Ira Sachs
El director estrena Verano en Brooklyn, la historia de amistad de dos adolescentes, basada en la complicidad, que resisten a las presiones de sus familias enfrentadas.
Pregunta.- ¿Siente que la televisión le ha robado al cine la capacidad de contar historias como las suyas?
Respuesta.- La televisión no es cine. Pide y da cosas distintas. En televisión tienes que justificar por qué cuentas esa historia con tanto tiempo y te piden que tenga interés global. Lo que echo de menos en televisión es la ambigüedad y el silencio. Mis películas han cambiado porque ahora el cine encuentra públicos distintos, y debido a ese cambio en la audiencia siento una atención más cercana al suspense que antes. Yo lo llamo suspense emocional o moral.
P.- ¿Detecta la influencia de Ozu en esta película?
R.- Me siento honrado y un poco tímido. Lo venero. Cuando comencé a trabajar con Mauricio Zacharias, mi coguionista, en Keep the Lights On y El amor es extraño había un ciclo de Ozu en un cine de Nueva York y vimos diez o doce de sus películas. Nos enseñó el camino y nos "dio permiso" para hacer el tipo de película que queremos hacer, que se centra en la enormidad, la monumental experiencia de lo que pasa en los hogares y en las familias, específicamente entre generaciones. Esta película estuvo específicamente inspirada en dos películas de Ozu, He nacido pero... (1932), que es una película muda, y Buenos días (1959), que tratan sobre dos niños que están en huelga contra sus padres. Partimos de esa idea como trama y por tanto fueron grandes referentes.
P.- En sus tres últimas películas parece tratar el asunto de parejas imposibles. Los amantes y enemigos de Keep the Lights On, la mudanza forzada de Love is Strange o en esta Verano en Brooklyn...
R.- Hay una conexión entre El amor es extraño y Verano en Brooklyn y es que tratan sobre dos personas que realmente se quieren pero deben luchar contra elementos externos. En Keep the Lights On y en mis otras películas eran problemas internos relacionados con la intimidad y se relacionan con un período de mi vida más complicado. En estas dos últimas películas hay una especie de optimismo. Tiene algo de Capra, los personajes buenos luchan contra el exterior.
P.- Sus películas no cuentan grandes tragedias ni cataclismos, ¿es cine "de las cosas pequeñas"?
R.- Hablamos de las cosas que realmente afectan a la vida de las personas. No son cosas pequeñas en el sentido de que la película trata sobre dos personas que se miran en el metro y trata sobre ese momento. No poder pagar tu alquiler es un problema enorme para mucha gente, empezando por los refugiados. Hay una lucha por cómo pagamos nuestras necesidades.
P.- Es muy difícil saber quién tiene razón en el conflicto inmobiliario que plantea.
R.- Como dice Renoir, lo terrible del asunto es que todo el mundo tiene razón. Parte de la estrategia al escribir el guión es que no hay un personaje con el que el público pueda identificarse completamente. No hay víctima ni villano. La familia inmigrante no es muy pobre ni la familia de los caseros es muy rica. El conflicto no queda resuelto del todo. En la vida pasa lo mismo con los conflictos personales, puedes pensar racionalmente una cosa y sentir que es otra.
P.- ¿Por qué no hace explícitamente homosexual la relación entre los dos chicos?
R.- Hay una gran pregunta para el propio personaje, que dice todo el rato "no lo sé". Y es que no lo sabe. Eso es algo que el propio actor que escogimos en el casting traía consigo. Como director, trato de no imponer el personaje al actor sino que busco que, de alguna manera, conecte con quién es. En este caso, era un chico emocionalmente joven y no estaba en ese punto en el que la sexualidad se convierte en lo principal. Si hubiera escogido a otro tipo de chico en el que la sexualidad hubiera estado más en primer plano hubiera hecho una película distinta. Lo que pido a mis actores no es que se transformen sino que encuentren a su personaje.
P.- ¿Ese contraste entre el chico jovial y el tímido ya estaba antes del cásting?
R.- Yo digo que uno de los niños es de Bresson y el otro de Scorsese. Y de alguna manera, se complementan. Eso estaba en el guión. Toni representa la energía y es el instigador, Jake es mucho más pasivo y se siente atraído por ese sentido de transgresión.
P.- Vemos esa gentrificación de Nueva York y el problema inmobiliario que también aparecía en El amor es extraño. ¿Qué papel juega la ciudad en sus películas?
R.- Para mí no hay distinción entre lugar y personaje. Como guionista y cineasta me gusta estar atento a todos los detalles, y compartir mis observaciones sobre los lugares. He vivido en Nueva York durante 30 años, tengo amigos en la ciudad, mi familia está allí, y la conozco bien. Hay una deuda que viene de la historia, por lo que tienes que ser fiel a esa historia. Brooklyn fue mi primer barrio, en los años 80, cuando era un barrio dominicano, y durante los siguientes años pude ver cómo los bares latinoamericanos cerraban y cada vez había más chicos blancos universitarios como yo.
P.- ¿Siente ese sentido de culpa de los privilegiados?
R.- No quiero sonar como el típico judío que se siente culpable. No estoy en el mundo de Woody Allen, yo soy del sur y son diferentes culturas. El otro día estaba en un hotel de lujo en París hablando de un cambio social y había un contraste obvio pero todos formamos parte de esta contradicción continua. Lo que trato es de ser específico, y cuanto más específico más originalidad puedo aportar. Realmente en Nueva York cada barrio y cada comunidad es diferente y cuantos más detalles aporte mejor. Por ejemplo, los chicos que van a la clase de actuación, trato de que sean como los chicos que van a esas clases. Cómo se visten, su sexualidad... me siento como un fotoperiodista. Hay una fotógrafa, Vivian Maier, que hizo unas fotos maravillosas de Nueva York precismaente por esa capacidad para el detalle específico.
P.- Greg Kinnear interpreta a un actor fracasado que se lamenta de su propio fracaso. ¿sirve como catarsis de sus propias frustraciones en la profesión?
R.- Me gusta la figura del artista fracasado. Creo que con frecuencia las novelas y las películas tratan sobre personas que no consiguen lo que quieren porque todos sufrimos esa distancia entre lo que esperábamos tener y lo que tenemos. A veces siento que los personajes en mis películas sirven como forma de hacerme perdonar mis propios errores en la vida. Una cosa que me gusta mucho de Greg Kinnear es que no es un actor que se esconda detrás del personaje. Me identifico con las preguntas que se hace porque incluso el éxito es un cúmulo de pequeños fracasos.
P.- De todos modos sus películas son aclamadas en festivales de medio mundo, no le va tan mal.
R.- Para mí no ha sido ni es fácil hacer películas. Cuando en 2008 se hundió la economía, se cortaron los fondos y me tuve que reinventar. En los últimos años he tenido que replantearme por completo mi sistema de financiación. Surgen preguntan más profundas sobre el sentido del valor. El capitalismo al mismo tiempo que fracasa sigue teniendo el dinero. No soy un poeta, hago películas y para hacerlas necesito dinero. Mi respuesta individual es como organizador comunitario en Nueva York, quiero conectar la cultura con la economía para trasladar esa idea sobre el valor no relacionada con el precio.
P.- ¿En qué está trabajando ahora?
R.- Estoy acabando un guión para HBO con Mauricio sobre Montgomery Clift que protagonizará Matt Bomer. Me han dado libertad para hacer la película que quiero y sin duda siento una conexión con Clift por esa lucha que tuvo contra la industria por mantener su integridad artística. Y también estoy trabajando en una película sobre una familia que se va de excursión a la montaña.
@juansarda