¿Se puede decir que el arte es un estado de ánimo? ¿Que el artista es un notario de todo cuanto ocurre? ¿Que un cuadro debe palpitar ante el espectador? ¿Que un artista debe señalar las cosas que otros no ven? Se puede porque los participantes del documental La invención del coleccionismo, dirigido por José María de Francisco Guinea, director de la feria Estampa, lo dicen a propósito del nuevo panorama del arte que se ha abierto con la pandemia. Coleccionistas como Josep María Civit, Alejandro Lázaro, Jaime Sordo y Victorino Rosón Díez-Feijóo, galeristas como Moisés Pérez de Albéniz, Jacobo Fitz-James Stuart y María Ángeles Sánchez, y directores de iniciativas artísticas como Carlos Urroz o Adriana Moscoso, entre otros, responden a las preguntas de De Francisco para pronunciarse por el paisaje que queda tras la Covid-19.
Según sus palabras, estos meses han servido para replantear su trabajo, para reorganizar colecciones y para reflexionar sobre la digitalización, los formatos NFT, ferias como ARCO (a punto de arrancar), el cambio generacional, los micromecenazgos, el mercado internacional, las plataformas online... Un trabajo imprescindible para quien quiera asomarse al actual ecosistema del arte.
En un sentido distinto, pero tocado por un fondo similar, nos encontramos con Esto es un atraco, miniserie de cuatro capítulos que aborda el sorprendente robo de varios cuadros del Museo Isabella Stewart Gardner de Boston en 1990, entre ellos La tormenta en el mar de Galilea, de Rembrandt. Un palacio veneciano, una directora recién llegada, un peculiar personal de seguridad, un día como el de San Patricio y algunos ciudadanos dispuestos a utilizar el arte como ancla para negocios más lucrativos. Sin caer en el spoiler, diremos que la serie reflexiona sobre el mercado negro del arte a través de una estructura narrativa capaz de mantener el suspense hasta el final dosificando las palabras de sus protagonistas al más puro estilo hichcockiano.
Más admirable aún resulta cómo los artistas negros han logrado mostrar sus trabajos en las caudalosas aguas sociales y económicas de Estados Unidos. Partiendo de la exposición Dos siglos de arte americano negro, que organizó en 1976 el artista y profesor David Driskell, Sam Pollard realiza en Black Art un ejercicio de exposición, y en muchos casos de recuperación, de corrientes estéticas y de creadores negros que han roto con los prejuicios más recalcitrantes. El trabajo llega a su cénit con los “presidenciales” retratos de los Obama de Kehinde Wiley y Amy Sherald. Sin duda, arte para marcar el camino.