Entre 1975 y 1990, el periodista y crítico literario Bernard Pivot (Lyon, 1935) consiguió que un programa sobre literatura, emitido en la televisión pública francesa los viernes en horario de máxima audiencia, tuviera una legión de seguidores. El famoso programa se llamaba Apostrophes y por él desfilaron algunos de los escritores más importantes de su tiempo, entre ellos Marguerite Yourcenar y Marguerite Duras, Solzhenitsyn y Nabokov, Georges Simenon, Jorge Semprún, Jorge Luis Borges o Charles Bukowski, que, como no podía ser de otra manera, apareció completamente borracho en antena.
Más tarde, en 2004, Pivot se convirtió en el primer no literato miembro de la Academia Goncourt, que además preside desde 2014 y que concede cada año, desde 1903, el prestigioso premio homónimo, que han ganado desde Proust al recién galardonado Éric Vuillard, pasando por André Malraux, Simone de Beauvoir, Romain Gary, Michel Tournier, la mencionada Marguerite Duras, Patrick Modiano o Michel Houellebecq.
Hoy, aparte de presidir la academia, Pivot continúa su labor de divulgación de la literatura en prensa escrita, a través de libros y, recientemente, sobre los escenarios.
"La literatura evoluciona pero no se puede decir que Proust sea mejor que Voltaire, sería estúpido"
Un día Jean-Michel Ribes, que dirige en París el Teatro de Rond-Point, le ofreció que leyera sus textos en una de las salas de su teatro. "Me extraño la propuesta, pero me divertía la idea, así que lo hice, y me gustó". Tanto que su último espectáculo, Au secours! Les mots m'ont mangé (¡Socorro! Las palabras me han comido), que presentó hace unos días en el Institut Français de Madrid, es una suerte de monólogo teatral escrito ex profeso. En él narra la historia de un escritor desde que nace hasta que comparece ante Dios, "un dios que abre las puertas del paraíso a los ganadores del Nobel, y como yo imagino que mi protagonista es Modiano, consigue entrar".
Una historia caótica
Pregunta.- Si nos atenemos a los premiados con el Goncourt, ¿cómo sido la historia de la literatura francesa del siglo XX?
Respuesta.- Una historia caótica. En 1919 se concedió el premio a Marcel Proust por una novela de una audacia increíble; en otras ocasiones, como ha pasado en los últimos años, se concede a libros más convencionales, menos ambiciosos que el Goncourt que se entregó hace un siglo. No creo que exista una noción de progreso en la literatura. La literatura evoluciona pero no se puede decir que Proust sea mejor que Voltaire, sería estúpido. La academia coronó a Proust y, por ejemplo, nos perdimos a Céline; coronamos a Malraux, pero no a Camus. El palmarés del Goncourt en más de un siglo es a la vez caótico, sorprendente, excitante y en algunos casos decepcionante.
P.- ¿Qué busca la academia en un libro?
R.- Que deslumbre, que aporte una visión nueva del mundo, una sensibilidad original, que dé la sensación de que resistirá el paso del tiempo. También el placer de la lectura y que te haga creer que centenares de lectores compartirán ese placer contigo.
P.- ¿Qué le parece el último premiado, Éric Vuillard?
R.- Es un muy buen Goncourt, yo voté por él porque El orden del día es muy original y tiene una escritura muy efervescente. Cuenta unos hechos históricos pero no es un historiador, sino un escritor de la Historia, que no es lo mismo. Él le da una dimensión estética y cultural que muchos manuales de Historia no tienen.
P.- Hace poco fue el Día de la Francofonía. ¿Cuál es la posición del francés en el mundo hoy?
R.- En todo el mundo hay 230 millones de personas que hablan francés. ¿Eso convierte a la francofonía en una entidad? Sí y no. Hay una solidaridad cultural entre quienes hablan el mismo idioma: hay obras de teatro de Quebec que se representan en París, los libros publicados en Francia se leen en África, en Bélgica, en Suiza... pero hablar el mismo idioma no desemboca en una solidaridad política ni económica.
"Si pretendiéramos censurar todas las obras que no respetan la ley y las virtudes, quedarían huecos enormes en las bibliotecas"
P.- ¿Cuál es la principal amenaza del francés?
R.- El uso excesivo de anglicismos. Todos los idiomas evolucionan, se enriquecen, pierden palabras y ganan otras, pero durante mucho tiempo el idioma francés tomó palabras del árabe, del alemán, del español, del italiano, de los idiomas escandinavos y hoy solo adopta palabras del inglés. Cuando nombran cosas que no existían o no se podían nombrar en francés, tienen su papel, pero cuando sustituyen a términos franceses, eso sí me irrita.
P.- ¿Cómo ve el panorama de la divulgación literaria en los medios de comunicación franceses?
R.- Hay que distinguir la televisión del resto. En la televisión, los libros están presentes en todos los canales todo el tiempo, pero son de cocina, de jardinería o memorias de boxeadores, de cantantes o de jugadores de fútbol. El sitio de los libros de literatura se ha reducido, se limita esencialmente a un programa de la cadena pública France 5 que se llama La grande librairie (La gran librería). En cambio en prensa escrita y radio veo que la literatura ocupa también menos espacio que hace 30 o 40 años, pero sigue siendo un espacio honorable. Tanto Le Monde como Le Figaro y Libération siguen teniendo suplementos literarios importantes.
Literatura y moral
P.- En la era del #MeToo se ha reabierto el debate sobre la Lolita de Nabokov. En su famoso programa Apostrophes, Nabokov dijo que, entre otras cosas por la versión cinematográfica de Kubrick, su novela se había malinterpretado y que Lolita no es una niña perversa que corrompe al adulto, sino una víctima. ¿Qué opina de este debate?
R.- Si Lolita se hubiera escrito hoy sería un escándalo. En su momento también lo fue, pero hoy habría reacciones muy violentas. No hay que olvidar que Lolita se vendió a escondidas en los años cincuenta. Por otra parte, es una obra maestra de la literatura. Es un debate eterno, pero la literatura debe estar por encima de los valores morales.
P.- ¿La corrección política es dañina para la literatura?
R.- La sociedad evoluciona y hoy hay actitudes y costumbres que ya no se admiten. La explotación sexual de los menores es intolerable. Lo que antes se ocultaba de manera vergonzosa, hoy se lleva a los tribunales. Pero si pretendiéramos censurar todas las novelas y todas las obras de pintores y cineastas que no respetan la ley y las virtudes, quedarían huecos enormes en las bibliotecas, los museos y las cinematecas.
P.- ¿Sigue siendo la crítica literaria igual de útil que hace treinta años?
R.- La crítica literaria nunca ha sido tan útil como ahora. Precisamente porque tiene mucha competencia del deporte, la economía, la política y las redes sociales, la crítica y la información literaria son indispensables para la vida intelectual y la vida de los libros. Antes se consideraba la crítica literaria como una parte esencial de los periódicos. No se fundaba ningún periódico sin una sección de crítica literaria. Cuando empezó la televisión francesa, se creó inmediatamente un programa literario. Había ese impulso, este reflejo. Hoy nos sumerge la información galopante y está bien que la literatura siga siendo apoyada por el periodismo.
Misionero de la lectura
P.- ¿Cómo se forja un crítico literario que no viene del ámbito académico sino del periodismo?
R.- Hay dos tipos de críticas: la periodística y la académica. Esta se dirige a los estudiantes e investigadores; la periodística, al público general. No son la misma cosa, aunque a veces se influyan mutuamente. Yo pertenezco al ámbito de la crítica periodística, soy un periodista que a través de sus críticas incita a leer y escribir. La crítica universitaria es más reflexiva y se escribe a largo plazo. La periodística es para el día a día.
"La auténtica Francia insumisa es la de los lectores, porque rechazan el monopolio de la pantalla y el dictado de la imagen"
P.- Hace poco celebramos también el Día de la Poesía. ¿Cómo está la poesía en Francia?
R.- [Eleva las cejas y suspira]. Sigue existiendo... Hace unos días recibí dos libros de poesía publicados por Gallimard, siempre hay editores que se arriesgan a publicar poesía, incluso la Academia Goncourt cada año entrega el Goncourt de la poesía. No ha muerto, sigue viva, mueve y conmueve, pero es subterránea y marginal, no se difunde a través de los medios de comunicación.
P.- En España andamos siempre preocupados por los índices de lectura. Según el último estudio oficial, el 40 % de la población nunca lee un libro.
R.- En Francia pasa lo mismo.
P.- ¿Le preocupa?
R.- ¡Claro! Acabo de publicar un libro que se titula Lire! [¡Lee!, escrito junto a su hija, Cécile Pivot]. He pasado toda mi vida incitando a la gente para que lea, he sido un enlace entre los libros y los lectores. Me entristece ver que los jóvenes no leen. Tengo una nieta a la que quiero mucho pero lee poco, me gustaría que leyese más... No hay que ablandarse, hay que seguir emitiendo programas literarios en la televisión, los periódicos tienen que seguir hablando de literatura, los padres y los abuelos deben dar ejemplo y ser misioneros de la lectura. Ahora hay un partido que se llama Francia Insumisa, y el otro día dije en Twitter [la red social se ha convertido en una de sus pasiones] que la auténtica Francia insumisa es la de los lectores, porque rechazan el monopolio de la pantalla y el dictado de la imagen.
P.- Uno de sus autores españoles favoritos, Eduardo Mendoza, dijo tras ganar el Premio Cervantes que lo importante no es que todo el mundo lea, sino que aquellos que lo hacen, lo hagan bien.
R.- Sí, eso es mejor aún. ¡Sería un sueño!
@FDQuijano