dota de atmósfera y turbulencia.
Hay mucho que celebrar en este filme que surge como un chispazo nervioso que refleja la más cruda realidad. En
Que Dios nos perdone uno siente ese Madrid sofocante y peligroso de 2011, cuando la crisis dejó a muchos sin trabajo e incluso sus hogares y la tensión se respiraba en el ambiente. Tengo un problema con la película y es que no estoy de acuerdo con su "mensaje" (la palabra es odiosa, pero viene al caso) final, o sea, que
todos somos malos y no hay tanta distancia entre el cruel psicópata y el españolito de a pie que tras una máscara de decencia esconde un monstruo. Tengo la impresión que es un concepto que pertenece más al mundo de lo intelectual que de lo real y que esconde unas ciertas ganas de epatar poco epatantes. Curiosamente, o no, una idea parecida recorre la
película de Bonnello, y ambos parecen equivocarse en lo mismo. No es que en el mundo hay buenos y malos y la línea esté claramente definida, eso hace tiempo que lo sabemos, pero el crimen con mayúsculas y la miseria humana con minúsculas no son comparables.
Florence Pugh protagoniza Lady Macbeth, basada en una novela rusa del siglo XIX
La película británica
Lady Macbeth llegaba a competición precedida de buenas sensaciones y a priori como una de las favoritas del festival. No es el
Macbeth de Shakespeare aunque pueda darse esa confusión, sino la del escritor Nikolái Leskov, que escribió esta novela gótica en el siglo XIX. El nombre, de todos modos, tiene mal fario y Lady Macbeth también es más mala que la tiña.
La Inglaterra rural y escarpada nos recuerda a aquella versión de Cumbres borrascosas de Andrea Arnold y al principio esa Lady Macbeth obligada a casarse con un hombre antipático que le dobla la edad parece una de esas heroínas trágicas condenadas a sufrir en una sociedad insoportable. Pero
la película se convierte en otra cosa y cuando la protagonista se enamora de un joven aparcero,
más bien es una versión de Bonnie and Clyde o en un tono mucho menos romántico, las
Malas tierras de Malick. Filme demoledor, la escena del tercer asesinato es brutal, deja un regusto amargo y deprimente. Esa es la intención.
En Perlas se ha podido ver la nueva película de
Ira Sachs, inspirado director de
Keep the Lights On (2012) y la reciente
Love is Strange (2014).
Aficionado a los amores difíciles, cuenta en Little Men el sugerido romance entre dos chavales de 13 años separados por la enemistad de sus padres por una cuestión de dinero. Sachs tiene una manera de contar sus historias de forma sutil y encantadora que sigue funcionando en este filme sobre personajes perdidos en el Nueva York contemporáneo. Hay como siempre una buena construcción de personajes y una atmósfera conmovedora pero a
Little Men le falta algo de ambición y garra.
@juansarda