Image: Viaje a Nara (Vision): los dos mundos de Naomi Kawase

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Cine

Viaje a Nara (Vision): los dos mundos de Naomi Kawase

Con mucho plano a contraluz y contrapicado, el problema de la última película de la directora japonesa es la falta de química entre sus dos protagonistas

28 diciembre, 2018 01:00

Fotograma de Viaje a Nara (Vision)

La cineasta japonesa Naomi Kawase (Nara, 1969) ha logrado fama y fortuna con una serie de películas de marcado perfil autoral en los que se ha revelado como una sofisticada esteta en su voluntad perenne de narrar con imágenes turbulentos estados del alma. Fue en 2007, con El bosque del luto (2007), su tercera película de ficción, además de varios documentales, cuando la directora ganó el Gran Premio del Jurado en Cannes con una película bellísima. En ella afrontaba la idea del duelo y la muerte partiendo de poderosas imágenes de un bosque. Desde entonces, Kawase se ha hecho con un hueco en la atención de los más cinéfilos gracias a películas como Una pastelería en Tokio y Hacia la luz.

En su nuevo filme, Viaje a Nara, el bosque vuelve a tener un protagonismo destacado en una historia que no trata de luto sino de todo lo contrario. Aquí lo que vemos es el proceso de reconstrucción interior de dos seres a la deriva. Por una parte, Jeanne (Juliette Binoche, nada menos, un tanto desvaída) es una reportera de viajes talentosa pero perdida y, por otra, Satoshi (Masatoshi Nagase), un guardabosques con aires místicos que lleva siglos refugiado en medio de la naturaleza esperando algún tipo de señal. El meollo del asunto es la "vision" del título, una planta misteriosa y milagrosa que tiene la capacidad de infundir amor en el mundo.

Los lectores de Kenzaburo Oé conocen el rico imaginario mágico y simbólico que la cultura japonesa otorga al bosque, que se convierte en un organismo vivo y politeísta. Novelas de Oé como Carta a los años de la nostalgia (1987) o M/T y la historia de las maravillas del bosque nos acercan a ese universo mágico que esta bellísima mitología crea y recrea desde sus orígenes. Un mundo que sirve a Kawase para construir con este Viaje a Nara una de sus películas más predecibles aunque la directora siga teniendo la capacidad de deslumbrar aquí y allá con algunas imágenes de intensa y cegadora belleza.

Metáfora evidente sobre la posibilidad de la fraternidad universal en un mundo despiadado y presuroso en el que se pone el acento en las diferencias culturales, con el personaje de Satoshi, ese hombre maduro al que adivinamos padecimientos abismales, Kawase explora un pozo similar al de la reciente y más lograda Hacia la luz, donde la ceguera de un fotógrafo se convertía en una metáfora sobre la "verdadera" luz del mundo (o sea, la interior). Con mucho plano a contraluz y contrapicado, el problema de Viaje a Nara es que la química entre ese hombre desvalido y la viajera occidental que olvidó su alma por el camino nunca acaba de echar chispas.

@juansarda