Rafa Russo: "Uruguay perdió la inocencia con el golpe de Estado militar"
El director español viaja hasta el Uruguay de los años 70 para contar la escalada de violencia y represión que precedió al golpe de Estado perpetrado por los militares
27 mayo, 2021 18:36En El huevo de la serpiente (1977), el maestro Ingmar Bergman contaba el clima de descontento social y decadencia moral que condujo en Alemania a la barbarie del nazismo. Se estrena El año de la furia, dirigida por Rafa Russo (Amor en defensa propia) en la que refleja los convulsos últimos meses de la democracia uruguaya que condujeron al golpe de Estado militar de 1973. Una época de oscuridad y torturas que vimos reflejada en la reciente La noche de 12 años (Alvaro Brechner, 2018), donde se relataba el brutal cautiverio del después presidente José Mújica y otros estudiantes izquierdistas.
Con un reparto coral encabezado por Alberto Ammann y Joaquín Furriel en la piel de dos guionistas de un programa televisivo de humor, en el filme vemos cómo poco a poco la sociedad de ese país “encajonado entre dos moles como Brasil y Argentina” se desliza por la pendiente del totalitarismo y la represión sangrienta de cualquiera con pinta de “melenudo”. Los guionistas padecen porque sus jefes les prohíben que hablen de política para descubrir después la verdadera cara del horror. Al otro lado vemos a un teniente (Daniel Grao) que ejerce como torturador de día y por las noches se desfoga de su sentimiento de culpabilidad con una prostituta de la que se enamora.
Pregunta. ¿Como hijo de argentinos emigrados a España, tiene alguna conexión personal con los terribles sucesos que retrata la película?
Respuesta. De manera directa no. Yo nací en España y crecí en Madrid. Lo que sí guardo son muchos amigos y familia en Argentina y Uruguay. Ellos me hablaron de ese “año de la furia” que antecedió al golpe de Estado de los militares en el 73 y me gustó mucho esa expresión. Me parece interesante hablar de esa antesala del horror. Hay muchas películas sobre las dictaduras y yo lo que quería era ver cómo se llega a eso en un país como Uruguay del que se habla menos porque está apretado entre dos moles como Argentina y Brasil. Un país que hasta entonces había sido un ejemplo de progreso y derechos humanos.
P. ¿Quería ver esa realidad premonitoria a través de muchos puntos de vista mediante los distintos personajes?
R. Mi idea era contar la historia desde la gente de la calle, no hacer una película panfletaria o didáctica. Vemos cómo ese recorte progresivo de libertades va afectando a las personas a todos los niveles, desde las relaciones de amistad a las sentimentales o el plano laboral. Al final es una situación que te obliga a tomar decisiones. En esa voluntad de querer tener todos los puntos de vista vemos algo no muy habitual en este tipo de películas, como el lado de los opresores a través de ese teniente que tortura. Quería ver cómo convive con eso y los conflictos morales que le suscita.
P. ¿Fueron los uruguayos ingenuos ante el horror que se avecinaba?
R. El golpe de Estado en Uruguay se adelantó unos meses al de Pinochet en Chile y tres años al de Argentina inaugurando una etapa de autoritarismo en la zona. Allí se comenzó a transitar un territorio nuevo. Fue la pérdida de inocencia del país. Tuvo la particularidad de que cuando todo comenzó había un presidente civil (José María Bordaberry) que fue quien fue aplicando las órdenes militares hasta que se convirtió en dictador. Ese proceso vino entonces un poco disfrazado por esa condición cívico-militar del régimen. Poco a poco fueron apareciendo decretos que limitaban las libertades de la gente con la excusa de la lucha contra los “tupamaros” cuando la realidad es que ya estaban vencidos. Utilizando ese peligro aumentaron la represión, primero tangencialmente con detenciones por la calle de noche hasta que ocurrió el golpe.
P. Frente a la escalada del horror contrapone a dos humoristas que buscan las grietas para denunciarlo. ¿Es el humor el último reducto de disidencia en los totalitarismos?
R. El humor ha sido un arma a lo largo de la historia. El ser humano ha encontrado la manera de ser ingenioso aún en las situaciones más horribles, es prueba de que hay algo indómito en su espíritu que busca exonerarse. Ante la represión, los humoristas buscan maneras sutiles de decir lo mismo como ese chiste de que se prohíben los limpiaparabrisas por aquello de que oscilan como un péndulo de izquierda a derecha. Esa inocencia de los uruguayos ante lo que se venía encima se explica a través del personaje de Alberto Amman, es un joven ambicioso y piensa que solo hace chistes y nadie se meterá con él. Después se da cuenta de que hay que implicarse y salir de la burbuja de cada uno. Como creador incluso tienes una responsabilidad mayor.
P. ¿Por qué cree que cundió la semilla del autoritarismo en plenos años 70 en el sur de Latinoamérica?
R. Es un contexto histórico muy concreto que ocurrió en todos los países americanos cuando Estados Unidos respalda la “operación Cóndor” ante el miedo de que se extienda la revolución castrista. Entre unos y otros pergeñaron este plan para reprimir a la izquierda en todo el continente. Se consideraba que todos los países latinoamericanos eran pacientes con la misma enfermedad.
P. Uno de los debates más candentes de la actualidad es el posible regreso del autoritarismo con el auge de la extrema derecha. ¿Ve factible un regreso a tiempos oscuros?
R. Creo que el fascismo y la intolerancia son como un virus que con el tiempo va adoptando nuevas formas. Trump o Bolsonaro no son dictadores pero son algo parecido. Se está empobreciendo la cultura del diálogo y perdemos terreno ante el populismo y la demagogia. Incluso vemos cómo la libertad de expresión se empequeñece ante el auge del nacionalismo y la extrema derecha pero también por esa “cultura de la cancelación” y los juicios mediáticos. Como creador uno siente que tiene que ir con mucho cuidado con lo que dice.