Cuando Nadine Labaki (Baabdat, Líbano, 1974) tuvo que elegir a una actriz para interpretar a la abogada defensora del niño protagonista de su última película, Cafarnaúm, decidió reservarse el papel. Quién mejor que ella, que ha invertido cuatro años en una investigación exhaustiva en los centros de detención de niños, en prisiones juveniles y en los tribunales de menores en su país natal, para respaldar, como actriz y directora, a toda una generación en los márgenes.
Su drama social, cerca del documental, retrata a varios pequeños abocados a la pobreza, víctimas de guerras y de una existencia indocumentada en el Líbano. La película, protagonizada por actores no profesionales en similares condiciones a las de sus personajes, le ha reportado el Premio del Jurado en el último Festival de Cannes y la nominación al Óscar a la mejor película extranjera, lo que la convierte en la primera directora árabe candidata al Premio de Hollywood.
Pregunta. ¿Por qué elegió la palabra Cafarnaúm para titular su película?
Respuesta. Cafarnaúm, según la Biblia, fue una ciudad palestina condenada por la ira divina. A partir del siglo XVIII, los escritores franceses comenzaron a usar esta palabra como sinónimo de caos, desorden, desbarajuste. Cuando empecé a pensar en esta película, tenía un montón de temas de los que quería hablar. Mi marido, Khaled Mouzanar, me sugirió que escribiera en una pizarra todos los problemas que quería tratar en la película, los matrimonios concertados con menores, la explotación infantil… Cuando me paré a ver lo que había escrito, vi que todo aquello era un capharnaüm y que, por tanto, ahí tenía el título.
P. ¿Qué premisas le dió a su directora de casting, Jennifer Haddad, para seleccionar el elenco?
R. Era imprescindible una sinceridad absoluta, que los intérpretes conocieran las condiciones que estábamos mostrando. Creo que hubiera sido imposible conseguir que unos actores interpretaran unos personajes que viven en el infierno. Realizamos el casting en la calle. Fue un proceso muy largo y muy difícil. El equipo se movió por el Líbano entrevistando a gente y hablando con niños en los arrabales, lo que nos permitió encontrar a actores no profesionales que aportaran su conocimiento de las situaciones y sus experiencias personales a la historia. La película les facilitó exponer su sufrimiento.
P. ¿Cuáles fueron los momentos más delicados del rodaje de Cafarnaúm?
R. El día después de que rodáramos la escena en la que Rahil es arrestada en el cibercafé, la detuvieron de verdad porque no tenía documentación. Cuando empieza a llorar en la película en el momento en que la encarcelan, sus lágrimas son reales porque ya había pasado por esa experiencia. Lo mismo pasó con los padres de Yonas. Los suyos en la vida real fueron arrestados durante el rodaje. La chica que la interpreta, Treasure, tuvo que vivir con la directora de casting durante tres semanas. Muchos momentos de realidad y ficción se fundieron durante todo el proceso.
Las dos películas previas de Nadine Labaki, Caramel (2007) y ¿Y ahora adónde vamos? (2011), también abordaban desgarros sociales de su país. En su ópera prima retrató la situación de la mujer en el Líbano, y en su segundo filme, las guerras fratricidas regionales son un trasunto musical y neorrealista de la comedia de Aristófanes Lisístrata. En ambas había dolor, pero también espacio para el humor. Cafarnaúm, en cambio, no da tregua. Tanto es así, que la implicación de la actriz y directora se ha extendido al plano personal. Labaki patrocinó a una de sus actrices, arrestada durante la producción por su estatus migratorio, para que pudiera permanecer en el Líbano, y ha trabajado con la Agencia de Refugiados de las Naciones Unidas para facilitar la acogida de su actor protagonista, el niño sirio Zain Al Rafeea, y de su familia.
Experiencias directas
P. ¿Conecta esta película con el género documental?
R. Cafarnaúm es una ficción, pero mucho de lo que ocurre lo he vivido, he sido testigo de ello. Además de la situación de los actores que le comentaba, el rodaje se realizó en zonas desfavorecidas de la ciudad, en espacios que han sido testigos de esas tragedias. Sus experiencias eran directas para que resultaran creíbles, por lo que el rodaje duró seis meses. Acabamos con más de 520 horas de material.
P. La película alterna el detalle de la vida de sus protagonistas con planos cenitales, a vista de dron. ¿A qué responde esta alternancia entre lo particular y lo general?
R. Quería rodar en las calles para trasladar la auténtica realidad que se vive en Beirut, y no recrearla. Con las tomas aéreas intentaba que el público pudiera entender el contexto y el entorno de unos personajes que están atrapados en una metrópoli llena de ruido y confusión, donde su vida transcurre sin alternativas.
P. ¿Cómo surgió la incorporación de su marido Khaled Mouzanar a la película?
R. Nuestras vidas profesionales y privadas también se han superpuesto durante todo el período de producción. Cafarnaúm se convirtió en una epopeya familiar. Nuestra hija nació poco antes de que empezáramos a rodar. Vivimos todo el proceso de la película juntos, como harías con un nacimiento de verdad. Se convirtió en nuestra vida cotidiana. Todo lo hicimos nosotros en casa: reunimos la financiación de forma nada convencional. Khaled fue el primero que entendió mi obsesión por llevar al límite el realismo y la verdad, y a la vez por explorar un problema social y humano. El hecho de que él la produjese me garantizó una libertad absoluta y, aunque los riesgos eran gigantescos, él creía totalmente en la película.
P. Khaled es compositor. ¿De qué manera consensuaron la música?
P. Fue principalmente trabajo de Khaled. Él se preguntaba qué tipo de música podría encajar en la vida de esos personajes, en lo que tenían que contar. Finalmente, eligió una banda sonora menos melódica de lo habitual que acentuaba el paisaje de la película, una alegoría de lo que serán en el futuro las grandes ciudades. Eso se logró usando melodías corales disonantes, sonoridades electrónicas basadas en sintetizadores. Khaled quería evitar resaltar unas emociones que eran ya muy intensas y desnudar las escenas creando una atmósfera inquietante para el público, que se enfrenta en la película a su culpabilidad por haber visto esas situaciones y no haber reaccionado.
P. Hace unos años se presentó a las elecciones municipales de Beirut. ¿Está pensando involucrarse en política?
R. No estoy segura de lo que me deparará el futuro. Estoy muy centrada en tratar de modificar las cosas que funcionan de manera injusta en mi país a través del cine. Hay que seguir hablando y debatiendo sobre temas sociales y políticos. Creo firmemente que el cine es una de las armas más poderosas que existen para cambiar el mundo.