'Destello bravío'

'Destello bravío'

Cine

'Destello bravío': un OVNI en el Festival de Málaga

La ópera prima de Ainhoa Rodríguez, un cruce insospechado entre el documental antropológico y el cine de vanguardia sobre la España rural, abre el abanico de posibilidades programáticas de un festival muy pendiente de la industria

7 junio, 2021 10:42

Hay películas que están destinadas a marcar el devenir de un festival. En la 24ª edición del certamen malagueño ese papel lo encarna Destello bravío (Ainhoa Rodríguez, 2021), la obra con la que el resto de las participantes en la competición oficial tendrá que medirse. La inclasificable ópera prima de Ainhoa Rodríguez puso del revés la platea de un Teatro Cervantes acostumbrado a las convenciones de un cine no ya industrial y/o comercial sino simplemente narrativo. Es su debut un cruce insospechado entre el documental antropológico y determinado cine de vanguardia, aleación a priori tan extraña como, una vez visto el resultado, feliz. Estamos ante un filme ciertamente caprichoso que, sin embargo, imanta la mirada merced a la plasticidad de sus imágenes, fruto de la precisión para el encuadre de la realizadora extremeña que logra que en su película el cálculo pase por autenticidad, que el artificio resulte inequívocamente genuino. 

A partir de tan impuro sumatorio Rodríguez captura los ritmos que orquestan la cotidianeidad de esa España rural, envejecida y desbrozada de juventud que tanta literatura genera en nuestros días. Pero aquí no se trata solo de eso, ni tampoco, únicamente, de poner en solfa el ordenamiento social perpetuado por tradiciones atávicas (muy en la línea de los trabajos de Elena López Riera). Todos esos elementos están ahí, pero junto a ellos -o por debajo de ellos- fluye una corriente de inspiración surreal que cataliza el deseo reprimido y el afán de libertad de un grupo de mujeres que, como se escucha decir a una de ellas en la secuencia de arranque, están “hasta el coño”. Como si del correlato sexualizado de la obra de Chema García Ibarra se tratara, Destello bravío asume que para agarrar la verdad hay que viajar más allá del realismo.

Otro debut reseñable es el de Júlia de Paz Solvas, quien ya presentara sus credenciales en el festival con el filme colectivo La filla d’algú (VV.AA, 2019) que estuvo en la sección ZonaZine en 2019, y que ahora debuta en la máxima competición con Ama (2021), la historia de una madre y su hija de seis años abocadas al desamparo. Con un estilo definido por el uso de la cámara al hombro y la nula profundidad de campo, la cineasta catalana tira de sobriedad para narrar una peripecia íntima que prefiere la sequedad al subrayado y que encuentra en la verdad del rostro y los modos de Tamara Casellas el vehículo idóneo para transmitir las vacilaciones de una madre con el GPS emocional dañado, una madre que quiere y no sabe cuidar a su hija, una mujer en la que conviven el pronto tempestuoso y el arrepentimiento sincero. En una película que funciona por sustracción, la parquedad explicativa a veces dificulta la comprensión de determinadas decisiones de su protagonista y, sin embargo, ese trabajo de depuración, tan infrecuente en la gran mayoría del cine español contemporáneo, es lo suficientemente explícito para que el espectador asuma los dilemas de una protagonista que se convierte, por derecho propio, en un arquetipo maternal apenas explotado (quitarle las hojas de idealidad al árbol de la maternidad no suele ser muy habitual). 

'Ama'

Al contrario que en Ama, los personajes de El cover (Secun de la Rosa, 2021) se enredan en una maraña de extensísimos diálogos en los que detallan lo que sienten y padecen, enlistan sus ilusiones y sus miedos, ilustran con palabras lo que, al parecer, las imágenes no pueden expresar. Y es una lástima, porque está feel good movie sobre esa patulea de artistas olvidados que recorre los escenarios de Benidorm muestra en un par de secuencias -la de arranque y la batalla de canciones en el bar- que De la Rosa tiene ideas visuales y chispa humorística suficientes para hacer algo más que una película simpática que sube enteros cuando aparece Juan Diego y que ha quedado visiblemente mutilada en la sala de edición: su montaje final es un atentado contra el sentido del ritmo, algo imperdonable en un filme que flirtea constantemente con el musical.

De los nueve títulos presentados en la Sección Oficial hasta el momento, de entre los cuales este cronista aún no ha podido ver Cómo mueren las reinas (Lucas Turturro, 2021), convendría rescatar la colombiana La ciudad de las fieras (Henry Rincón, 2021), película mortuoria que narra las andanzas de Tato (Bryan Córdoba), un joven aspirante a rapero en una Medellín violenta de la que se verá forzado a huir tras un altercado con un pandillero ilustrado en la fonética del disparo. Tato viaja hasta casa de su desconocido abuelo, situada en la Colombia profunda y selvática, y de ese choque generacional y del buen trabajo de Camilo Monsalve en la dirección de fotografía, Rincón extrae momentos de luminosa sinceridad que, sin embargo, quedarán disminuidos por un último acto atropellado marcado por un discutible giro de guion que desemboca en un final que confunde el impacto con la prisa. 

'La ciudad de las fieras'

Tampoco carece de virtudes Karnawal (Juan Pablo Félix, 2020), que como el filme de Rincón tiene a un adolescente como protagonista al que en lugar del rap le interesa el malambo, el baile tradicional de los gauchos. Cabra (Martín López Lacci), tal es el nombre del chaval, prepara con ahínco una importante competición. Coincide la fase de entrenamiento con la liberación de su padre, Corto (Alfredo Castro), y su regreso a un núcleo familiar atomizado, con una madre que tiene una nueva pareja y ese hijo al que apenas conoce. La árida zona fronteriza entre Argentina y Bolivia sirve como telón de fondo a un relato que peca de indeciso - ¿es un drama familiar o de superación personal? ¿Acaso un thriller? - y que gana enteros cuando Castro aparece en pantalla y da sentido a la única historia que logra importarnos de las muchas que Juan Pablo Félix parece querer contar: la de esa áspera relación paternofilial que tanto tiene en común con el paisaje en el que se inscribe. 

En un 2021 especialmente duro en el que muchas películas se han quedado en el cajón a la espera de la mejor salida posible, y a falta de una decena de obras por exhibirse, se puede decir, quizá con cierto atrevimiento, que la personalidad que exhibe ese filme OVNI que es Destello bravío abre el abanico de posibilidades programáticas de un Festival de Málaga siempre muy pendiente de una industria que, hasta el momento, no ha ofrecido ningún producto digno de mención. 

@EnricAlbero