En 2018, Argentina estaba al borde del precipicio. Según datos de Unicef, el 36 % de la población y el 48 % de los menores se encontraban por debajo del umbral de la pobreza. Una situación que para el movimiento feminista y buena parte de los partidos de izquierda estaba íntimamente ligada a la prohibición del aborto en un país donde una mujer muere cada semana después de interrumpir su embarazo de forma clandestina. En ese contexto, y por séptima vez, se presentó un proyecto de ley del aborto al Congreso que recibió el apoyo de un amplio grupo de representantes de varios partidos. Después de un debate de 24 horas, la ley salió victoriosa de la cámara baja del país.
Ese mismo día, el director Juan Solanas (Buenos Aires, 1966) decidió documentar con su cámara lo que ocurría mientras el proceso legislativo seguía su curso en el Senado, el órgano que debía tomar la decisión última. Durante siete jornadas se debatió en el Palacio del Congreso sobre el aborto mientras en la calle se movilizaban los partidarios de una y otra postura al respecto: la ola verde que defendía el derecho de las mujeres a decidir y los movimientos denominados pro-vida, fuertemente vinculados a la iglesia. “Buscaba reproducir la realidad tal como era, sin intervenir y filmando de forma cruda e instintiva lo que sucedía”, explica Solanas. “Por encima de todo se trataba de evitar hacer un panfleto, no quería caer en la trampa de caricaturizar a la posición contraria. Adopté el método de filmar más sencillo, una única persona con una cámara, para que las personas dispusieran de intimidad para interactuar plenamente”.
El resultado es el documental La ola verde (que sea ley), un filme crudo y directo que muestra la energía y vitalidad de esa marea de jóvenes decididas a luchar por sus derechos, con tambores y consignas, con la cara pintada o ataviadas con los trajes de El cuento de la criada. A ellas contrapone Solanas el relato en primera persona, mirando a cámara, de mujeres que se sometieron a abortos clandestinos con terribles consecuencias para su organismo o de familiares que perdieron a sus hijas, esposas o hermanas por los problemas derivados de estas intervenciones ilegales. Un retrato complejo de una problemática con una infinidad de aristas que acaba por tomar partido, pero que finaliza con un inesperado plot twist: la ley fue tumbada en el Senado. Una dura derrota.
Del documental a la ficción
'La camarista' habla de Las 'kellys' que recorren pasillos llamando a puertas que nadie va a abrir. Las puertas que se cierran, en 'Invisibles'
La de Solanas no es la única película que se estrena este 6 de marzo, que nos transporta a geografías donde el sexo femenino no disfruta de los mismos derechos que en nuestro país. La candidata perfecta, la nueva película de la directora saudí Haifaa Al-Mansour (Al Zulfi, 1974), autora de La bicicleta verde (2012) o Mary Shelley (2017), nos lleva a su ultraconservador país para contarnos la historia de otra lucha: la de una joven médica que tiene que trabajar con un nicab –velo que solo deja al descubierto los ojos– y que, a pesar de su alta cualificación, tiene que ganarse todos los días el respeto de sus compañeros y la aceptación de los pacientes. Su inconformismo ante la dejadez del ayuntamiento, que mantiene la entrada del hospital en un estado lamentable, provocará que por puro azar acabe presentándose a las elecciones municipales y desafiando así al sistema patriarcal que rige las vidas de las mujeres con mano férrea.
Al-Mansour, a pesar de todo, cree que su país está experimentando un momento de cambios increíbles. Cuando rodó La bicicleta verde, la primera película que se produjo íntegramente en el reino saudí, se vio obligada a rodar varias secuencias desde el interior de una camioneta para no coincidir con el equipo masculino. Ahora las cosas han cambiado y la directora ha podido mezclarse con los técnicos y actores sin problemas. “Es el momento de alentar a todos para que aprovechen cualquier oportunidad”, explica. “Sobre todo las mujeres, que necesitan realizar un enorme cambio de mentalidad para entender la libertad que pueden explorar. Quería contar la historia de una mujer culturalmente conservadora que decide aceptar los cambios y aprovechar el momento. Sabe que el recorrido será difícil y que muchos la criticarán, pero también es consciente de que se abrirá a un mundo nuevo. Es difícil para las saudíes ser el centro de las miradas y no siempre se sienten cómodas haciendo cosas que nunca habían hecho, como conducir, viajar o mostrar sus rostros”.
Película optimista, con ciertos momentos en los que la directora se entrega a un buenismo made in Hollywood algo exagerado, merece la pena acercarse al reflejo que hace Al-Mansour de los contrastes entre la esfera privada y pública de la vida de las mujeres en su país. “El mundo privado de las mujeres saudíes es muy especial porque su vida pública es muy limitada”, comenta la directora. “En público, nuestras identidades están ocultas, nuestros movimientos y oportunidades están restringidas. Pero en la intimidad del hogar, en reuniones de mujeres, nos quitamos el velo y olvidamos las presiones procedentes del exterior, nos sentimos libres”.
Retrato de una kelly
Y de Arabia Saudí a Ciudad de México para conocer en la magistral La camarista la vida de Eve, una camarera de piso (una kelly, como se han denominado en España) que trabaja en uno de los hoteles más lujosos de Ciudad de México. Eve es una joven madre soltera, casi analfabeta, que se empeña con esfuerzo en su trabajo para conseguir un ascenso que le ayude a mejorar la delicada situación económica en la que vive. Las contradicciones de su empleo le llevan a trabajar durante turnos interminables que le impiden cuidar de su hijo mientras una millonaria argentina la recluta para que le ayude a cuidar del suyo en sus ratos libres.
“La camarista nació hace ya algún tiempo y comenzó como una obra de teatro”, comenta Lila Avilés (Ciudad de México, 1982), que debuta en la dirección con esta película y ha logrado el Premio Ariel de la Academia de Cine Mexicano a la mejor opera prima. “La primera semilla que detonó este proyecto fue el libro de la artista visual y fotógrafa Sophie Calle, llamado Hotel. Calle entró a trabajar como camarista en un hotel en Venecia y comenzó a hacer un registro de todos los objetos, basura y ropa que los huéspedes iban dejando en sus habitaciones. Me gustó esa sensación de voyeurismo imaginando la vida de los otros a partir de los restos y la ausencia”.
Al-Mansour tuvo que rodar varias secuencias de La bicicleta verde desde una camioneta para no coincidir con el equipo masculino
Ese aspecto de voyeurismo le proporciona al filme una impagable aura de misterio, reforzada por la decisión de la directora de mostrar nada más que lo que ocurre en el hotel. Sin embargo, el filme realmente destaca por el complejo retrato que realiza de la protagonista interpretada por Gabriela Cartol, sin caer en el maniqueismo habitual del cine que se suele centrar en este tipo de personajes marginales. Eve es una mujer compleja, impulsiva, fuerte, algo introspectiva pero también sexual y Avilés se cuida mucho de simplificar su comportamiento con psicologismo barato.
Al final, en La camarista, nos encontramos ante el retrato de esas mujeres que recorren largos pasillos tocando puertas que nadie va a abrir. La directora española Gracia Querejeta (Madrid, 1972), en cambio, habla en su nueva película, Invisibles, de puertas que se cierran. Elsa (Emma Suárez), Julia (Adriana Ozores) y Amelia (Nathalie Poza) son tres mujeres muy diferentes que, una vez cumplidos los 50, han decidido quedar todos los jueves para pasear y hacer algo de deporte. Y, mientras, hablan de sus problemas. A las tres les une la triste sensación de que el paso de los años las ha desplazado de su lugar para arrinconarlas en un espacio en el que se sienten desubicadas y casi perdidas.
Maternidad, depresión, miedo…
“No me importa confesar que Invisibles es una película que aborda temas y asuntos muy cercanos a algunos de mis sentimientos y preocupaciones actuales”, asegura la directora. “El intento, el reto, es tratar esas cuestiones de manera directa y desnuda, casi como si de un documental se tratase”.
¿Compite la mujer en las mismas condiciones que el hombre en el ámbito laboral? ¿Existe un techo de cristal que impide a la mujer acceder a los más altos puestos? ¿Está la mujer expuesta con mayor frecuencia que los hombres a situaciones vejatorias en el trabajo? Estas cuestiones y otros asuntos como la maternidad, la depresión, el miedo a la soledad o simplemente el miedo a cumplir años forman el meollo de este filme que también realiza una apuesta formal atrevida: lo único que vemos en pantalla son los paseos de estas tres amigas y nada de lo que ocurre en su vida privada es mostrado al espectador. Invisibles es, en cualquier caso, un filme que apela a la amistad como tabla de salvación.
“El tema central es la vivencia del paso del tiempo en los cuerpos y las cabezas de tres mujeres. Aunque no existe una clara línea divisoria entre juventud, madurez y vejez, no deja de ser cierto que en el mundo femenino los tiempos parecen llevar su propio calendario”, apunta Querejeta.