Un brillante profesor universitario de matemáticas (Oscar Martínez) descubre que padece Alzhéimer y antes de perder la memoria por completo quiere reencontrarse con la adolescente a la que amó con locura cuando él también lo era. Este es el argumento de Vivir dos veces, película dirigida por María Ripoll (Barcelona, 1964) que ella misma considera que no trata sobre la enfermedad sino que, entre otras cosas, es la historia de una familia que aprende a estar unida ante la adversidad. Planteada con un tono de comedia a pesar del drama del protagonista, vemos a un Oscar Martínez en la piel de un hombre inteligente con mal carácter que redescubre el amor de su hija (Inma Cuesta) y su nieta (Mafalda Carbonell) cuando emprende la búsqueda de esa mujer de la que que estuvo locamente enamorado pero cuya relación nunca prosperó. Con ecos de Little Miss Sunshine (Jonathan Daylon, Valerie Faris, 2006), la película parte de un guión de la novel María Mínguez para contar una historia de amor resistente al paso del tiempo y a los achaques en la que la comedia surge de las particularidades de los protagonistas, empezando por ese profesor malhumorado y continuando por su entusiasta hija, su sarcástica (y coja) nieta o un marido coach que habla con frases de autoayuda. La directora, conocida por otras comedias dramáticas como Lluvia en los zapatos (1998), su debut, o éxitos recientes como No culpes al karma de lo que te pasa por gilipollas (2016) o Ahora o nunca (2015), nos explica por qué es una película romántica, la dificultad de equilibrar el drama con la comedia y de utilizar un humor que no es humor negro sino la vida misma.
Pregunta. Da la impresión de que la película va de menos a más. ¿Está de acuerdo?
Respuesta. Teníamos que presentar los personajes. Yo también pensaba que quizá había que cortar el principio pero si no los presentas luego no tiene tanto efecto el final. Ha sido difícil equilibrar esa presentación con el resto y luego que haya humor. Yo ahora quizá cortaría un poquito… pero ya está hecha. De todos modos, nunca sabes. Si esa parte inicial no existiera luego no te emocionarías tanto. Lo que veo en los pases de público es que jamás he recibido tantos abrazos al acabar una película. Solo me había pasado con Cromosoma Cinco (2013), que es un documental muy chiquito que rodé. Es un drama muy cotidiano, muy familiar, son situaciones muy cercanas, la gente se siente identificada.
P. ¿Esa adolescente que recuerda con devoción el protagonista es como “Rosebud”, ese trineo que Orson Wells echa de menos en Ciudadano Kane?
R. Las cosas importantes no te das cuenta cuando te están pasando sino cuando ya te han pasado. Después, cuando miras atrás, es cuando ves la trascendencia que ha tenido eso en tu vida. Quizá algunas veces las cosas no salieron como esperabas precisamente porque no hemos creído que fuera lo importante. Lo que me gustaba de este proyecto era precisamente este concepto de “antes de olvidar, quiero recordar”. Es un hombre que cuando va a perder la memoria se plantea lo que ha sido su vida. ¿Si nos pasara a nosotros, dónde nos gustaría tener una segunda oportunidad? Ese concepto me gustaba mucho. Es una familia disfuncional en la que hay un viaje como metáfora de un cambio, uno quiere recordar, la hija se da cuenta de que su vida está montada en una mentira y la niña ve que su vida virtual en redes sociales también está montada en una mentira. Al principio están muy separados y este viaje les ayuda a reencontrarse. Para mí un factor muy importante de este proyecto era hablar de nuestros mayores porque los tenemos muy olvidados. Nosotros somos cinco hermanos y todos tenemos problemas para encontrar tiempo, es algo que pasa en muchas familias.
P. ¿Cómo ve a ese Óscar Martínez que no es muy simpático?
R. Me gustó mucho en el guión ese momento en el que contesta a la enfermera que no tiene familia y luego en la siguiente secuencia aparece la hija. Esto sucede con muchas personas que se dedican intensamente a su profesión y luego tienen que sacrificar sus vidas. Para ser un descubridor de un número primo y catedrático en matemáticas ha tenido que ser un hombre solitario concentrado en su trabajo que ha descuidado a su familia y sus amigos. El problema es que solo tiene eso y cuando eso empieza a fallar, se da cuenta de que necesita a sus seres queridos. El se ha creado un mundo intelectual en el que piensa que es feliz. Poco a poco se vuelve como un niño. Es una cosa que veo en mi padre, un hombre que fue químico, poco contacto con los hijos… y ahora es una persona entrañable. Es algo con lo que me puedo reconocer porque últimamente tengo más la impresión de que vivo la vida de mis personajes que la mía propia. Sobre todo ahora que he empalmado dos películas y estoy rodando en México, no puedo estar ni cuidando de mi hija ni de mi padre. Quizá sería más simple abrirnos antes y no cuando seamos mayores.
P. ¿Cómo introduce las dosis de humor negro?
R. Yo no lo veo como humor negro. Es cierto que es un poco negro, pero yo lo veo como la vida misma. No nos podemos reír de la enfermedad… En Tu vida en 65 minutos nos reíamos de la muerte porque Albert Espinosa lo hacía muy bien, es una experiencia que él ha conocido. Pero aquí nos reímos de situaciones dramáticas porque si solo te quedas con los obstáculos te quedas con un drama. Creo que una película así, si solo fuera un drama, llegaría menos. Me he dado cuenta de que si al drama le pones comedia a la gente le llega más y al revés, si a la comedia le pones drama funciona mejor. Esa mezcla a mí me encanta. En este caso, es un equilibrio todo el rato, empieza en comedia y vas más al drama. En montaje ha sido complicado para calibrar bien esas dosis.
P. ¿La ve como una película romántica?
R. Él solo quiere saber si ella ha pensado alguna vez en él. Muchas veces nos quedan pendientes estas cosas. Eso es el Rosebud que mencionabas de todos. Había varios finales. Es un guión que trabajamos mucho. Yo creo en que es muy posible que uno se vuelva a enamorar de la misma persona aunque tenga demencia y no la reconozca.
P. ¿Qué ha descubierto sobre el Alzhéimer?
R. Cuando empiezan a perder la memoria se dan cuenta de que están perdiendo el espacio y el tiempo. Hay un documental muy bueno de Albert Solé sobre su padre con Alzhéimer. De todos modos no creo que sea una película sobre la enfermedad.
P. Rueda con profusión Valencia y alrededores. ¿Quería darle protagonismo a la zona donde está rodada la película?
R. Valencia para mí es el cuarto personaje. Me he enamorado de la ciudad. Iba con el tren fascinada porque descubrí una ciudad maravillosa con unas localizaciones maravillosas, los grafitis, los hoteles abandonados, la Albufera, un equipazo… es muy virgen. El equipo era superentusiasta. Los figurantes cada toma la gente me aplaudía cuando acabábamos. Ahora estoy buscando localizaciones en México y me gusta mucho descubrir lugares nuevos. A veces tienes una libertad y una inconsciencia que es muy buena para el cine.