José Antonio López Guerrero
Profesor de Microbiología y Director del grupo de NeuroVirología (UAM)
Un lujo para nuestro bienestar
Antes de derivar hacia el concepto actual de inmunidad como defensa contra organismos patógenos, el término immunis se aplicaba ya en la gran República Romana para definir aquellos senadores que estaban “libres de carga”, es decir, de impuestos. En nuestras defensas biológicas, la inmunidad, como cometido de nuestro sistema inmunológico, suele dividirse en dos grandes bloques: innata -inmediata y organizada antes, incluso, de entrar en contacto con el patógeno- y adaptativa -muy específica y que requiere un rearme inicial de varios días-. Nuestro sistema inmune -inmunológico para los puristas- es capaz de reconocer y activarse frente, ¡atención!, a cientos de miles de millones de antígenos, algunos de ellos, por desgracia, péptidos propios que pueden conducir a trastornos autoinmunes.
Un antígeno es cualquier fragmento de proteína, principal pero no exclusivamente, que activa una respuesta inmune, esto es, que es reconocido por un anticuerpo. Un antígeno no es un patógeno, pero puede ser parte de él. Nuestro sistema inmune está reconociendo continuamente miles y miles de antígenos; de ahí -y ya estoy adelantando acontecimientos- que el suponer que por vacunarnos contra unos pocos cientos de patógenos vamos a “gastar” nuestras defensas inmunológicas es poco menos que ridículo. Cuando entramos en contacto con un nuevo patógeno activamos todo nuestro arsenal inmunológico: defensas inmediatas innatas, procesos inflamatorios, presentación de parte del patógeno -antígenos- en el cuartel general linfoide -ganglios linfáticos o bazo, principalmente- y, a través de los linfocitos T y B, activación de la poderosísima defensa adaptativa. Si el patógeno no nos vence, en pocos días comienza su declive hasta la derrota final. A partir de aquí se activa un sistema de vigilancia frente a ese patógeno conocido como “memoria inmunológica”. La próxima vez que nos encontremos con él responderemos más rápidos. ¿Se imagina que pudiéramos pasar a esta segunda fase de memoria sin el calvario de enfrentarnos al agente infeccioso? Pues deje de imaginar. Eso es lo que consigue la vacunación, el mejor hito en la historia de la biomedicina. Vacunación es el proceso por el que armamos a nuestras defensas -nuestra memoria inmunológica- frente a un patógeno, pero sin sufrir su envite. Nada en biología -como en la vida misma- está exento de riesgo, pero las vacunas actuales que nos ponemos cuando estamos sanos -quizás de ahí algún que otro recelo- se pueden considerar los “medicamentos” más seguros y efectivos de nuestras vidas.
"Con la vacunación armamos a nuestras defensas frente a un patógeno, pero sin sufrir su envite. Las vacunas actuales son los “medicamentos” más seguros y efectivos de nuestras vidas"
Comentar también que existen varios tipos de vacunas: aquellas consistentes en inyectarnos o ingerir el patógeno contra el que queremos protegernos, pero debilitado, atenuado, incapaz de producir enfermedad -vacunas en claro retroceso por algún que otro riesgo de reversión fenotípica hacia la virulencia- y las inactivas, vacunas elaboradas con el patógeno inactivo, muerto, o directamente con fragmentos de éste, como una proteína o incluso un fragmento de ADN. Actualmente, la nanotecnología permite elaborar vacunas muy efectivas dirigidas de una “tacada” contra varios patógenos. Todo un lujo al servicio de nuestro bio-bienestar.
Margarita del Val
Investigadora en Inmunología Viral del Centro de Biología Molecular Severo Ochoa (CSIC-UAM)
El sarampión y la inmunidad colectiva
La infección natural por el sarampión tiene secuelas de meses de supresión inmunitaria -nos bajan las defensas-, en casos peores pero frecuentes neumonías o encefalitis y, en 1 de cada 1.000 casos, la muerte. Así, el sarampión natural puede ser mortal. En nuestra época. En Europa. No es un asunto del pasado. Por eso nos seguimos vacunando.
La vacuna del sarampión es una vacuna atenuada, empleada desde hace medio siglo y con un perfil de seguridad muy conocido. La vacunación actúa como una infección mínima e induce todo tipo de inmunidad, linfocitos T que eliminan células infectadas y linfocitos B que hacen anticuerpos contra el virus. La vacuna del sarampión ha bajado sostenidamente las muertes por esta enfermedad en el mundo: en 2017 hubo cinco veces menos muertes que en el 2000. Sin embargo, según la Organización Mundial de la Salud, todavía en 2017 hubo 110.000 fallecimientos, sobre todo de niños menores de cinco años. La parte positiva es que la bajada de muertes nos confirma que la vacuna del sarampión funciona. Pero aún 300 niños mueren de sarampión al día, como si un gran avión lleno de niños se estrellase. Cada día, continuamente. Asusta, ¿verdad? Y es que un niño de cada siete no tiene acceso a la vacuna en el mundo.
¿Podemos cada uno de nosotros hacer algo sencillo para evitar esta sangría? Pues sí. El enfermo lleno de granitos es muy contagioso. Pero una persona vacunada o curada del todo ya no contagia. Por eso, con esta enfermedad, la estrategia es ir arrinconándola a base de estar todos vacunados, de manera que si hay una persona enferma y contagiosa no se lo transmita a nadie y se pare el contagio. Es lo que se llama la inmunidad colectiva, que detiene la transmisión. Así que nuestra labor es muy sencilla: asegurarnos de que nuestros hijos estén vacunados, por interés propio y por solidaridad. Siempre, claro, siguiendo las pautas y recomendaciones de los especialistas sanitarios. Si además se lo explicamos a las personas que conocemos y que no tienen toda esta información, estaremos contribuyendo a salvar vidas.
"Quien no está vacunado permanece vulnerable toda su vida. El sarampión mata en europa. Sí, en europa en la primera mitad de 2018 enfermaron 41.000 personas. 37 murieron. Ninguna en españa"
Incluso en Europa hay padres que no vacunan a sus hijos porque tienen dudas. No las acaban de resolver, nunca se deciden, les han metido el miedo en el cuerpo exagerando la probabilidad de reacciones adversas. No recuerdan que el sarampión mata en Europa… Sí, en Europa en la primera mitad de 2018 enfermaron 41.000 personas y 37 murieron de sarampión, aunque ninguna en España. Niños pequeños y también adultos no vacunados. Y es que quien no está vacunado, permanece vulnerable toda su vida. Si una persona realiza un voluntariado de cualquier tipo en países en desarrollo, ¡cuidado!, está potencialmente llevando enfermedades contagiosas consigo que podrían ser muy graves en poblaciones malnutridas y sin buena cobertura sanitaria. Así que seamos responsables y solidarios: vamos a informarnos, vacunarnos y contribuir, además, a disipar las dudas sobre la eficacia de las vacunas.