Quique San Francisco ha fallecido este lunes en Madrid a los 65 años. El actor llevaba desde enero ingresado por una neumonía necrotizante, según han informado fuentes de la familia a la agencia Efe. Personaje único, de una vis cómica impagable, con una presencia tan desvalida como amenazante, el actor tuvo una larga trayectoria en el cine español, llegando a participar en más de 70 películas y 40 obras de teatro, y logrando que el surrealismo se colará en su propia y castigada existencia, como aquella vez que dio con sus huesos en una cárcel de Nepal por pelearse con un mono que quería robarle la comida.
Enrique San Francisco nació en Madrid en 1955 y era hijo de los actores Enriqueta Cobo (Queta Ariel) y Vicente Haro, aunque a este no lo conoció hasta los 16 años. Su infancia transcurrió en Barcelona bajo el ala de su madre soltera y comenzó muy pronto su carrera en la interpretación, incluso antes de que se le despertara la vocación: tras varios anuncios de publicidad, debutó en el cine con tan solo seis años y, con ocho, ya aparecía sobre las tablas en una representación de El sueño de una noche de verano. En 1965 hizo sus pinitos en la televisión, como protagonista de Santi, botones de hotel.
Tras su paso por la Legión Española, en donde llegó a ser francotirador, alcanzando el grado de cabo en el Regimiento de Tiradores de Infantería 'Canarias 50', estuvo dando algún que otro tumbo por el mundo, llegando a instalarse en EE.UU. e ingresando en el Actors Studio, aunque pronto abandonaría la formación impartida por el mítico Lee Strasberg. Regresó entonces al Madrid de la Movida, en el que pronto empezaría a interesarse por los paraísos artificiales, teniendo problemas por la adicción a la cocaína y la heroína. Aquí ya comenzó a actuar profesionalmente.
Colaboró estrechamente con Eloy de la Iglesia en sus célebres filmes de género quinqui: Navajeros, El pico o Colegas, película en la que coincidió con Antonio Flores, del que fue íntimo amigo y compañero de correrías, y con su hermana Rosario, con la que tuvo un apasionado romance. Antes había logrado la consagración como intérprete de la mano de un grande como Fernando Fernán Gómez en la serie de TVE El pícaro. Y entre unas y otras, colaboró con Gutiérrez Aragón en Maravillas (1981).
Después se consolidaría como uno de los secundarios por antonomasia del cine español (digamos que su aspecto desgarbado, su voz de ultratumba y su cara algo picassiana le privaban de la oportunidad de ejercer de galán), trabajado con con directores como José Luis Cuerda (Amanece, que no es poco, 1989), Imanol Uribe (El rey pasmado, 1991), Manuel Iborra (Orquesta Club Virginia, 1992), José Luis García Sánchez (Tirano Banderas, 1993), Álex de la Iglesia (Acción mutante, 1993) o Adolfo Aristarain (La ley de la frontera, 1995). En paralelo, nunca dejaría de trabajar en la televisión, con míticos personajes en series como Los ladrones van a la oficina, Colegio Mayor o Cuéntame como pasó.
La noche del 24 de octubre de 2002, sufrió un accidente de tráfico, al ser embestido por detrás por un turismo, mientras estaba parado con su motocicleta en un cruce, esperando la señal de paso. Sufrió fracturas en la tibia y en el peroné, y estuvo varias semanas en silla de ruedas y posteriormente, durante su rehabilitación, usando muletas. Pero esto no le mantuvo alejado de los escenarios, donde proseguía en diversos espectáculos humorísticos, entre ellos El club de la comedia, programa donde era habitual su participación y que puso de moda a los monologuistas en nuestro país.
Uno de sus últimos trabajos, a finales de 2020, fue para la campaña publicitaria de Navidad de la empresa Campofrío. Ambientada en la época del coronavirus y de forma cómica, San Francisco personificaba a la muerte.