Luis García Berlanga y Fernando Fernán Gómez no solo compartieron año de nacimiento, 1921, por lo que pertenecen estrictamente a la misma generación, sino que sus carreras profesionales, además de recorrer la convulsa historia de España del siglo XX, se desarrollaron en el mismo contexto cultural y cinematográfico. Además, sus vidas estuvieron entralazadas por una serie de intereses comunes y por toda una telaraña de vínculos personales con una serie muy concreta de personalidades que les sirvieron de fuentes nutricias y como colaboradores a ambos, entre los que se encontraban Wenceslao Fernandez Flores, Edgar Neville, Miguel Mihura, Jardiel Poncela, Rafael Azcona, Pedro Beltrán o Jesús Franco. 

En los estertores de sus respectivos centenarios, un proyecto multiformato promovido por Acción Cultural Española (AC/E) y el Círculo de Bellas Artes (CBA) y dirigido por el periodista, escritor y guionista Manuel Hidalgo, analiza los numerosos puntos de contacto entre las filmografías de estos dos maestros del cine español, así como aquellos momentos en los que sus obras y trayectorias políticas divergen. Y lo hace a través de la publicación del ensayo Berlanga y Fernán Gomez, en diálogo, que ha escrito el mismo Hidalgo -y que se puede descargar gratuítamente desde este 4 de noviembre en la web de AC/E- y un ciclo de películas que arranca también hoy en el CBA con la proyección de Esa pareja feliz (1951), dirigida por Luis García Berlanga junto a Juan Antonio Bardem y con Fernando Fernán Gómez como actor protagonista. Antes del pase, se celebrará una Mesa redonda en la que participarán Manuel Gutiérrez Aragón, Fernando Méndez Leite, Marta Fernández Muro y el propio Manuel Hidalgo.

Posteriormente se proyectarán La vida por delante (día 11), dirigida por Fernán Gómez, con presentación de Vicente Molina Foix; El extraño viaje (día 18), dirigida por Fernán Gómez sobre una idea de Luis García Berlanga, con la intervención de Fernando Lara; Moros y cristianos (día 25), dirigida por Berlanga y con Fernán Gómez en el reparto, con la introducción de Manuela Partearroyo, y El anacoreta (día 2 de diciembre), de Juan Estelrich, con la participación de Juan Estelrich Revesz. “Aunque la selección de esta última película puede desconcertar, ya que no es ni de Fernán Gómez ni de Berlanga, la he incluido en el ciclo porque me parece un hijo de ambos”, explica Hidalgo. “Tanto uno como otro mantuvieron una amistad personal con Estelrich y colaboraron con él desde los primeros momentos de sus respectivas carreras. Pero es que la película refleja el mundo que compartieron, con ese protagonista interpretado por Fernán Gómez que representa al hombre desvalido, solitario, misógino, misántropo, ácrata… Además, está producida por Alfredo Matas, que colaboró mucho con Berlanga y algo con Fernán Gómez; el guion es de Azcona, nexo común entre los dos directores, y en la película aparece Pedro Beltrán, que también fue muy importante en sus carreras. En definitiva, hay un conjunto de circunstancias que hacen que El anacoreta sea herencia, desinencia, satélite y rama de ese tronco que representan. Además, es una excelente película”.

El encuentro de dos personalidades distintas

El ensayo Berlanga y Fernán Gomez, en diálogo arranca cuando ambos conectan para el rodaje de Esa pareja feliz. En aquel momento eran personalidades muy distintas. Fernán Gómez era ya un actor muy conocido, una figura del cine español gracias al éxito de películas como Balarrasa (José Antonio Nieves Conde, 1951) o La mies es mucha (José Luis Saénz de Heredia, 1948) y con una década de profesión a su espalda. Por su parte, Berlanga todavía no era nadie en el negocio, un simple recién licenciado en la primera promoción del Instituto de Investigaciones y Experiencias Cinematográficas (IIEC), una institución nueva a la que muchos profesionales del sector miraban con cierto recelo, que junto a otro chico llamado Bardem quería sacar adelante una película que habían escrito juntos. “Externamente tenían muchas diferencias y eso seguramente hizo dudar a un Fernán Gómez que ya tenía una trayectoria y debía cuidarla, pero internamente ya tenían coincidencias que se debieron poner sobre la mesa”, explica Hidalgo. “Fernán Gómez advirtió que había en el guion de Esa pareja feliz un estilo que le interesaba, un trasunto del neorrealismo italiano. Berlanga y Bardem querían hacer una película sobre la vida corriente de una pareja trabajadora en Madrid, y por tanto no estábamos ya en el cine de género histórico o religioso o sobre la Guerra Civil que era mayoritario entonces. Eran dos personas deslumbradas por el fenómeno del cine neorrealista”.

Una imagen de 'Esa pareja feliz'

No volvieron a trabajar juntos hasta Moros y cristianos (1987), algo que quizá hubiera cambiado si el papel que Berlanga escribió para Fernán Gómez en Calabuch (1956), el del contrabandista que toca la trompeta, no hubiese acabado en manos de Franco Fabrizi al entrar una compañía italiana en la producción. Aunque hay que reseñar que la historia de El extraño viaje (1964), una de las obras maestras de Fernán Gómez, parte de una idea que tuvo Berlanga tras leer la historia de un crimen sin resolver en la prensa. En cualquier caso, Hidalgo opina que Fernán Gómez no era un actor del gusto de Berlanga: “Era un intérprete muy hecho, muy acabado, muy empaquetado, con el lazo puesto, y Berlanga buscaba cierto primitivismo. Siempre optaba por actores muy próximos a la calle, muy verdaderos, con rasgos muy llamativos y con una gestualidad muy espontánea. Dicho en plata, a Berlanga no le iba Fernán Gómez”.

Esto no fue óbice para que ambos desarrollaran una intensa amistad en esas interminables tertulias que compartían en los 50 y 60 entre whiskies y humo de cigarros en el Café Gijón o en el Café Comercial, siempre acompañados por toda una serie de personalidades como Mihura, Neville, Tono o Rafael Azcona, muy vinculados a la revista La Codorniz. “Entre todos ellos había una atmósfera común, cierta bohemia de un Madrid callejero y nocturno y, sobre todo, un interés genuino por el humor”, asegura Hidalgo. “Todos bebían de las variadas fuentes de la comedia española, de la tradición literaria y teatral: el sainete, la picaresca, el esperpento… Aunque creo que no habría que ir tan lejos como al Siglo de Oro. Y también de cierto humor a la italiana que no tenía tanto que ver con el neorrealismo como con ciertas revistas, cómicos o novelistas".

En fuera de juego

Otra de las coincidencias entre Berlanga y Fernán Gómez es que ambos rodaron sus obras maestras a principios de los 60, en un momento complicado profesionalmente para ambos por la irrupción del denominado Nuevo Cine Español. “Desde la Escuela Oficial de Cine irrumpe otra generación que culturalmente conecta más con la novela realista española de los 50 y que políticamente es más marcadamente de izquierdas”, expone Hidalgo. “Berlanga no era de izquierdas y yo sostengo que Fernán Gómez en esa época tampoco lo era. Hablaban de anarquismo burgués, porque la palabra anarquista da mucho lustre, pero realmente eran burgueses liberales que iban por libre y que, evidentemente, no estaban por la España nacional y católica ni por la ortodoxia del régimen. En toda una pirueta del destino, el franquismo decidió apoyar a estos jóvenes del Nuevo Cine Español, con la censura de filtro, para dar la imagen de que el régimen era más abierto de lo que se decía y ellos se quedan en fuera de juego. Pero si nos fijamos en Plácido (1961) y El verdugo (1963) de Berlanga y en El mundo sigue (1963) y El extraño viaje (1964) de Fernán Gómez, las grandes obras maestras de cada uno de ellos, creo que podrían estar intentando insertarse en esa corriente más realista para no perder la comba”.

En cualquier caso, obtuvieron con estas películas resultados muy distintos. Mientras que a Fernán Gómez le masacró la censura las dos películas, provocando que la distribución no quisiera saber nada de él, a Berlanga le funcionaron a su manera, sobre todo entre la crítica y en los festivales, aunque el público seguía siendo algo reacio a sus propuestas. Esto hace que a finales de los 60 y principios de los 70 ambos entren en cierta crisis en sus respectivas carreras. “Como no le llama ninguno de estos directores nuevos, Fernán Gómez retoma la constante de su carrera de ser pragmático y aceptar todo tipo de encargos alimenticios como actor y como director, con años de malas películas como Los palomos (1964), Mayores con reparos (1966) o Como casarse en siete días (1971)”, asegura Hidalgo. “Berlanga sufre cierta desconfianza por parte de la izquierda y tiene ciertos parones en esa época y lo pasa mal. Se va a rodar La boutique (1967) a Argentina, intenta hacer una comedia más comercial con ¡Vivan los novios! (1970) y rueda una Tamaño natural (1974) que también le sale mal porque estaba planteada como un éxito internacional y resulta que no se entiende bien porque la gente esperaba una película erótica. Pero, a diferencia de Fernán Gómez, él no realiza concesiones y siempre está cercano a sus esencias como director. Si no le compraban los guiones que escribía con Azcona, se quedaba quieto”. En este sentido, es revelador el hecho de que Fernán Gómez adaptará un buen número de novelas y obras teatrales de éxito, mientras que Berlanga a lo largo de su carrera siempre partiera de guiones originales. 

Imagen de 'Moros y cristianos'

Sin embargo, a medida que avanzan los 70, a ambos les va llegando su redención en el cine. En el caso de Fernán Gómez, gracias a que empieza a hacer películas como actor como Ana y los lobos (Carlos Saura, 1973) y El espíritu de la colmena (Víctor Erice, 1973). En el de Berlanga, por el exitazo que cosechó con La escopeta nacional (1978). “A Fernán Gómez estos trabajos no solo lo redimensionan como actor sino que de repente ya se le pueden proponer otros trabajos como director o se pueden aceptar los que él plantea, ya que ha entrado en conexión con el nuevo ambiente intelectual inmediatamente previo y posterior a la muerte de Franco. Berlanga, por su parte, también reconecta porque hace la película que le gustaría haber realizado a cualquiera de los que empezaron en los 60. Pone en solfa al franquismo justo cuando el público y los medios culturales e intelectuales demandaban la revisión de los años anteriores desde un punto de vista de izquierdas de la sociedad”. 

A partir de entonces, y hasta el final de sus respectivos días, ambos mantuvieron estos perfiles artísticos tan divergentes, con un Fernán Gómez que combinaba los trabajos de encargo con intentonas de hacer el cine que le interesaba, con algunas películas que no gustaron demasiado al público -¡Bruja, mas que bruja! (1977) o Mambrú se fue a la guerra (1986)- y un enorme acierto como El viaje a ninguna parte (1986), y un Berlanga que con sus crisis y zigzagueos siguió siempre dentro de sus propias marcas. En cualquier caso, ambos son hoy, cuando se cumplen sus respectivos centenarios, referencias eternas de nuestro cine al lo que es difícil renunciar, sobre todo si se presenta la oportunidad de ver sus filmes en pantalla grande.

@JavierYusteTosi