La fotógrafa y cineasta Cecilia Mangini falleció el viernes, con 93 años y aún en activo. Era todo un referente del cine italiano y de la no ficción y una figura quizá menos conocida de lo que correspondería a su lúcida y comprometida trayectoria como cineasta. Mangini (Mola di Bari, 1927) fue la primera mujer que rodó documentales en la Italia de la posguerra. El Festival de Sevilla, en su pasada edición de 2020, reconoció su talento y su sólida filmografía proyectando una docena de sus cortometrajes, estrenando en nuestro país su última película, Due scatole dimenticate (2020) y organizando, en formato virtual, la que fue la primera exposición de su obra fotográfica en España, una muestra con algunas de las más bellas imágenes de una Italia en ruinas que se reconstruía tras la guerra y la muerte de Mussolini, así como otras instantáneas fruto de una fértil y nunca acomodaticia trayectoria profesional, entre las que se incluyen retratos de gigantes del cine como Fellini, Pasolini o Chaplin.
Hija de padre socialista y de madre con título nobiliario, una mezcla de orígenes de difícil convivencia en la convulsa primera mitad del siglo pasado, vivió desde pequeña los enormes contrastes entre la tierra paterna, la Apulia, marcada por la miseria, y la materna, la rica Toscana. Pero Mangini eligió pronto, alejándose del fascismo propagado en las escuelas de su país y abrazando rápidamente los preceptos de la izquierda, autoetiquetándose posteriormente como anarquista. Esa ideología se aplicó a su mirada, tanto en sus películas como en su trabajo fotográfico. La cineasta definió sus documentales como libertarios, poniendo el foco en las diferencias sociales y enfrentándose a un gobierno conservador de profundas raíces religiosas. Sus ideas políticas y su personalidad rebelde no sólo la enfrentaron a la censura sino también al papel de las mujeres en un mundo de hombres.
Curtida en el trabajo de calle con su cámara al cuello, e influenciada por el neorrealismo de Rossellini y De Sica, llegó al cine a partir del encargo que le hizo a Pier Paolo Pasolini de unos textos que posteriormente ella convertiría en Ignoti alla città (1958), un corto documental que ponía imágenes a la preocupación del mítico artista italiano por los jóvenes de la periferia y su mundo marginal. Un trabajo en aquel momento que chocaba contra el rol preestablecido que se esperaba de ella por ser mujer, mediante el cual se rebeló contra la censura del gobierno italiano y los convencionalismos de la época. La colaboración con Pasolini se amplió más tarde con Stendalì (1960) y con La canta delle marane (1961). Tan desoladores como poéticos, los tres cortos se pudieron ver en el Festival de Sevilla.
Otro de los platos fuertes del ciclo fue el estreno en España de su último filme, el largometraje Due scatole dimenticate (2020), codirigido por Paolo Pisanelli, con el que Cecilia Mangini recupera un viejo proyecto sin terminar: en 1965, viajó junto a su marido, el también cineasta Lino Del Fra, compañero de vida y de multitud de rodajes, hasta un Vietnam devastado por la guerra. Más de medio siglo después, Mangini regresó a estas imágenes casi por accidente, tras encontrar dos cajas de zapatos llenas de negativos, testimonio gráfico de aquellos meses.
Asimismo, Mangini dedicó gran parte de su trabajo a mostrar la compleja transformación político-social de la Italia de posguerra, con una mirada especialmente preocupada por los más desfavorecidos, a los trabajadores de las fábricas y a las tradiciones ancestrales del campo, con títulos como Maria e i giorni (1959), La pasione del grano (1963), Essere done (1965), Tommaso (1965) o Sardegna (1965).