'Perfumes': redención burguesa y Zizek
Grégory Magne cuenta una historia de amistad entre “señora rica y tipo pobre”, un clásico del 'feel good', protagonizada por una mujer de mediana edad que encuentra en su “descenso” a una clase inferior la autenticidad perdida
30 diciembre, 2020 17:14El cine francés goza de un gran éxito en la propia Francia, donde alcanza cuotas cercanas al 40 por ciento y planta cara a Hollywood con una producción propia que va de lo más rompedor y exquisito (Leos Carax, Bonelllo) a un cine comercial puro y duro con un tono americano muy aficionado a las historias moralizantes. En este sentido, los reyes son el dúo formado por Olivier Nakache y Eric Toledano con películas como la célebre Intocable (2011) o Samba (2014), filmes con puntos en común con esta estimable Perfumes. Como en Intocable, vemos una historia de amistad entre “señora rica y tipo pobre”, un clásico del feel good, y también a una protagonista, una mujer de mediana edad quemada con su trabajo que encuentra en su “descenso” a una clase inferior la autenticidad perdida.
Escrita y dirigida por Grégory Magne, cuyo primer largometraje, L’air de rien (2012) no se ha estrenado en España, Emmanuelle Devos interpreta a una distinguida “nariz”, esos curiosos profesionales que se ganan la vida ejercitando el olfato, seguramente el menos aprovechado de nuestros sentidos en el mundo moderno. Es una mujer con buena posición social que ha vivido tiempos mejores como creadora de perfumes de alto nivel y ahora se sigue ganando bien la vida pero con encargos menos glamourosos como crear aromas para cuevas que son réplicas de grutas prehistóricas o para disimular el olor fuerte a piel de unos bolsos de lujo. Víctima de un bloqueo creativo, la antigua estrella de los perfumes además padece porque de vez en cuando su nariz, su medio de vida, le juega malas pasadas y es incapaz de oler nada.
Frente a este personaje burgués y bien asentado pero deprimido y desconectado del “mundo real”, aparece el chófer (Grégory Montel), un cuarentón divorciado con barba de dos días que no consigue que nadie le alquile un apartamento porque no tiene trabajo fijo, lo cual le impide normalizar el régimen de visitas con su hija pequeña. La idea del personaje de clase baja pero “auténtico” que es capaz de decirle la verdad a un poderoso acostumbrado a que todo el mundo le haga la pelota es un clásico de la narrativa feel good. Ahí están dos películas estadounidenses como Paseando a Miss Daisy (Bruce Beresford, 1989) o la reciente Green Book (Peter Farrelly, 2018), ambas ganadoras del Oscar, en la que también vemos la relación entre una persona adinerada y su chófer.
Hablando de Titanic (James Cameron, 1997), el filósofo Slavoj Zizek teorizó que el personaje de Leonardo DiCaprio, el talentoso dibujante de clase humilde que enamora a la rica heredera (Kate Winslet), representa una reedición del mito del “rico que se encuentra a sí mismo liberando sus instintos con los salvajes de las clases inferiores”. Zizek incluso dice que el iceberg que destruye el Titanic y la heroica muerte del personaje de DiCaprio no es más que un símbolo del restablecimiento del orden preestablecido. Lo cual es cierto pero también lo es que si este patrón narrativo se ha repetido tantas veces en novelas y películas a lo largo de los siglos también debe ser porque contiene algún tipo de verdad profunda sobre cómo funciona el mundo y los lazos invisibles que hacen que ambas clases se eviten tanto como se necesitan.
En cualquier caso, en Perfumes no hay ningún iceberg y la originalidad del asunto surge porque los protagonistas no se lían ya que ésta, como Intocable, Paseando a Miss Daisy o Green Book, es una película sobre la amistad. Citar a Zizek siempre puede ser sospechoso de cierto cinismo, y aunque Perfumes repite un esquema con aspectos que suscitan la reflexión, el director logra dotar a su película no solo de encanto, también de cierta humanidad sobre todo gracias a la sensacional interpretación de Davos. Como dirían The Virgin Marys: “Tú tienes el dinero/ Yo tengo mi alma”.