Emmanuelle Devos rodeada de hombres en un momento de la película

Tonie Marshall estrena una película feminista y militante que sacrifica la complejidad y la profundidad en favor de la claridad expositiva.

"Arribista es como se suele denominar a una mujer con carrera política, sentido estratégico y gusto por el combate", dice en un momento de La número uno una de sus protagonistas. Película feminista y militante de forma explícita, esta cinta dirigida por la actriz Tonie Marshall quiere ofrecer una reflexión sobre un asunto de crucial importancia como la relación entre mujer y poder. La protagonista es Emmanuelle Blachey (Emmanuelle Devos), una ingeniera que tiene un puesto en el consejo de administración de una gran empresa energética y a la que un grupo de mujeres influyentes propone promocionar como candidata de una empresa del CAC 40, que es el Ibex 28 del país vecino. Sería un hito importante porque de lograr su objetivo, la protagonista sería la primera mujer en conseguirlo. En nuestro país, por cierto, compruebo que hay cuatro mujeres al frente de las mayores empresas del país, lo cual dista de estar remotamente cerca de lo deseable, pero es mejor que la nada de la película.



Con tono elocuentemente didáctico, Marshall, una actriz medio francesa medio estadounidense con un largo recorrido en el audiovisual galo, no oculta sus cartas y en el filme es habitual que los personajes suelten reflexiones de calado como la que arranca esta crítica. Nada que objetar. La número uno es una película discursiva y militante en la que cobran importancia las reuniones de ese grupo, llamarlo lobby suena más feo pero es lo que es, de mujeres poderosas y con talento en la que se debate sobre cuestiones que no son poco importantes como el papel de los hombres en un cambio deseable en la sociedad o la forma en que las mujeres deben preservar su identidad y la solidaridad cuando alcanzan las altas esferas.



Todos hemos visto mil veces esas fotos de Angela Merkel rodeada de hombres en las reuniones de altos dignatarios internacionales o incluso en su propio país, con la cohorte de ministros, altos funcionarios y líderes alemanes, casi siempre hombres. Hasta cierto punto, esta Emmanuelle Blachey de La número uno, una mujer rodeada de hombres, casi siempre más mediocres que ella, hace justicia a esas pioneras que deben hacer una cosa muy difícil, despejar el camino, crear nueva formas y enfrentarse a un entorno que con frecuencia quiere marginar a las mujeres a la esquina de la historia. Es eso que llaman micromachismos y que la película trata de mostrar una y otra vez como en la visita a la plataforma petrolífera, en la que ese carácter heroico de la heroína, mujer fuerte en un mundo tan "macho" como el del petróleo, queda más claro.



Bien contada e interpretada por Devos, La número uno prefiere sacrificar la complejidad y la profundidad en favor de la claridad expositiva, lo que le da un tono de panfleto, y no es una crítica. Creada y ejecutada para remover conciencias, sin duda tiene la capacidad de plantear las preguntas necesarias para, aquí sí, apostar por respuestas más complejas.