Chema García Ibarra (Elche, 1980), el OVNI más célebre del cine español, autor de los cortometrajes El ataque de los robots de Nebulosa-5 (2008), Protopartículas (2009), Misterio (2013), La disco resplandece (2016) y Leyenda dorada (2019, junto a Ion de Sosa) y del mediometraje Uranes (2013), por fin ha conseguido sacar adelante su primera película, Espíritu sagrado, que logró una mención especial en su estreno en la pasada edición del festival de Locarno.
Cada plano, cada encuadre, es un salto al vacío en el que el costumbrismo se precipita hacia el más puro surrealismo
Las coordenadas estilísticas y temáticas del filme que llega a las salas este viernes son las mismas que el director estableció ya en sus primeros trabajos, con los que viajó a Cannes, Sundance o Berlín, logrando premios por todo el mundo, entre ellos el prestigioso Meliès de Oro por El ataque de los robots de Nebulosa-5. “Quiero hacer películas hermosas, libres y llenas de misterio, un concepto que me obsesiona…”, explica el director. “El misterio que flota entre imágenes y sonidos, enriqueciendo lo común, lo cotidiano, lo hace más complejo y más rico. Para crear ese misterio y llevarlo a un lugar hermoso, siempre recurro a mi herramienta favorita: la ciencia ficción trasladada hacia lo terrenal, lo hipernaturalista. Me gusta decir que hago películas de ciencia ficción doméstica”.
Espíritu sagrado responde a la perfección a esa definición y en su cosmogonía encontramos referencias como Asimov o Philip K.Dick, pero también influencias cinematográficas que van de Buñuel a Almodóvar, pasando por Bresson, Kaurismäki, Herzog o Roy Andersson. La película se centra en José Manuel (Nacho Fernández), un camarero de un barrio obrero de Elche cuya tediosa vida encuentra una válvula de escape en la asociación de ufología Ovni-Levante, en la que una variopinta pandilla de inadaptados se reúne para intercambiar información sobre mensajes extraterrestres. La desaparición de su sobrina y la muerte del líder de la asociación, Julio, sacará a relucir secretos inesperados.
La película, con actores no profesionales en un registro de hilarante laconismo, se mueve entre el drama y la comedia, entre la fantasía y el realismo, entre la ternura y el humor más negro. Cada plano, cada encuadre, apostando siempre por la estaticidad de la cámara, es un salto al vacío en el que el costumbrismo se precipita hacia el más puro surrealismo, aunque la película rehúye cualquier tipo de atrezzo.
Crítica al fundamentalismo
Todo en esas casas de la gente humilde es tan real y tan cutre, y a la vez tan mágico y sublime, como la vida misma. Quizá por eso, García Ibarra apuesta por retratarlo todo con unos palpables 16mm, por la fidelidad a la luz, por la textura que otorga frente al aplanamiento visual de la tecnología digital.
En el fondo del relato, una crítica al fundamentalismo –ufológico, aunque vale cualquier otro– que descoloca al espectador a medida que se va percatando de lo que se esconde tras ese secreto que guarda José Manuel. Espíritu sagrado podría ser un guiñol satírico de la España vaciada, una extraña broma de tintes posthumorísticos, pero en su vertiente conspiranoica guarda una tragedia que consigue elevar la propuesta más allá de lo que ningún trabajo previo del director había logrado. Con la sonrisa congelada, esperamos que lo próximo de García Ibarra no tarde en llegar…