Annette Bening y Jamie Bell en la película de Paul McGuigan

Las estrellas de cine no mueren en Liverpool, de Paul McGuigan, aborda con ternura y romanticismo la relación que la actriz del Hollywood clásico Gloria Grahame, ganadora de un Óscar por Cautivos del mal, mantuvo con el joven actor inglés Peter Turner, casi treinta años más joven que ella, en los últimos días de su vida. La película está protagonizada por Annette Bening y Jamie Bell.

La actriz Gloria Grahame (Los Ángeles, 1923 - Nueva York, 1981) podría servir de inspiración para varias películas de tonos y géneros distintos, incluso diametralmente opuestos, pues su vida fue como una montaña rusa en la que experimentó la fama, el escándalo, el fracaso, el olvido, la depresión, la redención y el amor.



Sus años de éxito en la industria darían pie a un filme similar a esa Cautivos del mal (Vicente Minelli, 1952) que le otorgó el Óscar a la Mejor Actriz de Reparto, una obra maestra en la que la cámara apunta a las entrañas del Hollywood clásico para solo encontrar codicia y ambición de poder. Su caída en desgracia podría dar lugar a una versión libre de El crepúsculo de los dioses (Billy Wilder, 1950) en la que la protagonista sería una deprimida actriz incapaz de adaptarse al paso del cine en blanco y negro al cine en color. Sin embargo, en Las estrellas de cine no mueren en Liverpool, que se estrena este viernes, nos encontramos ante una tempestuosa, desgarradora y, sobre todo, tierna historia de amor: la que vivió la intérprete, que encarna con maestria Annette Bening, con el actor inglés Peter Turner (Jamie Bell) casi 30 años más joven que ella, en los últimos tres años de su vida.



Grahame, cuya madre era actriz y profesora de interpretación, había labrado su fama desde mediados de los años 40 en el sistema de estudios de Hollywood interpretando a mujeres de los bajos fondos en películas de cine negro como Encrucijada de odios (Mark Robson, 1949), por la que ya fue nominada a los premios de la Academia, o En un lugar solitario (Nicholas Ray, 1950), en la que compartía protagonismo con Humphrey Bogart. Su año fue ese 1952 en el que, además de Cautivos del mal, trabajaría con Josef von Sternberg en Una aventura en Macao y Cecil B. Demille en El mayor espectáculo del mundo. Tras el Óscar aún rodaría con directores de la talla de Elia Kazan, Fritz Lang (en la obra maestra del cine negro de 1953, Los sobornados), Fred Zinnemann o Stanley Kramer, pero antes de llegar a los años 60 su estrella ya se estaba apagando, en gran medida por culpa de varias operaciones estéticas que dejaron su labio superior paralizado y perjudicaron su dicción.



"Nunca he trabajado con una actriz que me haya exprimido tanto emocionalmente como Annette Bening". P. McGuigan

Tampoco contribuyó al mantenimiento de su status en Hollywood su controvertida vida privada. A los cuarenta años se había casado ya en cuatro ocasiones. La segunda vez con Nicholas Ray, director de Rebelde sin causa, y la cuarta con el hijo que tuvo éste con su primera mujer, Anthony Ray. La prensa cargó las tintas contra la actriz cuando trascendió que la relación entre ambos había comenzado cuando Anthony tenía 13 años y Grahame estaba aún casada con su padre. El escándalo mediático, unida a una crisis nerviosa a causa de la pérdida de la custodia de su hija Mariana, provocó su caída definitiva en el ostracismo. El matrimonio con Anthony se prolongaría a pesar de todo durante catorce años y la actriz acabaría trabajando en producciones tea-trales de menor escala en el Reino Unido.



La película de Peter

Nada de lo anterior es relatado, sin embargo, en Las estrellas de cine no mueren en Hollywood, pues el punto de vista de la película (solo traicionado en el prólogo y en el último acto) es el de Peter Turner, ya que el guion se inspira en el libro homónimo en el que el actor inglés explicó todos los pormenores de su relación con la actriz. La pareja se había conocido a finales de los 70 en un hostal de Primrose Hill en Londres, cuando él era un aspirante y ella una veterana pero vital y divertida actriz. "Conocemos algunas de las razones por las que Gloria cayó en desgracia durante la película, pero en realidad es la historia de Peter", asegura el director de la película Paul McGuigan (El caso Wells, Obsesión, Victor Frankenstein). "Era la época anterior a internet y Peter no podía buscar ‘Gloria Grahame' en Google. De hecho, es un camarero quien le tiene que decir quién es y que había ganado un Óscar en los 50. Él se queda impresionado. Jugar con esta cuestión era interesante. Lo que sí espero es que la gente salga del cine queriendo saber quién era esta actriz y que vea alguna de sus películas".



Un dispositivo teatral

El filme arranca en Manchester a finales de septiembre de 1981 con Grahame en un camerino preparándose para salir a escena cuando sufre un desmayo. La actriz se niega a recibir atención médica y contacta a Turner, con el que había roto hace un tiempo, para que lo acoja en su caótica residencia familiar en Liverpool mientras se recupera. "La película sigue una línea temporal de tres años y nos movemos adelante y atrás a través de los recuerdos de Peter", explica McGuigan. "Es una película muy simple y, al mismo tiempo, muy complicada".



La mayor sofisticación del proyecto se encuentra en las transiciones de una época a otra, que provocan una sensación deliberadamente teatral. "No hay efectos digitales en la película", continúa el director. "Cambiábamos los escenarios en directo, movíamos los decorados y hacíamos el cambio de Liverpool a Los Ángeles en plano secuencia para que los actores caminaran de un escenario a otro, como si viajasen en el tiempo. Tenían que cambiarse de ropa tras la cámara y era un proceso muy divertido. Me gusta jugar con la cámara y esta era la historia ideal para hacerlo. Hay mucha complicidad entre Peter y Gloria".



Sin embargo, es en el trabajo de los actores, en la química que trasmiten juntos en pantalla, donde la película busca impactar al espectador. Mención especial merece el trabajo de Annette Bening, quién se preparó a conciencia para interpretar a Grahame. De hecho, llegó a acumular un volumen de información ingente sobre la actriz en los meses previos al rodaje. "Como cineasta no creo que haya estado con una actriz que me haya exprimido tanto emocionalmente", afirma McGuigan. "Annette está ahí, presente. Por ejemplo, cuando Gloria está enferma en casa de Peter y lo pasa muy mal, como director, lo sientes y lo recibes. La gente lo llama ‘método', pero yo lo llamo ‘lo que hace Annette".



@JavierYusteTosi