Una imagen de la película.
Zach Braff logra en Un golpe con estilo el pequeño milagro de la risa gracias a tres actuaciones memorables de Michael Caine, Morgan Freeman y Alan Arkin y un guion plagado de pequeños momentos.
Un golpe con estilo quiere tener un punto de arranque audaz: los tres protagonistas pierden su pensión cuando su compañía entra en quiebra y arruinados y engañados, deciden atracar un banco. Porque los bancos, opinan, se lo merecen, percepción que quizá comparten muchos ciudadanos que también han sido estafados por la crisis. Y si eso ayuda a que sintamos más empatía por su delirante peripecia, lo que viene a continuación nos mantiene pegados en la butaca gracias al ritmo y gracia que Braff sabe imprimir a esta pequeña fábula contemporánea un tanto inocente sí se quiere, pero que al menos nos proporciona el placer de ver cómo en la ficción ganan los buenos.
En un Nueva York definitivamente gentrificado en el que los abuelos se convierten en convidados de piedra de su propio barrio de toda la vida, Freeman, Caine y Arkin logran dar el punto exacto de socarronería a sus personajes sin caer en un ternurismo barato y todo el filme mantiene un tono festivo y ligero que se agradece en tiempos de grandes discursos en películas pequeñas. Sin abusar de los chistes sobre achaques, Braff firma una película tan modesta en sus intenciones como luminosa en su interior.
@juansarda