Uno de los grandes asuntos del cine comercial contemporáneo de Estados Unidos es el sentimiento de culpabilidad de los padres por no pasar suficiente tiempo con sus hijos. Si la realidad se parece a Hollywood, los niños americanos crecen solos y tristes porque sus estresados y triunfadores progenitores están demasiado ocupados con su trabajo. Paradójicamente, el mensaje ha calado. En noviembre del año pasado, una encuesta internacional realizada en los países del primer mundo concluía que las madres (porque siguen siendo sobre todo las madres) pasan tanto tiempo con sus hijos como en los años 50.
De esta manera, si una madre occidental de los años 60 se ocupaba 65 minutos de sus hijos, una de ahora lo hace más de 100, y subiendo. Al mismo tiempo, los padres, ya lo sabemos, no son eses seres distantes y atemorizantes que pintaban las familias antiguas sino que también ellos han multiplicado el tiempo con la crianza. De hecho, hace poco el New York Times se preguntaba si no estamos ante una nueva generación de padres tan obsesionada con el bienestar emocional de sus hijos y pasar tiempo con ellos que hemos pasado al problema contrario, unos padres demasiado pendientes de sus hijos y perpetuamente “culpables” por no atenderlos suficiente.
En Pokémon. Detective Pikachu digna adaptación de Warner del famoso personaje virtual y el universo que lo rodea, vemos a uno de esos hijos abandonados (Justice Smith) a los que nos tiene acostumbrados el cine moderno y a uno de esos padres “culpables” (Ryan Reynolds), un policía obsesivamente entregado a la causa del bien y el entendimiento entre humanos y Pokémons. La trama arranca cuando el chaval debe viajar a la ciudad paterna para asistir a su funeral y despedir a un hombre al que apenas ha conocido. La ciudad en cuestión es un lugar especial en la que los Pokémons corren libremente sin estar confinados en reservas y el misterio del asunto es que el padre podría no estar tan muerto. Por supuesto, hay un Pikachu, que es como una versión aún más mona de un gato mono, y multitud de extraterrestres adorables aunque el quid de la cuestión también es que, misteriosamente, algunos de ellos se están volviendo malos.
Destinada a arrasar en los cines con cifras escandalosas, arrastrada por el fenómeno de un juego de móvil que ha enfebrecido a millones de niños y adolescentes, Pokémon. Detective Pikachu se plantea como una clásica película de iniciación en la que hay una chica (una aguerrida reportera en la piel de Suki Waterhouse) y una suerte de tirano bondadoso con la cara de Bill Nighy. Visualmente deslumbrante, como cabría esperar de una película con semejante premisa, cabe aventurar a Pokémon una larga vida en los cines. Hay Pikachu para rato.