Dalibor Matanic (esquina inferior derecha) durante el rodaje

El director croata estrena Bajo el sol, una esplédida película que aborda las secuelas que dejó la Guerra de los Balcanes.

Han pasado ya más de 25 años desde que a principios de los años 90 estallaran una serie de guerras en la antigua república yugoslava que desmembró en siete lo que antes era un país unido: Eslovenia, Serbia, Croacia, Bosnia y Herzegovina, Macedonia, Montenegro y finalmente Kosovo. Un conflicto que al final acabó con los acuerdos de paz en Dayton y que dejó cientos de miles de víctimas, además del regreso de la más ominosa limpieza étnica a las fronteras de Europa. Bajo el sol, espléndida película de Dalibor Matanic (Zagreb, Croacia; 1975), nos cuenta cómo empezó, y qué secuelas dejó la guerra en uno de los lugares más bellos del mundo, en el que el odio tribal es como un cáncer que lo destroza todo. A partir de tres historias que reflejan primero la crudeza de la guerra y después sus secuelas, Matanic nos cuenta el sinsentido de una debacle que devastó a una generación y cuyas heridas están lejos de cerrarse.



P.- ¿Por qué "bajo el sol"? ¿Esperamos menos cosas malas del verano?

R.- El título original es "sol alto" y se refiere a cuando el sol está en el cénit. En Croacia tenemos un dicho que expresa que cuando el sol se sitúa en lo alto la gente con frecuencia se vuelve loca. Existe esa idea de que ese sol puede ser tan abrasador que puede ser difícil de gestionar. Y esa locura puede ser positiva o puede llenar a los personajes de odio y violencia.



P.- Se produce ese contraste en el filme entre la belleza del país y una cultura sensual y la brutalidad de la guerra…

R.- Lo que pasa en Croacia es que el paisaje es tan bello y el clima tan cálido que la vida es agradable y no esperas que suceda nada malo. La naturaleza te afecta porque es muy exuberante. Me gusta esta idea de que el paraíso se convierte en el infierno, lo peor sí puede pasar. A principios de los 90 nadie esperaba que pudiera haber una guerra. Se avecinaba al conflicto, pero la gente pensaba que no llegaría al campo de Croacia ni que sería lo que acabó siendo. Y fue un poco todo súbito, de repente el país estaba sumido en una violencia inimaginable.



P.- ¿Por qué ambientar el filme en el campo?

R.- Los pequeños pueblos son como un pequeño microcosmos de la humanidad. En las ciudades todo queda más diluido, pero en un pueblo el conflicto es muy tangible. Tienes cinco casas y dos están en un lado y tres en el otro y las separa un muro invisible. Haneke hizo una muy buena película sobre los orígenes del nazismo en el campo. Por eso acabamos la película con los jóvenes de hoy. Si no recordamos lo que pasó estamos abocados a que se pueda repetir.



P.- ¿Las nuevas generaciones se han olvidado de lo que sucedió?

R.- En los jóvenes de hoy ves un gran desconocimiento sobre lo que de verdad significó aquello. Por una parte hay jóvenes que están volviendo a radicalizarse y utilizan una retórica muy peligrosa y, por la otra, hay chavales que no muestran ningún respeto y no quieren saber nada de lo que pasó.



P.- ¿Por qué nos han hablado más de la guerra en Bosnia que de la que tuvo lugar en Croacia?

R.- La guerra croata fue espantosa pero fue una guerra en la que había una lucha de uno contra uno, podías entender la guerra. En Bosnia había croatas, serbios y bosnios peleando los unos contra los otros y estaban todos mezclados. Hubo una gran ingenuidad por parte de todo el mundo de pensar que la guerra no tendría lugar.



P.- ¿Por qué ha dividido el filme en tres historias que corresponden a sucesivas décadas desde los 90?

R.- Hay tres etapas históricas. En la primera década, los 90, la guerra es física, puedes tocarla. En la segunda historia, en los 2000, vemos la guerra desde fuera pero como sobrevive en las mentes de la gente. Y en la tercera historia, en la actualidad, vemos cómo la guerra es un eco distante pero sigue dividiendo y complicando la vida de la gente. Si tuviéramos cuatro historias ojalá no se volviera a cerrar el ciclo. Ahora vemos el conflicto entre Merkel y Putin y se vuelve a decir que es posible una guerra en Yugoslavia. La primera guerra mundial empezó en Sarajevo.



Una imagen de la película

P.- ¿En esos amores imposibles del filme quiere mostrar cómo la guerra destruye los afectos íntimos de la gente?

R.- Hay muros que siguen separando a las personas. Y llevará mucho tiempo que eso cambie. Yo siempre digo que debemos estar por encima de los muertos y las tumbas. Los políticos se pasan la vida recreando esas afrentas para manipular a la gente y generar una reacción. Especialmente en el último año estamos viendo un crecimiento del nacionalismo extremista. En Croacia hay un resurgir del odio y el extremismo de ultraderecha que no me esperaba. Probablemente tiene que ver con la crisis económica que ha agitado las peores pasiones.



P.- Dice Todorov que hay una memoria mala que nos perpetúa en nuestra condición de víctimas y justifica la venganza o privilegios en el presente y otra "constructiva" que no olvida pero supera y perdona.

R.- Tiene razón Todorov. Debemos recordar y olvidar al mismo tiempo. Primero tenemos que recordar el horror que fue, pero después tenemos que olvidarlo porque ves cómo ese recuerdo permanece vivo en la gente joven. No se trata de estar todo el día viviendo en la afrenta de las víctimas y las injusticias sufridas sino de ser conscientes de que la guerra no es un estado normal del ser humano. Es algo que debemos evitar a toda costa. Todo odio e intolerancia crean conflicto. Por eso debemos estar por encima de las tumbas y salirnos de ese trauma.



P.- En una sociedad católica como la croata, al igual que en la española, vemos el gran peso del sentimiento de culpa.

R.- Ese sentimiento de culpa está totalmente incorporado a la mentalidad croata. Es culpa lo que propagan los curas de Croacia, no amor. Durante la guerra fue horrible ver como los religiosos se pusieron del lado de su comunidad y no alzaron su voz contra la guerra. No hubo ningún movimiento por parte de la iglesia para pararlo.



P.- ¿Es posible que en la peor guerra se rompan todos los puentes entre los enemigos?

R.- Hay una cosa maravillosa en cómo la humanidad logra salir adelante de las peores situaciones. Hice un documental sobre lo que había sido de los jóvenes que lucharon en la guerra y me contaban que durante la noche se intercambiaban cedés y películas con el enemigo y después a la mañana siguiente volvían a matarse los unos a los otros. Durante toda la guerra nunca dejó de haber puentes entre serbios y croatas. La guerra es una paradoja continua. La humanidad no puede odiar todo el rato.



P.- ¿Convierte la guerra a personas normales en monstruos?

R.- El contexto marca la vida de la gente y convierte a las personas en cosas distintas. El hermano fanático de la primera historia se convierte en un asesino, pero si hubiera nacido en París sería un chaval normal que escucha música punk. Eso es también lo trágico de las guerras. Convierte a personas que podrían haber sido normales en monstruos.



@juansarda