Image: Alto el fuego: los horrores de la guerra

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Cine

Alto el fuego: los horrores de la guerra

La película quiere mostrarnos la Primera Guerra Mundial como un conflicto reciente y moderno y servir como toque de atención para el presente

10 agosto, 2018 02:00

Romain Duris en Alto el fuego

En una de las mejores películas de los años 40, Los mejores años de nuestra vida (1946), el maestro William Wyler nos mostraba el difícil regreso a casa de los hombres que habían combatido en la Segunda Guerra Mundial. Recibidos como héroes, poco a poco ven cómo los traumas emocionales son profundos y las taras físicas que en algunos ha dejado la batalla les complica el futuro laboral en una sociedad que primero los aclama y después los margina. Alto el fuego, debut en la dirección de Emmanuel Courcol, aborda un tema similar aunque con la Primera Guerra Mundial como telón de fondo y ambientada en una pequeña provincia francesa y no en un pueblo de Estados Unidos. Aquí, sin embargo, no se trata de ver los defectos de una sociedad desalmada sino los problemas de los propios ex soldados, incapaces de sobreponerse al horror vivido.

Arranca con imágenes de la Primera Guerra Mundial en la que participan como combatientes Romain Duris (que tiene un aspecto rarísimo todo el filme) y su hermano, un chico sensible y tímido protagonizado por Grégory Gabedois. Ambos ven horrores indecibles de cerca. La contienda fue un conflicto de una crueldad inenarrable que los avances técnicos convirtieron en el más sanguinario y devastador de la historia de la humanidad. Hace pocas semanas, otra película francesa, Nos vemos allá arriba, de Albert Dupontel, también narraba las secuelas, aunque con tono muy distinto, en aquellos que tuvieron la desgracia de padecerla. Aquí, ambos hermanos reaccionan a lo que ahora se llama stress post-traumático de forma distinta: Duris se marcha a África cual Rimbaud y el otro se queda en casa, pierde el habla pero gana en apetito y se convierte en obeso.



A nadie le hará daño ver Alto el fuego, cuyo claro mensaje pacifista y antibelicista forma parte del mismo paquete. Es una película pulcra y simpática de ver pero puedes imaginártela desde el principio. Bien ambientada y haciendo gala de un dramatismo un tanto naïf (el discurso de Duris a su amada sobre sus compañeros muertos en décimas de segundo y su escapada a la montaña para meditar), la película quiere mostrarnos la Primera Guerra Mundial como un conflicto reciente y moderno y servir como toque de atención para el presente. Nada que objetar a un filme al que le hubiera venido bien un poco más de garra.

@juansarda