En medio de una grave sequía de blockbusters en la cartelera llega El verano que vivimos, una gran producción de Bambú, productora de series de gran éxito como Velvet, Las chicas del cable o Fariña. Carlos Sedes (La Coruña, 1973) fue precisamente el director de aquella exitosa serie sobre los tiempos del narco gallego y cambia de registro totalmente con un filme romántico hasta la médula ambientado en la España de los años 50. Blanca Suárez (Lucía) como rica heredera de unos viñedos, Pablo Molinero (Hernán) como su prometido, también heredero de otra bodega y Javier Rey (Gonzalo), un arquitecto soñador, como tercero en discordia son los protagonistas de esta película con hechuras clásicas que cuenta una historia a la antigua usanza, de esas más grandes que la vida.
El drama comienza cuando el personaje de Rey llega a Jerez a construir unas nuevas instalaciones para el negocio en vista de la rápida prosperidad contratado por su mejor amigo. Todo se tuerce cuando se enamora de la futura esposa de este. A modo de flashback, en el presente una periodista descubrirá la verdadera historia intrigada por las esquelas que año tras año publica un misterioso vecino de Barcelona en un periódico local andaluz recordando a su gran amor perdido.
Pregunta. ¿Querían hacer una película con grandes pasiones como las de antes al estilo Memorias de Africa o Lo que el viento se llevó?
Respuesta. Desde luego que sí, nos fijamos en películas como Los puentes de Madison (Clint Eastwood, 1995) y tuvimos muy presente Memorias de África (Sidney Pollack, 1985) porque el paisaje del valle que reflejamos se parece al africano de esa película. Al final, nuestra intención era simplemente contar una historia de amor. También queríamos hacer una película muy cercana, muy nuestra y propia de nuestra cultura.
P. ¿El amor prohibido es siempre campo abonado para el drama?
R. Todos tenemos una gran historia de amor marcada. La idea principal era que no hay que dejar escapar el amor cuando se presenta. Cuando eso ocurra, tenemos que estar atentos. El amor no tiene por qué durar mucho tiempo para que nos transforme y lo recordemos para siempre. Pueden ser unos días o un verano como en la película y después, pasarnos veinte años escribiendo esquelas como el protagonista. Sabíamos perfectamente lo que hacíamos, esas esquelas por ejemplo, convierten en algo tierno una cosa que suele ser fría.
P. La película es muy andaluza e incluso muy jerezana, como en Fariña veíamos a los actores hablando con acento gallego. ¿Busca el localismo como forma de ser más universal?
R. Sí y además creo mucho en ello. Hay un compromiso con lo que significa ser español desde nuestras particularidades. Yo soy gallego y cuando ruedo una serie como Fariña hay un compromiso con el lugar en el que sucede y con intentar explicarnos mejor cómo somos. Es algo que siempre he pensado y ahora vemos cómo el audiovisual lo entiende mejor con series como Patria. Los mejores directores españoles, Berlanga y Almodóvar, son los más locales. Creo que tenemos que marcar nuestro sello, nuestra cultura es lo que hace que la película sea diferente.
P. ¿Cómo quería retratar Andalucía?
R. Se mezclan muchos conceptos. Por una parte tenemos a ese arquitecto que es un idealista y es un hombre que mira al futuro del país. Luego tenemos ese mundo del vino en una zona riquísima como Jerez donde hay unas bodegas diseñadas por Gustave Eiffel. Allí trabajaron arquitectos muy conocidos cuando los negocios se abren al mundo y se enriquecen con las exportaciones. Es una zona con muchas piedras, unas piedras redondas que marcan también ese paisaje del valle y me influyeron a la hora de rodar. En la primera parte de la película las formas son redondas y después hay líneas rectas. Después el flamenco sale mucho porque es algo que está en el día a día de la vida andaluza, somos fieles a la realidad.
P. Pablo Molinero interpreta a Hernán, el clásico “señorito” latifundista, pero ofrece una imagen positiva y no hay conflicto social. ¿Cómo abordaba esta cuestión?
R. Una cosa importante es que es una película romántica y no una saga familiar. Estamos en una época, finales de los 50, en la que los señoritos están desapareciendo. Vemos un mundo en el que el trato es mucho más cercano. El personaje de Pablo no se mueve en un cochazo, va con una moto pequeñita, y eso es verídico, o vemos a la familia poniendo la mesa. Hay algo de western en la idea del nacimiento de un nuevo mundo que no tiene nada que ver con la imagen del señorito vago y mimado, aquí es un emprendedor y lo mismo ella.
P. ¿En los tiempos actuales lo tendrían más fácil los personajes de Blanca Suárez y Javier Rey para vivir su amor?
R. No lo sé porque sería un contexto muy distinto. En esa época un personaje como el de Lucía (Blanca Suárez) era extraño porque ella es una mujer que trabaja y es emprendedora. Hoy las circunstancias sociales son distintas pero también hay un peso muy grande de la familia, algo que en su caso la influye mucho. Al final, además, todo es un engaño, ella no puede escoger.
P. ¿Cómo encaja ese arquitecto cosmopolita en el mundo agrícola de Jerez?
R. Andalucía es un lugar muy cercano y queríamos ver ese mundo mediterráneo de gozo no solo de los ricos. Creo que ni Gonzalo o Hernán son los típicos personajes masculinos. Uno tiene sueños de construir de una manera distinta y el otro quiere vender vino en todo el mundo. Si hablamos de arquitectura, fue una época de grandes arquitectos como Palacios. En Coruña, mi ciudad, se construyó el barrio de las Flores que es una locura arquitectónica. Fue una época en la que no solo pasaba el franquismo, también se hacían cosas muy interesantes.
P. ¿Hay un sello Bambú a la hora de producir?
R. Somos muchos amigos trabajando juntos desde hace muchos años. Hacemos cosas como Gran Reserva o Velvet pero también otras muy distintas como Fariña o En el corredor de la muerte, no creo que haya un sello en este sentido. Lo que nos gusta es crecer, avanzar y seguir soñando.
P. Prácticamente todas las series que ha dirigido son históricas, ¿ese sí sería el sello?
R. Me gustan las historias ambientadas en el pasado porque te das cuenta de que el mundo ha cambiado mucho pero nos sigue moviendo lo mismo. Creo que cuando miras atrás y planteas allí tu historia se hace más maduro. Me encantan por ejemplo las novelas históricas de Stefan Zweig que cuentan historias tan universales con las que nos podemos identificar.
P. ¿Qué papel juega la idea del público potencial a la hora de concebir un proyecto?
R.. Es muy importante, sin pudor lo digo. Queríamos hacer algo romántico porque nos sorprendía que después del éxito de A tres metros sobre el cielo (2010) no se hubieran hecho más películas románticas. Nunca me olvido del público al que voy dirigido.