La decisión del rey: bendita Noruega
La película de Erik Poppe logra dar densidad dramática y humana a la figura del rey y a lo que cuenta
4 agosto, 2017 02:00Jesper Christensen interpreta al rey Haakon VII en La decisión del rey
La II Guerra Mundial sigue siendo fuente inagotable de inspiración para historiadores, novelistas y cineastas. La decisión del rey, dirigida por Erik Poppe (al que conocemos por Mil veces buenas noches, un drama más bien rutinario en el que Juliette Binoche interpreta a una reportera de guerra) nos acerca de nuevo a esa contienda que no solo es el acontecimiento central del siglo XX, también sigue configurando el mundo que nos rodea desde una orilla insólita. Nos referimos a esa Noruega que quiso ser neutral y pacífica y que finalmente se vio obligada a tomar una decisión cuando Hitler les propone que se dejen invadir pacíficamente, cosa que podría parecer muy extraña pero no lo es tanto pues el propio hermano del soberano noruego, regente en Dinamarca, sin ir más lejos, accedió a ser ocupado por los alemanes a cambio de evitar que los daneses derramaran su sangre.Recuerda en el tono La decisión del rey a otra película célebre como El discurso del rey, la oscarizada dramatización de Tom Hooper en la que veíamos las dificultades vocales del rey Jorge de Gran Bretaña para soltar arengas a sus conciudadanos que les infundieran esperanza en tiempos en que el país también luchaba contra el sanguinario dictador nazi. Como en el filme de Hooper, una fotografía de tonos azulados y aire solemne sirven como reflejo de una realidad muy específica. Pero, al contrario que el Dunkerque de Christopher Nolan, donde los protagonistas son los soldados, la trama nos cuenta ahora la historia desde el punto de vista de los poderosos y de la cúspide misma del poder.
En este filme de Poppe, como en el de Hooper, el rey es presentado tanto como un ser humano de carne y hueso (tartamudo el británico, sometido a una tensión insoportable el noruego) pero también como un ser casi sobrehumano no tanto por lo que es como por lo que representa. El rey es el líder espiritual de la nación, una suerte de materialización corpórea del propio concepto abstracto de nación y en ambas películas los directores logran dar densidad dramática y humana a lo que cuentan, haciéndonos sentir partícipes de la importancia y trascendencia que pueden tener determinadas actitudes y actos de las personas que mandan y deciden en los momentos cruciales. Es la gravitas del poder y tiene tanto de grandioso como de frágil y extremo, un lugar en el que se manda mucho pero donde también se puede perder todo.
El rey noruego, Haakon VII, está interpretado con pasión por Jesper Christensen, que logra dar carisma a su personaje y altura trágica al sanguinario dilema planteado por los invasores: la rendición o una matanza. La paradoja del rey demócrata es que se enfrenta a su propio parlamento, que prefiere capitular, para defender la soberanía de Noruega en una apasionante dialéctica entre conceptos unidos e imbricados como democracia y soberanía que al mismo tiempo que se necesitan pueden ser contradictorios. Durante buena parte del filme, la lucha del rey contra el gobierno tiene mucho de lección de realpolitik sobre las tensiones y paradojas inherentes al sistema político que conocemos y acaba con una lección sorprendente que entronca con la tradición europea en la que la proliferación de monarquías sugiere que existe un poder democrático y libre pero también otro digamos "eterno" y espiritual y que al entrar ambos en colisión, son las esencias las que ganan.
Bien contada, bien interpretada y bien dirigida, La decisión del rey nos ofrece una apasionante lección histórica sobre la dignidad de un pueblo que se negó, al contrario que muchos de sus vecinos, a colaborar con los nazis en su exterminio criminal de decenas de millones de personas. Miles de noruegos pagaron con su vida esa decisión del rey que permite al país mirar atrás con orgullo.
@juansarda