Dos millones de personas se manifestaron el pasado 1 de julio de 2017 en Madrid con motivo del World Gay Pride, uno de los acontecimientos más multitudinarios e internacionales que se recuerdan en la capital. Entre esos dos millones se encontraban personas como Timo, un francés sordo experto en salto de trampolín que llegó a la ciudad para competir en las competiciones deportivas, Geena, una transexual almeriense, y Abril, una joven también transexual de Barcelona, o Ruth, una chica lesbiana de Uganda, sin olvidar a los rusos Max y Nick, que deben vivir su amor en un país que condena la homosexualidad. Son los seis protagonistas de The Best Day of My Life, un documental de Fernando González Molina (Pamplona, 1975), director de películas tan populares como Tres metros sobre el cielo (2010), Palmeras en la nieve (2014) o la reciente El guardián invisible (2017), en el que retrata, como si fuera "una película de Navidad", la lucha y la valentía de seis personas de todas partes del mundo para las que vivir tal y como son no ha sido fácil.
Una película en la que Madrid, ciudad abierta y universal, también es protagonista y escenario de la catarsis colectiva. "No todo es perfecto, pero veo que en esta ciudad la gente se vuelca en el World Pride y hay una actitud muy positiva. Es un homenaje a Madrid y es un homenaje al activismo español. Mi vivencia del Orgullo hasta ahora era bastante frívola, consistía en pasarlo bien, pero hay un parte de activismo que no conocía y al hacer este documental he visto que hay gente que lleva años luchando y peleando".
En el filme, como nos cuenta Molina, se superponen tres capas: "El documental tiene que ver con lo que vivimos de pequeños en mi generación, con lo que vivimos ahora y lo que nos han contado que vivieron otros antes. Navega en esos tres mares y hay personajes que viven entre esas realidades. Es una historia que quiere defender una cosa muy sencilla, seas lo que seas ve a por ello y defiéndelo con lintegridad y ibertad. Hay que luchar por ser quien uno es. Y todo ello sin dramatismo. Las cosas más dramáticas intento que estén allí pero no en un primer plano. En la historia de Ruth, que es más trágica, sale a borbotones pero intento sostenerla".
Sin duda, las grandes estrellas son los chicos que protagonizan el filme. Seis personas a las que Molina llegó tras un laborioso proceso de búsqueda e investigación: "Hubo dos periodistas que me ayudaron a encontrar las historias. Primero nos echó una mano la organización del World Pride poniéndonos en contacto con activistas de todo el mundo pero algunas historias estaban demasiado contadas o resultaban demasiado arquetípicas. Entonces nos pusimos a buscar: por Facebook, asociaciones LGTB de todo el mundo y por todas partes. Al final acabamos encontrando lo que queríamos. Por ejemplo, una chica africana porque en África están viviendo una situación tremenda o una historia de dos chicos rusos porque la situación con la homofobia en ese país está de máxima actualidad. También queríamos algo que tuviera que ver con las actividades del World Pride y allí encontramos a Timo, un joven francés que venía a Madrid a participar en las competiciones deportivas. Él tiene una historia muy singular como chico sordo y saltador de trampolín con un discurso muy bien articulado sobre la doble barrera que debe superar".
Después del Oscar a la chilena Una mujer fantástica, de Sebastián Lelio, y en un momento en el que el colectivo transexual lucha con más fuerza que nunca por sus derechos, el cineasta quiso que tuvieran un amplio protagonismo: "Quería que la historias españolas tuvieran que ver con la transexualidad porque creo que superar ese estigma es la siguiente barrera que tenemos que superar. Visibilizar la transexualidad y que no sean prostitutas es un salto".
Grabada en Madrid pero también en Uganda, de donde es Ruth, y en Rusia, de donde provienen Max y Nick, el rodaje tuvo sus sobresaltos: "Ha sido muy curiosa la experiencia. Lo que más me preocupaba era Uganda porque llegan historias terribles de persecución pero al final es un país tan caótico y tan mal organizado que ni siquiera para eso son peligrosos. Rodamos allí pero nadie nos molestó en ningún momento porque les daba igual. En cambio, Rusia es un país mucho más desarrollado y culturalmente homófobo con lo cual daba mucho más miedo. Allí la sensación de amenaza era constante. Nos detuvieron al segundo día aunque teníamos permisos. Decían que el visado no era el correcto. De todos modos es más peliculero contado que en la realidad, estuvimos varias horas en un cuartito con un policía que no entendíamos nada. En realidad lo que querían era boicotear la posibilidad de que rodáramos. Pasé más miedo por los chavales porque estaban aterrados y nosotros nos marchábamos pero ellos se quedaban".
El filme es un homenaje a Madrid y la enorme transformación de la ciudad y del propio país pero también quiere ser un recordatorio de la dificultad de llegar hasta aquí: "España era un país extremadamente homófobo y de alguna manera lo sigue siendo en algunos sectores o lugares. Es cierto que desde Zapatero las cosas han cambiado mucho. En el documental vemos a gente que viene de lugares donde la situación es muy complicada pero cuando hablas con los activistas españoles te cuentan que aquí estábamos viviendo una gran represión. La parte del documental que más me gusta es cuando los activistas históricos españoles como Boti García Rodrigo vuelve la vista atrás y recuerdan de dónde venimos. Hay toda una generación de españoles que creció durante el franquismo que han aprendido a ser tolerantes por el camino".
Conocido por sus grandes éxitos de taquilla, Molina es fiel a sí mismo con este filme luminoso con final feliz. "He sentido la necesidad de que sea un película de Navidad, que sea sencilla, positiva y que acabe bien. No me apetecía hacer una historia sobre seis tipos valientes y que acabe mal. Es como una obligación ética conmigo mismo. Yo sé cómo soy y me gustan las historias emocionales y me gusta la épica. Y de maneras inconsciente he trasladado eso a un documental".