Théo Court: “Todo acto de creación tiene algo de narcisista”
El director estrena 'Blanco en blanco', una película con aires de 'far west' ambientada en Tierra del Fuego
31 julio, 2020 09:00Tierra del Fuego, un archipiélago en el extremo más meridional de Suramérica que comparten Chile y Argentina, es uno de los lugares más remotos y desconocidos del mundo. Última parada antes de llegar a la Antártida, es un territorio casi inexplorado por el cine, un lugar de leyenda que colonizaron a principios del siglo XX los europeos, porque hubo muchos españoles pero también británicos o alemanes, perpetrando un genocidio contra los indígenas, los indios Selknam.
Una colonización salvaje en un paraje tan inhóspito como alejado del mundo tal y como lo conocemos que el cineasta hispanochileno Théo Court (Ibiza, 1980) refleja en Blanco en blanco, película por la que ganó el premio al mejor director en el último Festival de Venecia. El protagonista de la historia es un fotógrafo sin nombre (interpretado por Alfredo Castro) que viaja hasta el lugar para retratar a la nueva esposa del terrateniente local, un misterioso Mr. Porter a quien, como al Godot de Beckett siempre se le espera pero nunca hace acto de presencia. Obsesionado con la belleza de la prometida, una adolescente de rasgos infantiles, el retratista fantasea con ella al tiempo que documenta la matanza de locales buscando la perfección estética, ajeno al horror que capta su cámara.
Ritos del pasado
Hijo del artista chileno Patricio Court, uno de los nombres emblemáticos de las vanguardias suramericanas surgidas en el siglo XX, Théo nació en Ibiza, creció en Madrid y a los 16 años regresó a Chile con la caída de
Pinochet. Debutó en 2010 con Ocaso, en la que veíamos la vida de un hipotético bisnieto de ese Mr. Porter que ejerce de manera tiránica su autoridad en Tierra de fuego, al reflejar la decadente realidad de un miembro de la antigua oligarquía que se aferra a los ritos del pasado como forma de preservar su dignidad.
Algo queda en Théo de su padre artista, ya que tanto ese filme como Blanco en blanco destacan por su trabajo pictórico con la luz y el encuadre, en unos fotogramas misteriosos y enigmáticos. Él dice que busca un “extrañamiento formal” a través de un protagonista progresivamente desquiciado que coloca al espectador frente a las paradojas del propio proceso artístico.
“En Chile el feudalismo es aún muy fuerte. Somos una de las sociedades más desiguales. De ahí las protestas”
“Ese fotógrafo se empieza a pervertir, es como gelatina moral. Poco a poco va cayendo en esa espiral amoral que le rodea. Se convierte en un simple voyeur, es un tipo distante que solo actúa cuando fotografía”; nos explica Court. Inspirándose en las fotos sobre el genocidio Selknam que realizó en la misma época del filme el fotógrafo rumano Julio Popper, el director cree que existe un paralelismo entre la inacción del protagonista y nuestra propia posición como espectadores cotidianos de las catástrofes más atroces a través de la televisión o el ordenador: “El fotógrafo se escuda en la estética para no ver la realidad de las cosas. Todo acto de creación tiene algo de narcisista, hay una vanidad consustancial. Para el artista es una forma de escudarse y al mismo tiempo vampirizar lo que sucede. Nosotros, como espectadores, cada vez estamos más en esa situación, los medios nos ofrecen una ventana al horror y participamos de él cuando lo observamos sin hacer nada para cambiarlo”.
En un momento en el que Chile atraviesa gravísimas convulsiones sociales y a las puertas de un referéndum sobre la nueva Constitución, la película refleja el nacimiento de un rígido sistema de clases basado en el racismo delos colonizadores sobre los colonizados. Al contrario que en su primer filme, Ocaso, donde veíamos la decadencia de una antigua familia de terratenientes, según Court la sociedad chilena mantiene sus ancestrales estructuras de poder: “Sigue habiendo siete familias que lo dominan todo y son las mismas que ya controlaban el país hace dos siglos cuando se fundó. El feudalismo es muy fuerte aún en este país y por eso hoy vemos estas protestas. Somos una de las sociedades más desiguales del mundo porque el presidente de la República realmente no manda, quienes tienen el poder son los terratenientes”.
Aunque Court lleva años viviendo a caballo entre España y Suramérica, asegura que ahora no quiere moverse de Santiago ante la magnitud de los acontecimientos de los últimos meses, en los que el país se ha paralizado por las manifestaciones. “Este es un momento interesante para vivir en Chile, hay una energía muy especial. Se están logrando cosas positivas”.
Quizá el verdadero privilegio del poder sea el de no mostrar jamás su rostro y en Blanco en blanco éste se representa mediante la figura enigmática y ausente del tal Mr. Porter, el dueño de todo y casi se diría, de todos. “Los sistemas nos dominan de una manera intangible, invisible, y Porter representa esa omnisciencia de Dios. En el caso de este fotógrafo trabaja para el poder porque es la única opción que tiene todo el mundo, si no claudicas lo único que te queda es la muerte”.
Todo ello en una película con aires de far west que arranca como un drama íntimo sobre unos personajes aislados para ir abriendo el foco hacia un paisaje insólito: “Por supuesto hay una influencia muy grande del wéstern como la propia idea del desconocido que llega a un lugar sin ley. Pero me interesa la transformación del género y que se decante en otra cosa para ir quitándole capas –dice Court–. Al principio parece un drama amoroso protagonizado por un hombre maduro, una institutriz y una niña. Poco a poco vamos descubriendo el paisaje de Tierra de Fuego. El final lo rodamos en Canarias”.
De los interiores asfixiantes dela película, en un mundo dominado por una extraña mezcla entre represión y salvajismo, a un territorio tan extraño y casi extraterrestre como el de Tierra de Fuego, la película nos introduce progresivamente en la mente del desnortado fotógrafo: “Hay un extrañamiento formal que tiene que ver con el subconsciente del protagonista.Me gusta el enigma, lo que subyace y no se ha dicho, que haya una cierta violencia soterrada y un erotismo latente. Va a ocurrir algo pero nunca llega a verse. Quiero que el espectador sea un personaje activo y que construya la película”.