Marc Recha
Pocos cineastas se han visto tan influidos por su paternidad como Marc Recha (Hospitalet de Llobregat, 1970). Después de una película como Petit indi (2009), en la que veíamos la desbordante imaginación de un adolescente, y Un dia perfecte per volar (2015), donde el protagonismo recaía en las historias que un padre le cuenta a su hijo pequeño, llega a los cines La vida lliure, película ambientada en el año 1918 en Menorca sobre dos hermanos huérfanos de padre que sueñan con viajar a Argelia a reunirse con su madre emigrada. El mundo de los sueños y la fantasía de los menores, liderados por la mayor, la carismática Tina (Mariona Gomila) que se ocupa del pequeño Biel (Macià Arguimbau), choca con el personaje de Sergi López, Rom, un vividor encantador que cuenta unas historias fantásticas con las que enamora a los niños pero que tiene más capas detrás de las que son visibles a primera vista. De manera poética, Recha nos cuenta una historia más dura de lo que quizá parece a primera vista para sumergirnos en una isla acosada por la gripe y la miseria en una época muy concreta y mostrar un diálogo entre el mundo de la magia y la cruda realidad.Pregunta.- Quizá a alguno le sorprenda que siendo una película de Marc Recha sea tan "normal", ¿no?.
Respuesta.- Es una película que coquetea con el género, donde la imaginación de los personajes tiene un papel preponderante. Empezando por ese misterioso Rom que no para de contar historias.
P.- ¿De qué manera marca la historia que transcurra en una isla?
R.- Para mí es muy importante la insularidad. Autores como Josep Pla, Camus o Stevenson (La isla del tesoro) escribieron algunas de sus mejores páginas hablando de ese concepto. En 1918 vivir en Menorca significaba hacerlo en un lugar muy poco accesible, era muy bestia vivir allí. En esa época la gente emigraba a Argelia para sobrevivir. Partiendo de esos autores, quería establecer una obra de creación que hablara con otras, sobre todo con el volumen 2 de las obras completas de Pla, cuando habla de los barcos ingleses y la ocupación de Menorca. El personaje de Rom recuerda mucho a "el hermoso", ese amigo de Pla sobre el que escribe mucho. Él representa esa "vida libre".
P.- Rom es el personaje más ambiguo de la película. ¿Cómo lo abordaba?
R.- En una isla como Menorca el "forastero" representa la novedad, es algo muy extraño. Al principio deslumbra a los niños y después vemos otras facetas. La película parte de la mirada de Tina para confrontar la complejidad de los adultos y está claro que no todo es de color de rosa. Al mismo tiempo que vemos esa parte encantadora y una imaginación galopante, está haciendo cosas muy graves. Hay un juego de espejos entre los niños y el adulto en el que se produce un aprendizaje mutuo.
P.- Como ya veíamos de una forma muy clara en Un dia perfecte per volar, los cuentos tienen un papel muy importante. ¿Cómo los aborda?
R.- Vemos la palabra como transmisora de historias. Los niños tienen ese libro, Los misterios del mar, que tenía mi abuelo cuando yo era pequeño. Para ellos, que están solos en esa casa en medio del campo, significa la Vía Láctea. Cuando se meten en la cama para leerlo, el libro representa el mundo. Vemos también otras cosas misteriosas como el laúd o esa señora de la barca que fuma e impresiona mucho a Tina. Para ellos el mar representa la libertad aunque también significa la muerte. En esa época la gente moría muchísimo en naufragios, Menorca como todas las islas está rodeada de cadáveres. De hecho, sigue pasando. Lo vemos con los refugiados.
P.- ¿Hay un diálogo entre La vida lliure y Un dia perfecte per volar?
R.- Me gusta pensar que en aquella película existe un puente, como si en Un dia perfecte per volar se abriera una puerta que nos llevara a 1918. En La vida lliure me sigo preguntando cómo se filma lo intangible. Decía Eugenio d'Ors que en el arte se pasa de la anécdota a la categoría y yo trato de descubrir en ese paisaje, en lo microscópico, algo más universal.
P.- Es una película en la que pasan cosas muy duras a pesar del tono poético. ¿Cómo juega con ese contraste?
R.- Es una historia de zombis. Ese es el drama de la gente que escapa. Atraviesan el mar para vivir aventuras pero acaban ahogados en el mar. Los refugiados que vemos perecer en el Mediterráneo simbolizan eso. Hay gente que lo deja todo para tener un futuro mejor pero se juega la vida. Esta gente que viene de fuera son el futuro pero no todos logran sobrevivir.
P.- Los niños sueñan e imaginan, pero son menos tontos de lo que quizá parece. ¿Cómo quería tratar la infancia?
R.- Los niños son personas, no miden las cosas con tanta rigidez como los adultos y lo viven todo de una manera más pluridimensional pero se dan cuenta de lo que pasa. De hecho, los niños son muy lúcidos, son como esponjas o escáneres que te están radiografiando y no dejan de aprender de los adultos, muchas veces por desgracia aprenden cosas malas. El cine es un viaje a la deriva que se parece mucho a la infancia. Los niños nos interpelan constantemente con sus ideas y su creatividad. En el casting no buscábamos tanto un físico como una forma de ser, un carácter en ellos.
@juansarda