Luis Miñarro: "Mis películas no caducan al momento, no son de usar y tirar"
Luís Miñarro revisita en Love Me Not el mito bíblico de Salomé, en la versión de Oscar Wilde, situando la acción en 2006 en Irak
31 octubre, 2019 16:45Luís Miñarro (Barcelona, 1949), el que fuera productor de Manoel de Oliveira, Apichatpong Weerasethakul o Albert Serra, revisita en Love Me Not –su cuarta película tras Blue Horn (2009), Family Strip (2009) y Stella Cadente (2016)– el mito bíblico de Salomé, en la versión de Oscar Wilde, situando la acción en 2006 en Irak. El filme ofrece un descenso a los abismos del deseo y la carne que bebe tanto del cine clásico norteamericano (no en vano la película está dedicada a Douglas Sirk) como de las pulsiones surrealistas de Buñuel o de las tendencias más radicales del cine de autor contemporáneo. Lejos de empastar cada una de estas referencias en una masa homogénea, la película se retuerce una y mil veces sobre sí misma para convertirse en un imaginativo tratado sobre la puesta en escena y la gramática cinematográfica. Con Ingrid García-Johnson en el papel de una salome andrógina, el director de cine Oliver Laxe cono Yokanaan, Francesc Orella como el Coronel Antipas y una divertidísima Lola Dueñas en la piel de Herodías, Love Me Not es una radical apuesta por el cine más libre y subversivo.
Pregunta. ¿Cuándo le asalto la idea de jugar con el relato bíblico de Salomé, en la versión de Oscar Wilde, en una película?
Respuesta. Todo surgió de una imagen que me impactó de una representación de la ópera de Strauss que vi en Londres: el profeta Juan Bautista bajando a un agujero que era una especie de hormiguero. Este tipo de ideas se me quedan de forma latente en la cabeza y van dando señales de vida en el proceso del tiempo y, de repente, se unen a otras imágenes o ideas. En este caso, la unión se produjo con las imágenes de la invasión de Irak por las tropas norteamericanas en 2006 y con aquellas fotos horribles de vejaciones y torturas a prisioneros en Abu Graib. Al igual que ocurre en los campos de exterminio nazi, creo que los lugares en los que ocurren este tipo de tropelías queda una señal y son referentes a los que atender para que no se repita la misma historia.
P. ¿Cómo se gestó el guion a partir de ahí?
R. Todo arrancó en 2014, después del estreno de mi anterior película, Estella Cadente, en la que hablaba de Amadeo de Saboya y su frágil reinado en España. Elaboré un guion cinematográfico que un año después acabé de dialogar con el dramaturgo Sergi Belbel, que ya me había ayudado en el anterior proyecto. Incorporamos al guion básico una serie de elementos, como los soldados Hiroshima y Nagasaki. La película hace referencia a los imperialismo, tanto al actual que controla el cotarro como a los precedentes, y de ahí que haya imágenes como la loba capitolina, la loba romana que aparece en el sueño del personaje de Lola Dueñas.
P. ¿Con que más temas veía que podía conectar, además de todo esto de la Guerra Irak, la esencia del relato de Salomé?
R. Bueno, todos los que tenemos una cierta edad hemos estudiado en el colegio el mito de Salomé. Está muy desarrollado en el siglo XX tanto en el teatro, con Lindsay Kemp o Terenci Moix, como en el cine, con esa versión más clásica protagonizada por Rita Hayworth. Esa tierra sagrada de la Biblia está en la actualidad patas arriba y quería de alguna manera trasmitir lo que había pasado allí durante 2000 años de historia. Aunque es un tema colateral en la película. Realmente, Love Me Not inventa una especie de sustrato que unifica mitología con modernidad desde una visión estética y de la problemática actual muy cinematográfica. De ahí que también se aborden cuestiones como la identidad de género.
P. Love Me Not a veces parece un filme bélico, a veces un melodrama, otras veces impacta por su imaginario surrealista. ¿Cómo fue el proceso de escritura para casar todas estas influencias?
R. Algunos le han puesto a la película el sambenito de la teatralidad. Para mí es una ventaja, un valor a rescatar ya que el teatro también tiene un fuerte componente visual. En cualquier caso, diría que la primera parte, protagonizada por los dos soldados, es más naturalista, con una exposición política detrás. Me gusta llamar a ese dispositivo inicial 'eastern', en contraposición al 'wéstern', porque tiene unas connotaciones casi fordianas. Son dos personajes clásicos que son como la cara y la cruz de la misma moneda, uno perverso y otro más inocente. Son dos personajes arquetípicos también del lenguaje cinematográfico desde el cine mudo, como Abbot y Costello, como Oliver y Hardy, y si le das connotaciones bíblicas, como el buen y el mal ladrón.
P. Pero cuando Francesc Orella y Lola Dueñas toman protagonismo la cosa se desmelena…
R. Sí, la segunda parte de la película es un melodrama descangallado. En el melodrama aparecen todas las pulsiones y en las familias también, de ahí que tome ese camino. Además, el núcleo familiar es el primer elemento que ocasiona todas las guerras y conflictos. Todo nace, como decían los griegos en sus tragedias, en el seno de la familia. Esa parte, por tanto, es un poco exagerada, intencionadamente sobreactuada, con mucho juego en los diálogos. Todo ello contribuye además a ese final un poco esperpéntico.
P. Y, ¿por qué esos insertos surrealistas?
R. El cine es el territorio de los sueños. ¿Cómo no van a ser surrealistas muchas de las imágenes del cine? El problema es que el 90 % de las películas actuales están muy adocenadas y explican historias de una forma muy lineal. También puede parecer surrealista porque está rodada en México y por ella planea Luis Buñuel. Incluso diría que hay una cierta referencia a Simón del desierto.
P. ¿Es una película heterodoxa también en cuanto a combinar distintos registros de los actores, pues poco tiene que ver la contención casi teatral de Ingrid García-Johnson con la socarronería de Hiroshima y Nagasaki o la manera de interpretar, algo pasada de vueltas, de Lola Dueñas. ¿Qué buscaba con estos contrastes?
R. Sí, hay un momento en el que Ingrid, frente a Oliver, recita los versos que escribió Oscar Wilde y parece algo casi marciano en comparación con el tono de otros actores. De alguna manera, a mí me sirve para describir la fascinación y locura del personaje, que se enamora de algo abstracto, algo que no ve, que es un capricho. Pero es parte de la propuesta de la película, que juega con todo eso también a nivel de imagen. Pero mi intención no es despistar. Es cierto que me dirijo a un espectador culto con ciertas referencias, pero mi interés es que éste pueda participar en este puzle, que pueda hacer su película y se divierta con ello. Por eso hay constantemente quiebros. Las películas de hoy en día son como una carretera, una gran recta, que recorremos hasta el final. Pero Love Me Not está plagada de curvas y no sabemos a dónde nos lleva. Creo que eso origina la asertividad de la película, que también es un juego de registros cinematográficos o de gramática cinematográfica. A veces puede parecer un melodrama, otras veces puede parecer algo más naturalista, otras veces puede parecer una película política… Como yo he visto tanto cine, me gusta la idea de poder mezclar lenguajes y estilos.
P. ¿Cómo trabajó con los actores?
R. Nunca les explico demasiado para que se mantengan frescos. Luego ya entienden los porqués. En esta película no hay de hecho ninguna toma repetida dos veces. A la primera siempre hay más espontaneidad. Además, escojo a los actores por su aspecto físico o por su dicción y no por ser más o menos famosos. Así puedo mostrar actores profesionales y no profesionales, que hablan en castellano o en catalán o en inglés. Forma parte de mi apuesta por la diversidad, que a su vez forma parte de este planeta y que es algo que debemos defender y mantener para no caer en el pensamiento único. Yo intento defender las sutilezas, las variedades de insectos, de gastronomías, de plantas… Y de cine también. Esa es mi posición. Porque además hay públicos diversos. Este tipo de películas no caducan al momento, no son de usar y tirar. Son películas que siempre se revisitan en festivales y en otros foros y que de alguna manera hacen de embajada cultural de España en el extranjero. Aunque luego las ningunean, en realidad nos representan.
P. ¿Qué tal le ha ido a la película en festivales y que previsiones tiene para su estreno en España?
R. Se estrenó en Róterdam a finales de enero de este año. Luego ha estado haciendo un circuito de festivales: Moscú, Múnich, Ciudad de México. Ganó un premio en Sicilia, a la película, y otro a la dirección en la Mostra de Cine Latinoamericano de Mérida. Ahora se estrena en salas comerciales y estoy preocupado porque, a pesar de haber producido 40 películas y de llevar más de 30 años en este sector, el estreno comercial no es tan evidente como todo lo demás que me pasa en otros circuitos de festivales, cineclubs, filmotecas o museos. No encuentro una buena disposición por parte de la exhibición. Supongo que es el resultado de no haberme casado con nadie en todos estos años.
P. ¿Cuesta más apostar por este tipo de propuestas?
R. Sí, porque hay una gran saturación de películas cada semana. Y, además, en este país no nos facilitamos las cosas. Si fuera francés y viviera en Francia tendría seguro muchas más facilidades. Pero no solo es la exhibición, también son los premios. En los Goya mi cine es invisible. ¡Si hasta Oliver Laxe tiene que protestar en la prensa para que TVE le compre la película! Parece que ni estar en Cannes vale. A mí me ha pasado con muchas películas, de Albert Serra o Manoel de Oliveira, que después han tenido dificultades para estrenarse. Confío más en el resultado que pueda tener la película en México que el que pueda tener en España. Es así, incluso habiendo hecho todo mi trabajo en este país. La cultura aquí no es nuestro fuerte, es algo anecdótico. Ya sabemos de las dificultades del teatro, los libros… Y no digamos ya de un cine de autor o independiente.