Image: La película de nuestra vida, nostalgia y cinefilia

Image: La película de nuestra vida, nostalgia y cinefilia

Cine

La película de nuestra vida, nostalgia y cinefilia

23 junio, 2017 02:00

Tres generaciones se solapan en La película de nuestra vida, de Enrique Baró Ubach

El director Enrique Baró Ubach debuta en el largo La película de nuestra vida, una especie de documental casero en el que reflexiona sobre el tiempo, la naturaleza testimonial de las imágenes o la vida como representación.

Según la famosa frase de Tolstoi con la que abre Ana Karenina "las familias felices no tienen historia". De una de esas familias felices, al menos por lo que vemos, habla el director catalán Enrique Baró Ubach, experimentado y experimentador cortometrajista, en su debut en el largo, La película de nuestra vida. La familia además de feliz, o eso parece, es la propia del director, que a través de la casa familiar, construye un filme a medio camino entre el experimento y la película que más o menos todos podemos entender en un interesante y por momentos enrevesado y algo inane ejercicio de memoria, personal y cinéfila.

Para quienes acabamos de cumplir los 40 y andamos cerca de la generación de Baró Ubach muchos referentes resultan cercanos como esas imprescindibles revistas de cine de los 80 con estrellas como Bruce Willis o Michael Douglas a los que se rinde homenaje. En la mente del director, los recuerdos digamos "reales" y los creados por el cine se mezclan en una reconstrucción poética de la memoria en cuanto a lo que fue pero también lo que se soñó que era. El cine tiene la capacidad de reinventar y reinterpretar y a ello se dedica Baró Ubach con imágenes que juegan con el desconcierto como ese largo plano en el que vemos cómo se friegan unos vasos o las vistosas escenas de las bailarinas acuáticas a lo Esther Williams.

La película de nuestra vida está estructurada en torno a la larga conversación entre un joven (Nao Albert), un hombre adulto (Francesc Garrido) y un anciano (Teodoro Baró Rey, padre del director) en una suerte de diálogo del mismo hombre en tres edades distintas. El filme establece un diálogo entre pasado y presente superponiendo imágenes de archivo familiares con la realidad creando por momentos un efecto sugerente. Inspirada en una canción de Joe Crepusculo, el director juega deliberadamente a ser vanguardista y al mismo tiempo ligero con frecuentes episodios de una comicidad absurdesca y fugas absurdas. Divertido de ver y sugerente por momentos, el filme al final da la impresión de que no acaba conquistando el terreno de la emoción porque el director no logra superar la ironía de entrada con la que plantea el dilema entre realidad y deseo.

@juansarda