Borg/McEnroe
En 1980, en el verano más lluvioso que se recordaba en Londres, las trayectorias de dos estrellas del tenis se iban a cruzar en la final del Grand Slam de Wimbledon provocando una colisión que algunos todavía califican como el mejor partido de la historia. Björn Borg llegaba a la cita en busca de su quinto título sobre la hierba de Londres con 24 años y defendiendo la primera posición en el ranquin de la ATP, y John McEnroe comparecía como prometedor aspirante a derrocar al rey con tan solo 20 primaveras. El partido se prolongó durante 5 memorables sets en los que tanto uno como otro demostraron una enorme concentración y confianza. "Björn y John tenían ambos una capacidad especial para llegar hasta el límite y superarlo", explica Janus Metz, que ha adaptado la intrahistoria de este partido a la gran pantalla. "Creo que esto caracteriza a los campeones más grandes, a las personas que logran conseguir sus objetivos. Y aunque el mundo los viera como contraposiciones perfectas, tenían esta cosa particular en común; de hecho, ambos reconocieron esto el uno en el otro. Los dos jugaron al tenis como si sus vidas dependieran de ello".Borg/McEnroe, que se estrena en España este viernes, viene a ser una historia sobre el precio del éxito. En aquel momento el tenis era una industria extremadamente industrializada que había encontrado un enorme filón en la rivalidad de estos dos tenistas. Mientras que Borg recibió el apodo de 'Ice Borg', a McEnroe se le empezó a conocer como el 'Supermocoso'. "Para mí Borg/McEnroe es la versión tenística de Toro salvaje", explica Metz. "En realidad se trata de dos jóvenes que luchan para ser el mejor, para demostrarse algo a ellos mismos, con la finalidad de tener importancia, porque quieren ser algo o alguien".
Atrapados en una rivalidad legendaria, una de las mayores en la historia del deporte, en definitiva estaban jugando contra sus propios demonios. Los dos se empleaban como si sus vidas dependieran de golpear la pelota con la suficiente fuerza para que el rival no la alcance. A medida que la historia se desarrolla, con Sverrir Gudnason en el papel de Borg y Shia Lebeouf en el de McEnroe, vemos cómo estas dos personas solitarias solo parecían encontrar entendimiento en el rival. "Los jugadores de tenis eran estrellas de rock en aquella época y ellos fueron los dos máximos iconos", asegura el director. "Yo solo era un niño en 1980, pero recuerdo claramente esta época del tenis. En mi casa esperábamos la final de Wimblendon de 1980 como si fuese el sermón de la misa del gallo en la catedral de San Pablo. Recuerdo a un tipo con un peinado gracioso que lanzaba gemidos a un lado de la red y a otro tipo que al otro lado daba rienda suelta a su carácter furioso. Ahora creo que el núcleo de la cuestión era el modo en que se enfrentaban el uno con el otro".
La película se centra más en la figura de Borg, del que por aquel entonces pocos sabían que estaba cerca del final: desanimado, desgastado y devorado por la ansiedad. Explorando esa confusión interior, la película despliega una tipo de fotografía visceral, con mucha cámara de mano y steady-cam. "El objetivo era acentuar la sensación de inmediatez y de realismo", asegura Metz. "Y luego, esto se yuxtapone con elementos icónicos -que confieren estabilidad- y con la creación de una atmosférico rica y, a veces, incluso de imágenes simbólicas, que conducen al tema y a su importancia histórica. La película aborda un choque de titanes y esto impone una escala. Colocamos el punto de vista del espectador en los zapatos de Björn y de John, pero también conseguimos salir de este espacio saturado y a veces claustrofóbico, mediante imágenes a gran escala que acentúan la magnificencia del partido y la dimensión existencial de la historia".