Pilar Palomero: “España no se volvió moderna de golpe en los 80”
Con su primera película, 'Las niñas', acaba de ganar la Biznaga de Oro en el Festival de Málaga. La directora nos sitúa en la España de los años 90 para brindarnos una visión desmitificadora de la época y un sensible retrato de despertar a la vida
4 septiembre, 2020 09:04Ganadora de la Biznaga de Oro en el último Festival de Málaga tras su exitoso paso por la Berlinale, Las niñas, debut en la dirección de largometrajes de Pilar Palomero, nos sitúa en la España de los años 90 para brindarnos una visión desmitificadora de la época y un sensible retrato de despertar a la vida. Nos cuenta el mundo desde el punto de vista de una niña de 12 años que tiene que crecer en una España aun dominada por la mojigatería y el clericalismo. Las huellas del franquismo en nuestro país bien entrada la democracia es uno de los asuntos que trata este filme sociológico y a la vez intimista. Lo importante son los gestos, las rutinas significativas y las miradas de esa Celia omnipresente.
Advierte Palomero que no le gustaría que la reflexión sobre un tiempo como esos 90 poco tratados por el cine oculten lo que para ella es lo esencial: el viaje de autodescubrimiento de una niña, Celia (Andrea Fandos) que es criada por una madre soltera (Natalia de Molina) en un mundo en el que una familia sin marido es algo que sigue estando mal visto. Atenta a los detalles que marcan una época, de los tests de la revista Súper Pop al éxito de Héroes del silencio, Palomero construye una película hermosa y conmovedora.
Pregunta. ¿Es una película autobiográfica?
Respuesta. Yo también tenía doce años en el año 92 y fui a un colegio religioso, reflejo una situación personal que conozco. Me siento muy cercana al universo de Celia. Después, la trama no es exactamente mi vida, yo crecí con unos padres muy modernos. Pero sí cuento cosas que me resultan muy próximas, que he visto en gente cercana a mí.
P. El “relato” asumido es que en los 80, con la Movida, España cambió de arriba abajo y se volvió muy moderna. ¿Quería poner en duda esa narrativa?
R. De ahí nace precisamente la historia, las ganas y la necesidad de hacer la película. España no se volvió moderna de golpe en los 80. La primera idea fue hace ocho años, cuando encontré por casualidad en un cuaderno antiguo una redacción que había escrito sobre “amor y sexualidad” para la clase de religión. Me sorprendió mucho que pareciera tan anacrónico, mucho más lejano de lo que parece en el tiempo. Hablando con otros amigos, nos dimos cuenta de que muchos de nuestros recuerdos parecían más propios de los años 50 y 60 que de los 90. La televisión te mostraba todo el rato esos mensajes anticuados de las “mamma chicho” y Jesús Gil en un jacuzzi rodeado de chicas.
P. La campaña para fomentar el uso de preservativos frente al SIDA y los embarazos no deseados, “Póntelo, pónselo” tiene un gran protagonismo. ¿Sirve como contraste de esa corriente arcaica?
R. Esa campaña fue retirada. Es algo que no recordaba y me chocó mucho cuando me enteré investigando para Las niñas. En mi colegio fue un escándalo porque sucedía como en la película y pusieron uno de esos anuncios en frente provocando un gran escándalo. Mucha gente protestó porque decía que fomentaba las relaciones sexuales entre jóvenes. Venimos de allí aunque muchas veces no seamos conscientes. España no era ese país tan moderno que nos pensamos.
P. En el caso de esta película cobra especial importancia el mal endémico del machismo. ¿Cómo vivían esas “niñas” los dictados de esa sociedad?
R. Somos el resultado de una educación y de las mochilas que cargan nuestros padres, en este caso era una mochila muy pesada. El relato machista estaba súper integrado, no solo en el colegio, estaba en todas partes, en las películas, en la televisión, en los medios de comunicación. Yo misma he tenido que despertar.
P. ¿Hemos mejorado desde entonces?
R. Somos más diversos, todo es un poquito más abierto. A ver qué legado deja la generación nueva pero es buen momento para analizar la educación que hemos tenido y cómo nos ha formado como personas.
P. Más allá de este componente sociológico, ¿quería contar esta historia a través de las emociones de Celia?
R. A veces yo misma me apasiono hablando sobre la época, pero no quiero que se pierda de vista que lo más importante es la niña. Al no ser una película de trama busco una atmósfera para crear una emoción en el espectador. La idea sobre todo era hacer este retrato, este viaje con Celia. No hay eventos muy dramáticos ni super importantes, quiero contar la historia a través de pequeños detalles. Muestro cómo nos puede influir algo que has visto en la televisión de una manera fugaz o el impacto de una nueva compañera de pupitre. Esas cosas pequeñitas que nos van construyendo y formando en lo bueno y en lo malo. Esas vivencias que te marcaron de pequeña, el miedo a levantar la mano en clase por si no dabas bien la respuesta... Todo eso se te queda grabado y nos recuerda lo importante que es la educación.
P. Hay muchas películas sobre despertar sexual, los sajones lo llaman “coming of age”, pero casi todas están protagonizados por chicos. ¿Se mueve en un terreno a la vez muy transitado y desconocido?
R. En la etapa de documentación e investigación, vi películas sobre recuerdos, memorias sobre ese viaje de iniciación. El despertar sexual, se ha contado mucho, pero casi siempre en masculino. Tenía ganas de contar lo que yo viví. Cómo vivimos ese despertar sexual que es un tabú mucho más pesado para las mujeres. Yo en mi adolescencia no conocía a nadie que fuera gay, no había nadie que hablara de sexualidad femenina, quería compartir y comunicar cómo era ese mundo. El problema es que puede ser algo perverso y muy duro enfrentarte a todo eso.
P. ¿Se enfrentan las cineastas modernas a la falta de referentes?
R. Esa falta de referentes es absoluta. Hay un poso machista en España que hemos padecido muchas generaciones de mujeres. Quiero que el espectador conecte con el punto de vista de Celia, con la forma en que lo vive ella. También puedo comprender lo duro que debe ser para un hombre esa obligación de ser todo el rato un “machito”. Cuando hablo de referentes, más que mirar atrás tengo que mirar a mis compañeras, cineastas como Belén Funes son mi inspiración.
P. El mundo de las amigas de Celia del colegio cobra un gran protagonismo. ¿Buscaba también ese naturalismo?
R. Yo quería mostrar todos esos ritos iniciáticos, el primer cigarrillo, maquillarte con tus amigas, descubrir ese mundo que va más allá de tu casa y tu colegio… Es una edad en la que las amigas tienen un impacto muy grande en lo que eres y en lo que vas a ser. En cualquier caso, insisto, esta no es una película con mensaje, lo importante es entender a Celia y producir esos sentimientos en quién lo vea. Y quería también que se entendiera a la madre.
P. ¿Por qué graba con un formato cuadrado y primeros planos?
R. Hay una nostalgia de los 90 y las televisiones de la época. Quería aislar mucho a Celia para crear ese mundo opresivo, por eso casi todos los planos suceden en interiores. De pequeña tu mundo es muy pequeño y poco a poco se va ensanchando.
P. En el personaje de la madre, una mujer sencilla que sufre por la “honra” de su hija, vemos también que la anima a que estudie y “no dependa de nadie”. ¿Es una época de grandes contradicciones?
R. Efectivamente, existían esos mensajes contradictorios que muchas veces te llegaban a través de la televisión. Puse mucho empeño en que la madre sea dura pero no nos parezca mala, quería que el espectador la comprenda. Es una mujer que lo ha pasado mal, una luchadora. Pertenece a una generación que tuvo que hacer muchos sacrificios personales para salir adelante y que vivía con gran ilusión que sus hijos pudieran acceder a estudios superiores.