'Joker: Folie à Deux': Joaquin Phoenix y Lady Gaga contra el infantilismo superheroico
- La secuela del 'Joker', con Todd Phillips de nuevo de director, opera de forma líquida, transitando del thriller al musical ultramoderno, con una tosquedad visceral y salvaje.
- Más información: Lady Gaga pone voz a la locura de Harley Quinn en un nuevo disco sorpresa para la película de 'Joker'
La cruda y oscura Joker –que le valió a Todd Phillips (Nueva York, 1970) el León de Oro del Festival de Venecia de 2019– se acercaba a la luz en unas escenas de baile en las que el personaje interpretado por Joaquin Phoenix exorcizaba físicamente su angustia existencial.
Primero, Arthur Fleck, alias el Joker, bailaba al ritmo del That’s Life de Frank Sinatra en su cochambroso apartamento, con el tinte verde todavía húmedo en su pelo. Luego, ya acicalado con su indumentaria de payaso, Arthur descendía unas empinadas escaleras de Gotham City al son del enérgico Rock and Roll Part II de Gary Glitter.
Esta inclinación al éxtasis danzarín reaparece en Joker: Folie à Deux, la secuela con la que Phillips y Phoenix se proponen acabar de subvertir el mito del personaje de DC Comics. Un espíritu transgresor que se manifiesta, por ejemplo, a través de los códigos de género cinematográficos.
Así, mientras Joker relucía como un sólido drama social de aliento scorsesiano, su continuación opera de forma más líquida, transitando del thriller al musical ultramoderno, donde la elegancia y gracilidad del clasicismo se ven devoradas por una tosquedad visceral y salvaje.
En cuanto a la trama, Joker: Folie à Deux arranca allí donde terminaba Joker. Arthur Fleck está a la espera de ser juzgado por cinco asesinatos, el último de los cuales fue cometido “en pleno directo televisivo”. Su abogada, interpretada por Catherine Keener, apuesta por una defensa que consiste en convencer al jurado de que el bufonesco homicida sufre un trastorno de doble personalidad –una tesis que se presenta en el fascinante y muy artesanal corto animado que inaugura la película, obra de Sylvain Chomet, autor de El ilusionista (2010)–.
En este punto, todo parece preparado para albergar una denuncia de manual contra la inoperancia de los sistemas judicial y carcelario (en prisión, Arthur es testimonio de un episodio que remite al asesinato de George Floyd a manos de la policía de Mineápolis). Sin embargo, la película toma un rumbo inesperado cuando, de la mano del personaje de Harley Quinn (encarnada por Lady Gaga), y del amor que ella despierta en Arthur, las canciones se apoderan del filme.
En Joker: Folie à Deux, Phoenix vuelve a bailar –unas veces de forma ortopédica y otras marcándose un convincente zapateado de claqué–, pero la gran baza de la secuela de Joker radica en su acercamiento al canto. Convencido del fulgor confesional que puede extraer de las cuerdas vocales de Phoenix y Lady Gaga, Phillips perpetra un ejercicio kamikaze de musical en bruto, tan áspero como feroz.
Tomando como referente la innovadora labor del dramaturgo británico Dennis Potter en las series Pennies from Heaven (1978) y The Singing Detective (1986) –donde los personajes expresaban sus sentimientos interpretando canciones populares de los años 40 y 50–, Joker: Folie à Deux inyecta nueva vida al cancionero estadounidense, el conocido como Great American Songbook.
Con voz de ultratumba y una dicción ralentizada, Phoenix convierte la romántica For Once in My Life de Stevie Wonder en un himno a la desesperación, mientras que Lady Gaga –que ha explicado que tuvo que “desaprender” a cantar para la película– vacía de alegría el tema That’s Entertainment de la película Melodías de Broadway 1955 (1953) en una escena en la que Harley Quinn se encamina hacia el juicio del Joker.
En su estreno en el Festival de Venecia, Joker: Folie à Deux fue recibida con un cierto recelo por parte de un sector de la crítica, que vio en el giro musical introducido por Phillips un distanciamiento respecto a la esfera política. Sin embargo, cabe señalar que la secuela de Joker prolonga la crítica que el filme original reservaba al desmantelamiento de los servicios sociales y a la inequidad instaurada en la sociedad americana.
Y no solo eso, sino que corrige la ambigüedad con la que su antecesora perfilaba, y quizá ensalzaba, la figura del Joker como un líder populista revolucionario. En una escena de la secuela, cuya iconografía remite a los atentados del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York, el protagonista se convierte en una víctima del fanatismo de una masa enfurecida que bien podría estar formada por seguidores de Donald Trump.
La política sigue palpitando en Joker: Folie à Deux, pero el discurso central del filme, allí donde se formula su mayor transgresión, apunta al cuestionamiento del carácter fantasioso y evasivo de las ficciones superheroicas, cuya inclinación al maniqueísmo y al infantilismo tiene maniatada a la industria de Hollywood y a las grandes plataformas de streaming.
En un pasaje clave de esta secuela autodestructiva, el antihéroe encarnado por Phoenix se enfrenta a una disyuntiva esencial: ¿aferrarse al mito de la villanía del Joker o atreverse a vivir como el hombre enamorado y vulnerable que es Arthur Fleck?
El esperpéntico circo mediático que rodea al protagonista –metáfora de una industria fílmica enajenada– le ríe las gracias al Joker, pero Arthur, cada vez más hastiado de su condición de bufón de Gotham, estará tentado de renunciar a todo. Y así es como Joker: Folie à Deux se convierte en el caballo de Troya que Phillips y Phoenix plantan en el corazón del audiovisual contemporáneo para denunciar la cara más alienante del imaginario superheroico.
Joker: Folie à Deux
Dirección: Todd Phillips.
Guion: Scott Silver, Todd Phillips.
Intérpretes: Joaquin Phoenix, Lady Gaga, Brendan Gleeson, Zazie Beetz, Catherine Keener.
Año: 2024.
Estreno: 4 de octubre