Una imagen de Prevenge
El estreno simultáneo de Prevenge y The Love Witch, dos filmes de terror firmados por Alice Lowe y Anna Biller, respectivamente, nos hace reflexionar sobre un género etiquetado de misógino. Lowe estaba embarazada cuando dirigió, escribió y protagonizó la primera. Biller prosigue en la segunda su particular fascinación y ajuste de cuentas con el viejo Hollywood.
Alice Lowe, más conocida por su faceta como actriz en filmes como Arma fatal o Turistas y en series como Sherlock, estaba embarazada de siete meses cuando dirigió, escribió y protagonizó su peculiar visión de la maternidad en ciernes, Prevenge. Sorprendida de que estar encinta la convirtiera en una especie de criatura alienígena, a quien todos veían más como futura madre que como individuo, decidió convertir las ambiguas sensaciones del embarazo, excelente material siempre tanto para pesadillas masculinas como femeninas, en el meollo de una comedia negra singular, de estética entre sórdida y cool, y ácido ingenio, cuya protagonista, interpretada por ella misma, es una joven viuda en estado que cree recibir órdenes de su bebé nonato para asesinar a todos los que se interponen en su camino.
Una venganza prenatal
Pero a diferencia de la delirante Baby Blood (1990) de Alain Robak, antecedente del cine francés extremo del siglo XXI, aquí hay un motivo personal para los crímenes, y gran parte de la gracia del filme consiste no solo en ir descubriendo paso a paso este móvil, sino también en la polanskiana ambigüedad acerca de si realmente Ruth está siendo controlada por la criatura que lleva en su interior... o está simplemente enloqueciendo, utilizando al bebé como coartada para su venganza. Sea como sea, Alice Lowe triunfa, pese a un ritmo algo irregular y algunos momentos de bajada, al ofrecer una inteligente metáfora en clave de humor negro de los sentimientos de extrañamiento, pérdida de la voluntad e invasión y mutación que sufre la mujer embarazada, alienada no solo física y psicológicamente, sino también socialmente, percibida no tanto como individuo autónomo y capaz, sino como receptáculo biológico de una nueva vida. Al hilo de esta venganza prenatal, desfilan personajes tanto masculinos como femeninos que sirven a la directora para ejemplarizar diversas actitudes machistas o simplemente estúpidas, que nos obligan a celebrar alegremente su sangriento sacrificio a manos de esta madre poseída por la ira de una auténtica Furia helénica.En las antípodas estilísticas, The Love Witch, tercer largometraje de Anna Biller, prosigue su fascinación y ajuste de cuentas con el viejo Hollywood o, mejor dicho, con la cara B del viejo Hollywood. Biller hace alarde tanto de cinefilia y cinefagia como también de un excelso sentido del kitsch que la sitúa en algún punto intermedio entre Todd Haynes y John Waters.
Toques psicodélicos
Una imagen de The Love Witch
Fanática del celuloide, que se niega a abandonar en aras del digital, en The Love Witch compone una colorida textura que evoca las comedias mágicas de los años 50 y 60 -Me enamoré de una bruja (1958)-, los números de burlesque filmados por Irving Klaw y las deliciosas fotografías de pin-ups de la gran Bunny Yeager, con toques psicodélicos del cine satánico de los 60 y 70, especialmente el documental sobre Anton LaVey, Satanis: The Devil´s Mass (1970) y oscuros filmes como Simon, King of the Witches (1971), Hungry Wives (1972) o los cortos de Kenneth Anger. Pero el resultado, como sucede siempre con los mejores directores esteticistas y aparentemente frívolos, no es una simple parodia u homenaje retro y vintage al género, sino un genuino melodrama macabro, que esconde un mensaje feminista de tan puro sentido común que no merece siquiera el epíteto: el amor romántico made in Hollywood es el veneno más mortal para la mujer libre. La historia de Elaine, fantástica Samantha -sí, como la protagonista de Embrujada- Robinson, es la de una mujer abandonada por su posesivo novio, que se vuelca en la práctica de la brujería estilo años 60, hechizando a todos los hombres que se ponen a tiro, para llevarlos (¿involuntariamente?) a la locura y la muerte por amor, mientras prosigue la búsqueda de su príncipe azul.Anna Biller convierte a su protagonista en auténtica Circe, encarnación de la "bruja satánica" estilo LaVey -cuyo libro The Satanic Witch pareciera citar directamente-, una überwoman en clave Camille Paglia, cuyos poderes mágicos son, esencialmente, la feminidad más pura y el sexo como armas arrojadizas... y la estupidez de los hombres, cuya falta de compromiso es solo equiparable a su ingenua y perversa estulticia. Pero Elaine, que podría ser la Pentesilea definitiva dejando a Wonder Woman a la altura del betún, no puede evitar convertirse ella misma en víctima de la más negra magia: el amor romántico. Un amor absoluto absolutamente falaz, construido como mito por Hollywood, cuyo mensaje último de sumisión al ideal del príncipe azul y la pareja perfecta se convierte en su talón de Aquiles. Con ingenio, Biller no deja de pergeñar un genuino melodrama, con personajes fascinantes y emociones reales, que desvela entre estética camp e ironía, las trampas con que la sociedad del espectáculo sabotea el poder femenino.