Kore-eda hace un retrato social de Japón en El tercer asesinato

Vuelve Kore-eda con El tercer asesinato, nueva entrega sobre el Japón contemporáneo en la que el director de Nuestra hermana pequeña renueva el escaparate de su cine para seguir indagando en sus obsesiones. La historia, de gran calado moral, retrata los efectos nocivos que tienen en los hijos las decisiones paternas.

La nueva película del japonés Hirokazu Kore-eda, El tercer asesinato, puede verse como la prueba del algodón de la personalidad autoral de uno de los grandes cineastas nipones del siglo XXI. En los últimos años, y sobre todo a partir del reconocimiento conquistado con Still Walking (2008), Kore-eda ha sabido sacar partido de la elegancia y delicadeza de su aproximación al drama familiar, consagrándose como un heredero natural de la totémica figura de Yasujiro Ozu, uno de los padres del clasicismo japonés. Como el director de Cuentos de Tokio (1953), Kore-eda ha encontrado su enclave cinematográfico en el ámbito de lo doméstico, en las pequeñas complicidades y disputas entre padres, madres, hijos y hermanas. Un territorio desde el cual el director de De tal padre, tal hijo (2013) o Nuestra hermana pequeña (2015) ha elaborado una incisiva radiografía del Japón actual: una nación en permanente conflicto entre el apego a los valores tradicionales y el implacable avance de la modernidad, que el cine de Kore-eda vincula con la tendencia al aislamiento de sus personajes.



En esta tesitura autoral, la nueva película de Kore-eda renueva el escaparate de su cine para reincidir en sus obsesiones. A primera vista, El tercer asesinato parece marcar distancias respecto al drama familiar abrazando los arquetipos de la crónica judicial, sin embargo, no hace falta escarbar demasiado para advertir que el director de Nadie sabe (2004) vuelve a proponer una historia de gran calado moral en la que resuena, como eje vertebrador, la preocupación por el efecto nocivo que tienen sobre los jóvenes los actos de sus progenitores.



Dramas paterno-filiales

Es un tema que se despliega en el trasfondo de un laberíntico proceso judicial protagonizado por un lacónico abogado (Masaharu Fukuyama, que se reencuentra con Kore-eda tras protagonizar De tal padre, tal hijo) y un criminal adepto a cambiar su versión de los hechos (el siempre intrigante Kôji Yakusho, actor fetiche de Kiyoshi Kurosawa, al que los espectadores occidentales descubrieron en Babel de Alejandro G. Iñárritu).



Como si le resultase imposible escapar de los dramas paterno-filiales, Kore-eda condimenta la trama criminal de El tercer asesinato con hasta tres relaciones conflictivas entre padres e hijas, que atañen al abogado, al criminal y a la víctima del relato. Toda una confirmación del alcance sociológico de una película que utiliza los calabozos de una prisión y la sala de un tribunal para componer un descorazonador mapa de situación del Japón actual. Dejando de lado la cara más sutil de su cine, Kore-eda plantea aquí un retrato social habitado por empresarios corruptos que se aprovechan de sus empleados, esposas cómplices de las faltas de sus maridos y hombres incapaces de responsabilizarse de las necesidades de sus retoños, todo ello recubierto por una gruesa capa de hipocresía. El engaño es la norma en esta película protagonizada por criminales mentirosos, abogados oportunistas y chicas que saben simular el llanto para conseguir lo que quieren.



Una imagen de la película

En una escena clave de El tercer asesinato, el exitoso abogado protagonista reacciona airadamente contra un ayudante que le cuestiona la veracidad y legitimidad de su estrategia de defensa: "Nunca conseguiremos saber cuál es la verdad. Por eso nos inclinamos por el móvil más beneficioso", espeta el letrado, exhibiendo su cara más pragmática y cínica. El diálogo no es baladí, dado que el verdadero motor de la película termina siendo el choque entre los intentos del abogado por objetivar la realidad y las inconsistencias de un proceso judicial marcado por unas subjetividades resbaladizas. De hecho, lo más interesante de El tercer asesinato es el modo desprejuiciado que tiene la película de abordar la cualidad impenetrable de lo real. Tomando como referente el baile de perspectivas de Rashomon (1950), el clásico de Akira Kurosawa -donde un grupo de personajes relataban diferentes versiones de un crimen- Kore-eda pone en jaque ciertas nociones del realismo y se entrega a un sugerente juego de incertidumbres.



A los espectadores que conozcan al cineasta nipón por sus asordinados dramas domésticos les podrá sorprender el extrañamiento que se va apoderando de El tercer asesinato a medida que los giros de la trama no consiguen clarificar el caso; en realidad, la enrarecen todavía más. Sin embargo, vale la pena recordar que Kore-eda ya resquebrajó las pautas del realismo en películas como la poética After Life (1998), que transcurría en un purgatorio en donde los muertos debían elegir un recuerdo personal que llevarse al Cielo, o la excéntrica Air Doll (2009), protagonizada por una muñeca hinchable que cobraba vida y se enamoraba del empleado de un videoclub.

Hondura nihilista

Por su parte, El tercer asesinato -cuyo trasfondo cristiano se manifiesta en el sentimiento de culpa del criminal y en la cruz que dibuja en el suelo un cadáver calcinado- lleva la reflexión en torno a la incertidumbre de lo real hasta los códigos del cine criminal, tendiendo puentes con películas como Memories of Murder (Crónica de un asesino en serie) (2003) del coreano Bong Joon-ho o Zodiac (2007) del norteamericano David Fincher, dos obras de hondura nihilista que, en su crescendo críptico, alimentaban hasta el paroxismo la frustración de sus protagonistas, incapaces de resolver sus investigaciones. Por desgracia, el compromiso de Kore-eda con la ambigüedad del relato resulta algo más superficial que la de Bong y Fincher. Más interesada en la construcción de un retrato social que en el estudio autoconsciente de los límites del realismo fílmico, El tercer asesinato deviene en un entretenimiento sólido y sórdido capaz de agitar, efímeramente, las neuronas del espectador.



@ManuYanezM