En pleno siglo XXI y en la célebre cuarta revolución industrial, una verdad indiscutible quizá sorprende a muchos: la principal fuente de ingresos del sector del cine no son ni mucho menos las plataformas online sino los propios cines de toda la vida. A pesar del éxito de Netflix o de Filmin, que ha visto aumentar más de un 200 por ciento sus suscriptores desde el confinamiento, la realidad cruda y dura es que sin salas, el sector está abocado a desaparecer. Con los cines cerrados y soportando gastos de mantenimiento todos los días, los 13 millones que acaba de adjudicar a la exhibición el Ministerio de Cultura son un alivio pero podrían acabar siendo insuficientes si la crisis se alarga. Esto en un país que ya perdió más de 700 cines durante la última y no tan lejana crisis de hace diez años.

Son los jóvenes que llenan los centros comerciales los fines de semana o las familias con hijos cargadas de palomitas y refrescos para ver los blockbusters de Hollywood o los mayores de 60 años, más mujeres que hombres, quienes siguen pagando por ver las mejores producciones independientes europeas y del resto del mundo, los dos pilares. Aunque la industria se ha adaptado al nuevo entorno digital, la realidad es que ganaba muchísimo más cuando la gente compraba y alquilaba VHS o DVDs. En la época de los videoclubes, el golpe habría sido mucho menos duro entre otras cosas porque la piratería ha disminuido, pero sigue campando a sus anchas.

En diciembre de 2019, hace menos de seis meses que hoy parecen una eternidad, los distribuidores y exhibidores españoles miraban con fundado optimismo el futuro. El año terminaba con los mejores números de una década tormentosa en la que la suma de la crisis económica y el boom de la piratería había dejado el sector raquítico. Como recuerda Borja de Benito, portavoz de la Federación de Cines de España (FECE), la crisis económica se llevó por delante más de 700 salas y se pasó de las 4200 de 2004 a las 3500 que quedaban en pie en 2014.

Por usar terminología actual, en 2013 se llegó al pico, con un récord por lo bajo de 76 millones de espectadores, pero en 2014 se doblegó la curva y comenzó un crecimiento del 37 por ciento en los últimos cinco años, que tuvo en 2019 su momento de máximo esplendor, con un aumento de casi ocho millones de entradas respecto a 2018. No solo eso, por primera vez en mucho tiempo se superó la mágica cifra de los 100 millones de espectadores llegando a los 105. Para este 2020, los dueños de los cines no esperaban un crecimiento tan espectacular pero sí afianzar lo conseguido y ganar terreno con nuevas propuestas como las salas luxury con butacas más grandes y servicio de bar dentro de la sala como los recién inaugurados Palafox de Malasaña.

Los distribuidores también se frotaban las manos, la crisis comenzaba a ser un amargo recuerdo. David Alfarás, dueño de Alfa Pictures, compañía surgida en plena depresión en 2011, se enfrentaba al año más prometedor de su no tan larga existencia. Acababan de vivir el éxito de la coproducción hispano argentina La odisea de los Giles, con Ricardo Darín que había recaudado en febrero de este año más de un millón de euros. Su apuesta por un cine europeo “adulto” atento a los personajes y las historias también estaba dando resultado como el éxito de la francesa Los consejos de Alice, con Fabrice Luchini como estrella por antonomasia de los mayores de Europa. En noviembre de 2019, en el American Film Market que se celebra en Santa Mónica, en Los Angeles, compró cinco películas. En plena expansión, buscaba acuerdos con productores españoles para distribuir títulos de impacto. Incluso en Berlín, en febrero, cuando medio festival andaba con mascarillas, las ventas fueron más modestas pero jugosas.

Cuando llegó la crisis, Ferran Herranz, de La Aventura, estaba viviendo el año más glorioso de la distribuidora, gracias al rotundo éxito, con Oscar incluido, de Parásitos, la obra maestra de Bong Joon Ho. Cuando cerraron los cines, la película seguía sexta en la taquilla con una recaudación acumulada de 7,6 millones de euros. El futuro se presentaba más brillante, imposible.

Y Miguel Ángel Pérez, director de Surtsey Films, no solo se felicitaba por el potencial de sus títulos en cartera como la comedia satírica de corte político Todo pasa en Tel Aviv, también daba los últimos toques a su flamante cine Embajadores, en Madrid, cuya apertura estaba prevista para finales de marzo, en pleno confinamiento. Javier Asenjo, por su parte, de Elamedia, hoy promotor de Próxima, una nueva asociación de productores independientes dentro de los independientes, vislumbraba aumentar la actividad en producción y estrenar un título al mes. Como respuesta a la crisis, ha auspiciado junto a Numax o Surtsey un nuevo núcleo de resistencia formado por los más acérrimos distribuidores de cine de autor.

Todo iba bien, hasta que llegó el coronavirus como un huracán, la gente se metió en sus casas y cerraron los cines. Mientras la enfermedad atenúa su propagación y los científicos alertan sobre los peligros de una rápida desescalada, distribuidores y exhibidores se mueven en un panorama dominado por la incertidumbre. En teoría, los cines de algunas provincias podrían abrir el 25 de mayo pero la limitación de un 33% del aforo hace prever que muchos seguirán cerrados. En el sector se maneja en WhatsApps internos la fecha del 26 de junio como la más probable para la reapertura, en la que podría alcanzarse un 50% de ocupación. En cualquier caso, los estrenos no se reanudarán hasta entonces como mínimo ya que mientras Madrid y Barcelona sigan con las salas cerradas, no es rentable promocionar películas que solo podrán verse en provincias.

“Este año se da por finiquitado”, dice Javier Asenjo, al frente de Elamedia. En pleno confinamiento, tenían previsto estrenar Blanco en blanco, del hispanochileno Theo Court, ganadora del premio a la mejor dirección en Venecia y hoy prevista para finales de junio. “Por supuesto se va a debilitar la industria, ya llevamos dos meses de parón que pueden acabar siendo nueve y habrá quien no puede saltar el valle”.

Más optimista se muestra Miguel Angel Perez, quien acaba de invertir un millón de euros en su nuevo cine en el barrio de Argüelles de Madrid, y esperaba abrir sus puertas el 21 o el 28 de marzo. “Estábamos ya en los últimos quince días con todo el mundo a tope -relata Pérez-, y ahora espero poder abrir a finales de junio. Lo peor de esta pandemia son los agoreros. En unas reuniones que organizó Comscore (la compañía que mide las audiencias de espectadores a los cines) entre distribuidores había quien decía que esto no se arregla en cuatro años. Otros pronostican que los cines van a acabarse y será todo en streaming. Sinceramente, no lo creo”.

Con la gente encerrada en casas, el consumo de contenidos por streaming se ha multiplicado aunque nadie da cifras. Filmin anuncia que ha aumentado un 214% sus suscripciones pero nadie sabe cuántas son porque mantienen el dato en secreto, a finales de abril, Netflix anunciaba que había duplicado sus ingresos respecto al año anterior en plena pandemia y que había ganado 17 millones de suscriptores en el mundo desde principios de 2020.

Sin embargo, los distribuidores independientes aseguran que el negocio de las plataformas no puede sostener ni remotamente el negocio: “Yo recibo liquidaciones de 80 euros y de 40 euros -dice Javier Asenjo-, cobras un porcentaje de los megas que se ha descargado el suscriptor durante el mes y al final lo que te acaba llegando es ridículo. Además hay poca transparencia, deberían hacerse públicos los datos de visionados todas las semanas como sucede con los cines”. Miguel Angel Pérez, de Surtsey, suscribe: “Yo no pongo las películas en las plataformas porque es regalar el producto”, dice tajante. Y David Alfarás, de Alfa Pictures, corrobora: “Plataformas como Netflix son más bien nuestra competencia porque cuando ofrecen un contrato multiterritorio por una película lo tenemos muy difícil para competir contra ellos”.

Ferran Herranz, de La Aventura, no tiene la misma visión. La próxima semana estrena Bacurau, del brasileño Kleber Mendoça, en VOTD (pago por visión) en Movistar, Filmin, Rakuten y Vodafone. “Con lo que ganas con las plataformas no se puede sostener el negocio del cine pero nosotros estamos muy contentos. Hace poco estrenamos directamente en Filmin el documental Ex Libris, de Frederik Wiseman, y nos ha ido muy bien. Quizá es uno de esos pequeños milagros que solo se producen durante una pandemia. También estamos muy contentos con el resultado de Parásitos. Es cierto que las liquidaciones de las películas que están en catálogo y no se paga un plus por estreno son muy pequeñas, pero si me das 80 euros por una película búlgara subtitulada, ya me he llevado algo”.

Un tema espinoso es si puede haber “vendetta” por parte de los cines a aquellos distribuidores que reorienten su negocio de manera demasiado rápida hacia las plataformas ante el cierre de los cines. “Puede funcionar en casos muy específicos como la última película de Xavier Dolan, que estrenó Avalon en Filmin durante un fin de semana porque es un autor con un target muy claro. Si llevas una película que ha pasado por Valladolid necesitas tiempo e inversión para venderla al público y eso no lo compensas con un estreno en plataformas. Y existe el peligro de que los cines se te enfaden si lo haces”.

Borja de Benito, de la FECE, no niega que los exhibidores toman nota de lo que están haciendo los exhibidores: “No queremos que nadie se aproveche de esta situación para dejar de lado los cines. Entiendo que al lobby de las plataformas le interese tomar ventaja pero sería muy malo para el sector en su conjunto. Si alguien estrena en plataformas, no vamos a querer después la película. Es lógico que cada una defienda la exclusividad del producto. La famosa ventana de 112 días desde el estreno en salas hasta que se pueda ver online es lo que sostiene este negocio”, advierte.

Una de las grandes incógnitas es si la gente tendrá miedo de ir al cine y contagiarse cuando se abran a pesar de las medidas de seguridad. Según explica Borja de Benito, a partir de verano se fomentará la compra telemática de la entrada para evitar colas en las taquillas, habrá mamparas en las mismas para proteger a los empleados y gel desinfectante, se suprimirá el bar con productos al alcance del público… “Somos conscientes de que nos queda una larga travesía en el desierto”, resume. Lo más probable, explica, es que resista mejor el cine destinado a un público juvenil, con menos miedo a la enfermedad, que el adulto, más proclive al cine de autor e independiente y previsiblemente más temoroso de contagiarse.

@juansarda