230.000 niños y adolescentes fueron deportados por los nazis a Auschwitz y tan solo quedaban 700 vivos cuando los soviéticos liberaron el campo de concentración en enero de 1945. Ana Frank, lamentablemente, no fue uno de los supervivientes. Llegó allí el 2 de septiembre de 1944, pero poco después la enviaron a Bergen-Belsen, donde fallecería de tifus a mediados de febrero de 1945 con tan solo 15 años. Antes pudo dejar constancia de su brillante talento y de su luminosa inteligencia en el diario que escribió durante los dos años y medio que vivió escondida, junto a su familia y cuatro personas más, en unas habitaciones ocultas de un piso de Ámsterdam. ¿A dónde hubiese llegado Ana Frank de haber sobrevivido a la barbarie? ¿Qué se perdió con su muerte y con la devastación de toda su generación? Como bien dice uno de los entrevistados en Descubriendo a Anna Frank. Vidas paralelas, las posibilidades que ofrecían estos jóvenes eran infinitas
El documental de Sabina Fedeli y Anna Migoto, que se estrena hoy en la Sala Virtual de Cine, Movistar+, Vodafone, Rakuten TV, Apple TV y Google Play, no solo cuenta la historia de la joven holandesa a través de las páginas de su diario, magníficamente dramatizadas por la actriz Helen Mirren (que nos hace soñar con cómo hubiera sido una Ana Frank madura) desde una meticulosa reconstrucción del cuarto en el que permaneció confinada, sino que da voz a cinco mujeres que lograron sobrevivir al Holocausto cuando eran unas niñas: Arianna Szörenyi, Sarah LichtsztejnMontard, Helga Weiss y las hermanas Andra and Tatiana Bucci. Estas octogenarias y nonagenarias muestran aún hoy los mismos ideales y el mismo coraje que se desprenden del diario más famoso del siglo XX.
El testimonio de estas mujeres logra completar la historia de Ana Frank desde el momento en el que fue arrestada hasta su muerte. También ofrece un terrible acercamiento a la crueldad nazi durante la Shoá, aunque la capacidad que han tenido cada una de ellas de retornar a una vida normal establece el punto necesario de esperanza y confianza en la humanidad y la revancha final contra Hitler. También alertan todas y cada una de ellas del clima de enfrentamiento que vive el mundo y de su miedo a que el racismo y la intolerancia vuelvan a alzarse. De ahí, la necesidad de transmitir su memoria a las nuevas generaciones. El relato, transmitido de padres a hijos, de nuevo como principal arma contra el odio.
Esto nos lleva al otro elemento narrativo que hace avanzar el documental: el viaje que emprende una adolescente actual para conocer los lugares en los que transcurrió la corta vida de Ana Frank, desde el campo de concentración de Bergen-Belsen a su refugio secreto en Amsterdam. Aquí las directoras intentan conectar con el público millennial, al que en última instancia parece ir dirigido el filme, dejando que la joven se comunique con el espectador utilizando las redes sociales.
En definitiva, un documental que funciona como una concisa (aunque por momentos confusa) lección de historia, salpicado de algún exceso melodramático, pero con una puesta en escena dinámica y atractiva. Quizá no sea el más agudo de los acercamientos al Holocausto, pero es una puerta de entrada hacia una historia terrible que no se debe olvidar.