'Francisca': Oliveira y el romanticismo
Se reestrena una versión restaurada de una de las películas más célebres de Manoel de Oliveira, en la que narra la juventud romántica del escritor Camilo Castelo Branco
28 enero, 2022 13:05Fallecido a los 106 años en 2015, Manoel de Oliveira se convirtió en el cineasta más prestigioso de Portugal cuando ya contaba con 67 años. Su carrera, truncada por los numerosos impedimentos que puso en su camino la dictadura de Salazar, comenzó a brillar a partir de 1975, cuando Benilde, una adaptación de José Regio se convirtió en un éxito internacional. Fue el gran adaptador de la rica tradición literaria portuguesa al cine, rodó varias adaptaciones de Agustina Bessa-Luís como El convento (1995), Party (1996) o El principio de la incertidumbre (2002), narró el suicidio de Castelo Branco en El día de la desesperación (1992) y terminó su carrera con Eça de Queirós, a quién adaptó en sus dos últimas películas rodadas ya centenario, Singularidades de una chica rubia (2009) y El extraño caso de Angélica (2010).
En Francisca, película de 1981 presentada en Cannes y recientemente proyectada en una versión restaurada por la Mostra de Venecia, se aúnan dos pasiones del cineasta. Por una parte, la figura y obra de Camilo Castelo Branco, escritor romántico por excelencia. Por otra parte, la de Bessa-Luís, que rescató un amor desdichado de juventud del escritor para hacer un retrato de las tensiones y el espíritu de una época como el siglo XIX, teñida de melancolía, sueños de grandeza moral y cruentas batallas en toda Europa entre liberales y partidarios del Antiguo Régimen.
“La única manera de que un aristócrata ilumine algo es colgado de una farola”, dice un lacónico Castelo Branco (Mário Barroso) a su amigo/enemigo José Augusto (Diogo Dória). Fascinado con el talento del escritor, el rico noble le echa una mano económica a la joven promesa, formándose una extraña amistad ya que el poeta tiene un carácter más bien melancólico y profundo mientras el rico prefiere colmar con diversiones un hastío vital que ansía con fuerza la aparición de “verdaderas” emociones. La relación se trunca cuando ambos se enamoran de Fanny (Teresa Menezes), una joven refinada de origen inglés que parece corresponder los sentimientos de José Augusto pero nunca deja de mostrarse esquiva.
El estilo de Oliveira, que se convertiría en un clásico de los festivales de cine y las salas de cine de autor, brilla en todo su esplendor en esta película muy dialogada en la que los personajes se expresan mediante frases profundas e ingeniosas que muchas veces suenan como aforismos. En tiempos de diálogos “realistas”, los discursos literarios de Oliveira sorprenden y lejos de tener un aire antiguo, siguen seduciendo por la capacidad del director para teatralizar la ficción y al mismo tiempo, mediante la impostura, revelar la verdad profunda de una manera “de estar” en el mundo.
Castelo Branco, hombre pobre de costumbres frugales, se desespera porque, frente a la profundidad de su enamoramiento, la injusticia del mundo quiere que su amada prefiera al rico ocioso que al pobre laborioso. Maravillosamente ambientada y fotografiada, Francisca queda como testimonio de un “cine literario” prácticamente desaparecido en el que se revindica el poder la palabra interpelando al espectador a “ver” el plano para profundizar en su significado inmanente y no tanto entender las escenas como una sucesión de “giros de guión” que “enganchan”.