Una historia sincera como Verano 1993, el juego espacio-temporal de Vigalondo en Colossal, el ejercicio de estilo de Víctor García León con Selfie, la realidad manipulada de El autor y el retrato generacional de Gustavo Salmerón son, para nuestros críticos, los trabajos españoles que han marcado el año.
1. Verano 1993
Carla Simón
Ha sido una de las grandes sorpresas del año. Mejor Opera Prima en la Berlinale, El Cultural anticiparía su éxito con una impactante portada con motivo del
Festival de Cine de Málaga, certamen en el que consiguió su máximo reconocimiento. Desde entonces no ha dejado de triunfar esta historia rodada en catalán y basada en hechos autobiográficos de su directora Carla Simón. Porque este relato cumple varios requisitos: memoria personal, trauma existencial y reconstrucción de uno mismo. El cine entendido como el tapiz desde el que investigar y tomar conciencia de tu propia historia, de lo que aconteció y experimentó una niña de seis años cuando su madre desapareció víctima de un virus -los padres de la cineasta murieron a causa del VIH cuando alrededor del sida había prejuicio y desconocimiento- y se enfrentó a una nueva realidad acogida en adopción por sus tíos. Los fantasmas de
Cría cuervos y de
El espíritu de la colmena, el pulso de Lucrecia Martel o
Mia Hansen-Love se manifiestan en sus imágenes como si fuera una solución de perfumes delicados. La película sobrecoge mientras se abre a la dulzura y la sensualidad.
2. Colossal
Nacho Vigalondo
Entre el fantástico y el cine de autor, Nacho Vigalondo ha construido una filmografía muy personal que arranca con sus famosos cortos para debutar en el largo con
Los cronocrímenes (2007). Si ésta era una vuelta de tuerca al eterno tema de la permanencia de la pasión y el deseo en la pareja,
Colossal, rodada en Estados Unidos con
Anne Hathaway como protagonista, trata sobre la dificultad de mantener el control sobre nuestra propia vida. Hathaway interpreta a una periodista en paro que acaba de separarse de su pareja y que abandona su
loft neoyorquino para volver a su pueblo. Allí renovará su amistad con un amigo del colegio (Jason Sudeikis) y hará un descubrimiento espectacular: si se coloca en una zona concreta de un parque de la localidad se produce una conexión entre ella y un monstruo estilo
Godzilla que aparece en Seúl...
3. Selfie
Víctor García León
A Bosco, hijo consentido de un ministro, la vida acaba de darle un revolcón. Cuando su padre es detenido por corrupto, su plácida existencia de niño pijo se empieza a desmoronar: el lujoso chalet familiar de La Moraleja es embargado y se queda en la calle, su novia le abandona sin explicaciones, su hermana se marcha a Nueva York y su madre no quiere asumir ninguna responsabilidad de manutención con él. Cual Lazarillo de Tormes moderno, Bosco (Santiago Alverú) recurre a la picaresca y el engaño para poder sobrevivir. Rodada como un falso documental, ya que Bosco está protagonizando un reportaje televisivo cuando le asalta la desgracia, hace gala de un humor extremo que no tiene miedo de incomodar al espectador.
4. El autor
Manuel Martín Cuenca
No deja de ser curioso cómo Martín Cuenca ha realizado su mejor película siguiendo los consejos que da en el propio filme un tiránico profesor de escritura creativa (
Antonio de la Torre), o sea, "hablar de lo que conoce". Basada en una novela de
Javier Cercas,
El móvil, Javier Gutiérrez interpreta a un personaje quintaesencialmente español: el envidioso. Es decir, si hay un "malvado" que pertenece por derecho propio al paisaje patrio es ese mezquino rabiosillo al que da vida con gracia y fuerza. Siguiendo esa idea de "captar la realidad", la manipula con tal de hacerla más atractiva para sus propósitos. Comienza así un juego entre ficción y no ficción en la que el desdichado autor se cree rey y acaba como un paria.
5. Muchos hijos, un mono y un castillo
Gustavo Salmerón
Presentada en
San Sebastián, la película de Salmerón se convirtió en la gran sorpresa del certamen con una propuesta en apariencia modesta pero que está recorrida de forma subterránea por la propia evolución de España en los últimos cien años. Hay en
Muchos hijos, un mono y un castillo, ecos de
El desencanto (1976), la película de
Jaime Chávarri sobre los Panero. A primera vista lo más sorprendente del filme es que sea un documental y al mismo tiempo una comedia, una combinación peculiar en nuestro cine. Más allá de la cuestión de género, es fácil detectar la huella del maestro Berlanga, que tan bien supo ahondar en nuestras contradicciones y miserias sin caer en caricaturas ni perder de vista la dimensión humana, y por tanto cómica, de todo drama. El resultado es un retrato de una generación que está a punto de desaparecer.