Pauline Dreyfus. Foto: M. T. Slanzi
Cae un sol blando en la terraza del Instituto Francés de Barcelona. A la escritora Pauline Dreyfus (1969) le falta poco para terminar la sesión de fotos y la entrevista televisada. Sobre la mesa, bajo las ramas del único árbol, un ejemplar de El banquete de las barricadas, su última novela traducida al castellano y publicada, como Son cosas que pasan -la inmediatamente anterior- por Anagrama. La brisa nos predispone a una conversación agradable sobre la utopía, el contexto histórico en que se desarrolla su historia -mayo del 68- y, en especial, sobre su novela. La brisa, el sol y, sobre todo, Mariam Chaïb, infalible intérprete que hace posible esta conversación.Pregunta.- El banquete de las barricadas es una novela cómica, política, histórica, metaliteraria... Ha escrito una novela que es muchas novelas a la vez. ¿Está de acuerdo? ¿O predomina una forma por encima de las demás? ¿Cómo la definiría?
Respuesta.- Más allá del aspecto cómico, el tema principal es la utopía. La utopía es el punto en común en la contestación de mayo del 68; es lo que está en todas las capas de la sociedad. Como en el Hotel Meurice, donde transcurre la acción de la novela, que los empleados deciden votar a favor de la autogestión. Sin director ni jerarquías. Es la utopía del 68 por excelencia. Más allá de la sátira, hay una reflexión sobre los sueños.
P.- Un personaje dice: "¿Qué hay más triste que una vida sin utopía?". ¿Ve la utopía como un estímulo para el cambio? ¿Tiene sentido hoy?
R.- Quería crear un personaje que evolucionara entre la mañana y la noche, puesto que la historia transcurre en un solo día, y ese personaje, la señora del ropero, que al principio está a favor del orden, se acaba dando cuenta de que no hay nada más triste que el orden a secas. Y, al contrario, el maître, que está a favor de la utopía, se va a dar cuenta de que la utopía se ha roto al entrar en contacto con lo real. Cada personaje hará un camino inverso.
P.- El motivo central de la novela es un banquete literario para premiar a un autor joven. En este sentido, mejora una novela parecida de Manuel Vázquez Montalbán: El premio. Vemos que hay mucha literatura, pero también mucha política. ¿Existen paralelos entre el mayo francés y el movimiento de los indignados? ¿La insurrección ciudadana es parecida?
R.- No creo que mayo del 68 pudiera repetirse en Francia. La sociedad se rebeló entonces contra un presidente, el general De Gaulle, que llevaba diez años en el poder, y había un desequilibrio entre la sociedad y el poder político. En cambio, hoy en día tenemos un presidente muy joven, Emmanuel Macron, y siempre hay reivindicaciones en la sociedad, pero están muy diluidas. En mayo del 68 todos los estratos de la sociedad se unieron: los estudiantes, los obreros, los funcionarios, y todo el país quedó paralizado. Hoy en día el país funciona, pese a las huelgas de trenes; y los sindicatos hicieron mucho ruido en la primavera del año pasado, representando una pequeña parte de la población. Creo que en mayo del 68 fue la mayoría de la población la que se rebeló, y esa es la gran diferencia.
P.- Ha mencionado los sindicatos. ¿Cómo ve la tarea sindical en el panorama laboral de hoy? ¿No ve mucha desinformación al respecto?
R.- La gente está menos afiliada a los sindicatos que antes en Francia, por lo que tienen menos peso en la sociedad, pero siguen haciendo un trabajo muy útil. Estamos en una sociedad muy individualista. Los jóvenes sueñan menos. Sueñan con trabajar en startups, en pequeñas sociedades donde no hay presencia sindical. Hay una ideología del confort, del provecho, que es más importante que las ideologías que defienden los sindicatos.
P.- Como en su anterior novela, la realidad histórica nutre la historia con personajes y hechos reales. El escritor Jorge Semprún también usaba la realidad histórica, social, para armar sus novelas. ¿Le gusta esta concepción de la literatura? ¿La ve más penetrante, más útil que la ficción pura?
R.- Imagino que te refieres a la novela contemporánea. Me gusta apoyarme en la realidad histórica, y pasar la Historia por el filtro de la literatura, porque no hay nada más importante que la literatura. Hay una riqueza novelesca en la Historia que me interesa mucho explotar. Lo más difícil es la novela contemporánea. Yo no sé si me veo capaz de escribir una, ahora mismo.
P.- Volviendo a un tema anterior, ¿cree en la autogestión, sin jerarquías ni principio de autoridad? No sé si hoy se podría dar el tipo de organización social entre trabajadores que se ve en el Meurice.
R.- Lo interesante del caso del Meurice es que cada uno tiene tareas muy específicas. El pastelero no se puede convertir en recepcionista. Tienen que aceptar una jerarquía. Hay un ejemplo cinematográfico reciente: la película Le redoutable, de Michael Hazanavicius, sobre la autogestión en un rodaje. El realizador es el que manda, pero en la película someten a votación lo que se hará cada día, y no consiguen rodar la película. Hace falta un mínimo de jerarquía en los oficios.
P.- La descripción del día de los locos va pautando los hechos de la novela. ¿La revolución es un cambio de roles como el del día de los locos, donde el cura se cambia los hábitos y el campesino se pone los hábitos del cura?
R.- Sí. La revolución, no sé. Pero mayo del 68 me hizo pensar mucho en la jornada de los locos. En la Edad Media las autoridades la animaban porque sabían que al final del día todo iba a volver a su sitio. Era una válvula de escape. Verás que en El banquete de las barricadas el director no se queja, se pone del lado de sus clientes. Verá cómo se ven las cosas desde el otro lado del espejo.
P.- Como escritora, ¿le coarta el peso de la Historia para escribir? ¿Limita al novelista?
R.- Es un límite, porque no podemos decir tonterías. Lo bueno de tener personajes ficticios es que te dan la libertad que los reales te niegan.
P.- Y, a raíz de esto: ¿le ha costado dar voz a personajes reales como Salvador Dalí o Florence Gould?
R.- Me he documentado mucho. Todas las frases que dice Patrick Modiano las dijo realmente en las entrevistas; Salvador Dalí concedió muchas entrevistas a la televisión, con lo que las pude mirar; y Florence Gould, que era una caricatura de personaje, fue muy divertido de describir.
P.- ¿Y Patrick Modiano? ¿Ha leído el libro?
R.- Le mandé el libro, pero nunca me contestó. Le contacté cuando lo estaba escribiendo, pero nada. Me explicaron que nunca contesta, que es muy solitario y de acceso muy difícil.
Acabamos la entrevista, y Dreyfus se interesa por el libro de Vázquez Montalbán con el que comparaba El banquete de las barricadas. El suyo es mejor, le digo. Y explica algo que no había explicado antes, una rareza que descubrió al documentarse para la novela. "Puedes incluirlo". "Florence Gould, al morir, quiso dejar su herencia al gran amor de su vida: sus perros. Y la ley francesa prohíbe que un animal reciba una herencia. Pero encontraron la manera de esquivar el problema. Dieron cada perro a una familia de acogida, y dinero a cada familia para que los cuidaran. El miedo era que las familias reemplazaran al perro en caso de muerte para seguir cobrando. ¿Y qué hicieron? Tatuaron a los perros. El abogado comprobaba cada año que era el perro de Florence Gould, y por tanto podían seguir cobrando el dinero. ¿No le parece increíble? Se demuestra hasta qué punto estaba sola. Es patético".
P.- Sí, sí. Es la soledad del millonario.
R.- Totalmente.
Nos vienen a buscar. Pauline Dreyfus entra en la sala de actos del Instituto Francés para seguir respondiendo preguntas sobre El banquete de las barricadas.