39 escalones (1935)

En esta película Hitchcock sienta las bases de una premisa narrativa a la que volverá una y otra vez: la del hombre que huye para evitar ser arrestado por un crimen que no ha cometido. No por ello debemos pensar que estamos ante un simple ensayo o boceto. 39 escalones es un thriller redondo, divertido e inteligente, de ritmo frenético, en el que el director introdujo el concepto del McGuffin y presenta a su prototipo de rubia a través de una fantástica Madeline Carroll: fría, descarada, pasional y rabiosamente moderna.

Alarma en el expreso (1938)

El tren es un escenario recurrente en Hitchcock, y Alarma en el expreso es la gran carta de amor del director a un transporte que adoraba. Decía Truffaut que siempre que intentaba desentrañar cómo había trabajado el británico para que todo fuera tan real, en un filme que se rodó casi al completo en estudio, “acababa absorbido por la historia” y sin saber nada de su mecánica. Y es que es un thriller cómico perfecto, que no ha perdido un ápice de su atractivo y eficacia con el paso de los años.

La sombra de una duda (1943)

En 1972, en el talk show de Dick Cavett, Hitchcock reconoció que este era su filme favorito entre todos los que había rodado. Protagonizada por un asesino de viudas que, huyendo de la policía, se refugia en casa de unos familiares, la película es un complejo thriller psicológico en el que el director se esmera desarrollando a los personajes, otorgándole una incómoda humanidad al villano y dotando al personaje de la sobrina de profundos dilemas morales. Un filme oscuro y perverso.

Encadenados (1946)

La caligrafía visual del maestro en su mejor momento: elegante y sencilla, pero cargada de intención, impactante cuando la secuencia lo requiere y siempre al servicio de la narración. Un thriller clásico de espías tras el que se esconde un trágico y pasional romance. Cary Grant cumple en la piel del orgulloso e impasible agente secreto Devlin, al que le toca afrontar el coitus interruptus más célebre de la historia del cine, e Ingrid Bergman está perfecta.

La ventana indiscreta (1954)

Una delicia para estos tiempos de cuarentena. L. B. permanece confinado en su casa por culpa de una fractura en una pierna y su única y cuestionable distracción consiste en espiar a sus vecinos desde la ventana, lo que le llevará a meterse en un buen lío. Además de un estudio sobre el voyeurismo (y de alguna manera sobre el cine, que quizá sea la más sofisticadas de sus representaciones), La ventana indiscreta es un prodigio técnico que le debe mucho al espectacular diseño de producción y a los afilados diálogos escritos por John Michael Hayes para el lucimiento de unos encantadores James Stewart y Grace Kelly. Imprescindible.

Vértigo (De entre los muertos) (1958)

La gran obra maestra de Hitchcock, en la que abandona la ligereza para sumergirse en los pliegues más oscuros de la psique. Una película pausada, atmosférica, que se retuerce en sí misma hasta desembocar en un final memorable. Aunque tiene infinitas capas de lectura, muchos han querido ver en este filme una metáfora de la obsesión de Hitchcock por el ideal de la mujer rubia. Aunque también se puede entender como una indagación en la frágil ilusión que genera el cine en el espectador.

Con la muerte en los talones (1959)

La película más vibrante y divertida de Hitchcock (y esto, desde luego, es decir mucho), repleta de secuencias espectaculares (la ebria huida en coche, la persecución de la avioneta, el final en el monte Rushmore…), giros de guion, diálogos chispeantes y delicado romanticismo. Una vuelta de tuerca al argumento del hombre inocente perseguido, en la que brilla la estrella de Cary Grant como nunca antes, la música de Bernard Herrmann y el manejo de la puesta en escena del gran maestro del suspense. Puro y gozoso entretenimiento.

Psicosis (1960)

Un salto sin red de Hitch, tanto en cuestiones de producción (rodando en blanco y negro con un presupuesto muy bajo), de promoción (con una inteligente campaña protagonizada por él mismo) y narrativas (deshaciéndose de su protagonista a mitad del metraje en la prodigiosa escena de la ducha). La incursión más eficaz del director en el terror, en un filme que estableció nuevos estándares de normalización de la violencia, de los comportamientos pervertidos y de la sexualidad en el cine.

Los pájaros (1963)

La película más arriesgada de Hitchcock, en la que el director no proporciona ni una sola respuesta ni la más mínima escapatoria a sus protagonistas, víctimas del inexplicable, violento y despiadado ataque de los pájaros. Una película que en manos de cualquier otro director hubiese sido ridícula, pero que él convierte en un clásico del terror, gracias a su maestría en el manejo del suspense y, de nuevo, de la puesta en escena.

Frenesí (1972)

Penúltimo filme del director y el más inspirado de su última etapa. Un Hitchcock libérrimo (por

primera vez se atreve a mostrar a mujeres desnudas), macabro (veáse el asesinato de la ex mujer del protagonista) e hilarante (todo lo relacionado con el investigador de Scotland Yard). Aunque no sea una película redonda, merece estar en la lista por dos secuencias geniales: el asesinato fuera de cámara y el angustiante viaje en camioneta del psicópata en compañía de su última víctima.

@JavierYusteTosi