'The Sparks Brothers': esos locos “británicos” de California
Edgar Wright dirige un documental sobre los hermanos Sparks, rockeros a contracorriente desde los años 60 y creadores de un imaginario muy personal
12 noviembre, 2021 09:45Causa admiración la voluntad de la cultura estadounidense por reivindicarse a sí misma. Edgar Wright, director de algunos títulos de culto como Zombies Party (2004) y que estrena en breve Última noche en el Soho, ambientada en la escena musical de Londres en los 60, rinde tributo a los hermanos Mael, Ron y Russell, más conocidos como Sparks (chispas). En uno de sus vídeos, The Strokes ironizaban sobre el sambenito de “grupo americano que gusta a los europeos”. Algo parecido les ha pasado siempre a los Sparks, que a pesar de ser de California tienen alma de ingleses y ya desde sus inicios sonaban cercanos a grupos como The Who y los Kinks de Ray Davies.
Forman un dúo peculiar. El cantante, Russell, es el guaperas de la banda, y ejerce de sex symbol. Su hermano, Ron, se parapeta detrás de los teclados y luce un bigotillo a lo Hitler que el propio McCartney llegó a imitar en una ocasión. Asimilan del pop británico su afición por los teclados barrocos, los ambientes psicodélicos y las letras muy literarias con figuras poéticas o surrealistas en la tradición de Davies, pero también otros como Donovan, The Yardbrids o los propios Beatles. Sin olvidar al más enigmático de todos, Syd Barrett, primer líder de Pink Floyd antes de caer en los abismos de la locura. Con los hoy megacélebres Queen tenían en común su afición por el disfraz y lo extremo, con una música y puesta en escena con un pie en los espectáculos operísticos del siglo XVIII.
En su documental, Wright cuenta la historia de los hermanos, desde sus orígenes en California, hijos de un pintor postimpresionista que se ganaba la vida con la publicidad, y su largo y dificultoso camino hasta la fama. Ellos aseguran que la música de California, entonces en pleno furor con los Beach Boys, siempre les ha influido más de lo que dicen los críticos, pero quizá eran demasiado raros y arty para una escena abonada a lo surfero. Comenzaron como Halfnelson y a principios de los 70 mudaron su nombre a Sparks y se fueron a Londres, donde algunos hits como This Town Ain't Big Enough For Us, incluida en su exitoso álbum Kymono My House (1974) les dieron la fama que buscaban. A partir de aquí, la productividad de los hermanos es realmente asombrosa, así como su capacidad para sobrevivir sin renunciar a ser ellos mismos pero adaptándose a las circunstancias, a veces de manera visionaria. A finales de los 70 colaboraban con Giorgio Moroder y en los 90 triunfaban en las discotecas con When Do I Get to Sing My Way. Y en 2015 reverdecían laureles con una bombástica colaboración con Franz Ferdinand en uno de los mejores discos de ambas bandas, FFS.
Los Sparks están de moda no solo por este documental, también porque se acaba de estrenar con éxito Annette, la última película de Leos Carax, basada en una historia y partitura de los hermanos. Muy influidos por el cine de Bergman, al que dedicaron una pieza teatral, y fascinados con la Nouvelle Vague, vemos a unos artistas que, como se repite demasiadas veces en la película, siempre han buscado un camino propio sin venderse ni traicionarse a sí mismos. No cabe duda de que los Sparks merecen un homenaje y que su propuesta artística tiene valor. El problema del documental, estructurado de una manera muy clásica desde sus inicios hasta la fecha, es que mientras vemos a un montón de celebridades repetir una y otra vez su condición de músicos insobornables nunca acaba de profundizar en lo que esta contando ni de establecer las conexiones necesarias con otros artistas de la época muy relacionados con ellos. Además, se hace un poco largo, dos horas y cuarto son muchas.