Anne Fontaine durante el rodaje de Las inocentes

Los diarios de la doctora francesa Madeleine Pauliac son el punto de partida de Las inocentes, una historia que narra los terribles sucesos ocurridos en un convento polaco recién finalizada la II Guerra Mundial. Dirigida por Anne Fontaine, la película es una reflexión sobre el uso del sexo como vejación.

A finales del año pasado, la ONU denunció que más de 27.000 mujeres habían sido violadas en Siria o en alguno de los campos de refugiados. Desde tiempos inmemoriales, las mujeres son las víctimas silenciadas de los conflictos. En Las inocentes, la cineasta Anne Fontaine (Luxemburgo, 1959) cuenta una historia real sucedida en 1945 en Polonia, recién acabada la II Guerra Mundial, cuando tropas rusas masacraron un convento. En el filme vemos las brutales consecuencias de un crimen atroz que, en palabras de su directora, es una doble violación "a su cuerpo y a su fe. Esta es una película sobre la fe y la maternidad, sobre cómo uno sobrevive a una experiencia tan dolorosa".



La película está protagonizada por la joven actriz Lou de Laâge, en la piel de una enfermera francesa que trabaja para la Cruz Roja a la que las monjas acuden para que las ayude con los partos y las complicaciones de los múltiples embarazos. Una heroína improbable que deberá engañar a sus superiores para mantener la discreción que le pide la madre superiora, co-protagonista del filme, y por momentos villana, obsesionada con mantener el suceso en secreto para preservar su reputación del previsible escándalo que generaría la noticia.



La historia se inspira en los diarios de la doctora de la Cruz Roja y miembro de la Resistencia Madeleine Pauliac, cuyo sobrino y biógrafo ha colaborado en el guión. Fue destacada en Varsovia después de que Polonia fuera liberada de los nazis con la misión de repatriar franceses. Encontró un país devastado por todo tipo de horrores, entre ellos las ruinas de los campos de concentración que tuvo que visitar para localizar a sus compatriotas.



Misión en varsovia

"Había 25 monjas. 15 fueron asesinadas por los rusos. Las diez restantes fueron violadas", escribe la doctora en su diario. La película retrata, de manera académica y con notable dominio del dramatismo, las incertidumbres de una doctora de ideas socialistas que se encuentra con que el horror de la guerra no conoce buenos ni malos. Madeleine Pauliac, que en el filme vive un romance con un médico judío traumatizado por la pérdida de sus seres queridos en el Holocausto, murió un año después de aquellos acontecimientos en un accidente de coche en una misión cerca de Varsovia.



La directora ha querido contar el horror de la II Guerra Mundial, donde las víctimas están condenadas a vivir marcadas por esa violencia. "Es una historia que me aterrorizó desde el primer momento. Vengo de una familia católica y conozco esa vida, aunque quise profundizar más en ella. Hice varios retiros en los conventos de las agustinas", explica Fontaine. "Quería conocer sus ritmos y sus rutinas. Esta película trata de contar lo indecible y era importante que tuviera un sentido de la espiritualidad". Como sigue sucediendo y vemos en el filme, las mujeres víctimas de violaciones también se enfrentan al estigma de convertirse en madres de hijos "bastardos". En este caso de forma oprobiosa al tratarse religiosas.



En 2006, la película bosnia Grbavica, el secreto de Esma, dirigida por Jasmila Znabic, ganó el Globo de Oro en Berlín con su retrato de la historia de una mujer musulmana que convive con su hija adolescente fruto de la violación de un soldado serbio. Entonces, la directora explicaba: "En 1992 todo cambió y me di cuenta de que estaba viviendo en una guerra en la que el sexo era utilizado como parte de una estrategia para humillar a las mujeres, y en consecuencia destruir a un grupo étnico. 20.000 mujeres fueron violadas en Bosnia durante la guerra". Según Fontaine, "Las inocentes no es una película de época". Hasta la fecha, su mayor éxito ha sido el drama erótico Nathalie X (2003), adaptación de una obra de Philippe Blasband, la historia de una mujer de clase alta que contrata a una prostituta para que se acueste con su marido. Después haría una versión Atom Egoyan en Chloe (2009). Si aquel filme trata sobre la exploración de la sexualidad de una mujer madura y de unos placeres que permanecían ocultos, en Las inocentes el sexo se convierte exactamente en lo contrario, una forma de tortura y vejación que aboca a sus víctimas a una angustiosa crisis espiritual. "En el tiempo que pasé con las religiosas me encontré con personas fascinantes que escapaban a los convencionalismos. Son personas inteligentes que no escapan a las dudas. Recuerdo una que me contó que durante 25 años se preguntó si Dios podría amarla tanto como ella a Él. Jamás obtuvo respuesta pero nunca dejó de ser religiosa".



Un rostro siniestro

No deja de ser curioso que la última vez que vimos en pantalla el drama de la posguerra polaca fuera también a través de los ojos de una monja en la película ganadora de un Oscar, Ida (Pawel Pawlikowski, 2013) en la que la protagonista sufría una crisis de fe, aunque de muy distinto signo. "La fe me intriga", dice Fontaine, "como me intriga todo lo que tiene que ver con el ser humano". Su película, asegura, puede tener efectos catárticos en Rusia, donde su heroica victoria contra los nazis adquiere aquí un rostro mucho más siniestro. Lo leímos también en las páginas de la novela anónima Una mujer en Berlín (Anagrama), en la que la protagonista relata las masivas violaciones de mujeres alemanas por parte de los rusos tras la muerte de Hitler. La novela fue adaptada al cine en 2008 por Max Färberböck con Nina Hoss como protagonista.



@juansarda