El director belga Joachim Lafosse (Uccle, 1975) atesora ya una importante filmografía que arrancó con Propiedad privada (2006) y ha tenido su momento de máximo esplendor con Perder la razón (2012) y Después de nosotros (2016). El drama familiar es el terreno predilecto de este cineasta que suele brillar por su talento para dirigir a los actores y extraer de ellos momentos de verdad escarbando en su intimidad. En ese primer filme, con Isabelle Huppert, mostraba las difíciles relaciones de dos gemelos que mantienen una relación enfermiza con su madre; en el segundo, se inspiraba en un caso real para explicar el declive mental de una joven madre y en Después de nosotros, quizá el más aclamado, mostraba paso a paso la descomposición de un matrimonio con hijos.
A Lafosse le gustan las películas cortas con pocos personajes que suceden en interiores. Su nuevo filme, Continuar, que se estrena en Filmin, adaptación de una novela de Laurent Mauvignier, trata sobre la tormentosa relación entre una madre de unos cuarenta años y su joven hijo de unos 20. En este caso, el drama no sucede entre las cuatro paredes de una casa, símbolo de la unidad familiar en todas las películas del director mencionadas, sino en las estepas de Kirguistán aunque mantiene su querencia por no cambiar de escenario. Hasta allí viajan madre e hijo, franceses de origen ruso, para recorrer el país a caballo, lo que le da un gozoso aire de western, y restañar las heridas. En este caso, el paisaje árido de ese país de Asia Central sirve a Lafosse como metáfora al mismo tiempo de la rocosidad afectiva entre ambos personajes pero también como reflejo de la longitud de la vida y su belleza.
Al principio, la película deja un poco desconcertado ya que Lafosse se salta el planteamiento para arrancar con una conversación alrededor de una fogata como si ya conociéramos a los personajes. Poco a poco, aunque tampoco se dan muchas pistas, nos enteramos de que el joven (el actor suizo Kacey Mottet-Klein) ha tenido problemas por su conducta violenta y de que la madre (Virginie Efira) se siente culpable por no haber atendido a su hijo después de haberlo dejado con sus abuelos para que lo criaran. El centro de la disputa es la venta de la casa familiar, un tema que obsesiona al director porque aparece en todas las películas mencionadas. Una vez más, lo mejor es la dirección de actores. Con unos diálogos sutiles en el buen sentido, a través de miradas, gestos y silencios, Lafosse construye una bella película sobre la posibilidad del perdón y sanar las heridas.
@juansarda